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Víctimas de desplazamiento forzado, las familias triquis de Tierra Blanca Copala se vieron forzadas a pausar su vida y aprender cosas nuevas: vivir en una ciudad monstruo, aprender a cerrar vialidades, a memorizar consignas, a resistir rechazo y prejuicios…
Texto y fotos: Isabel Briseño
Han transcurrido 365 días desde que una comunidad triqui de Oaxaca fue despojada de la vida que conocía. Pocos días después, las familias llegaron a la capital. A un año de vivir en la calle, ¿cómo se conserva la esperanza de recuperar su tierra? ¿De dónde salen las fuerzas para seguir esperando a que los escuchen?
Desde que fueron desplazados con violencia de su comunidad, la vida de niños, niñas, abuelitas, abuelitos, hombres y mujeres de Tierra Blanca Copala se puso en pausa. Las infancias se cortaron; dejaron de jugar y de acudir a la escuela. Las mujeres ya no tejen sus huipiles rojos y los hombres dejaron de trabajar la tierra para alimentar a sus familias.
Todos se vieron obligados a aprender cosas nuevas: vivir en una ciudad monstruo, cerrar vialidades para ser escuchados, ignorar los juicios de una sociedad que los agrede, memorizar consignas que los ayuden a reclamar justicia (esa que no se ve cuando llegue).
Muchos dicen que es un movimiento coordinado por chamacos, porque sus representantes son jóvenes. Fueron asignados porque hablan español. Y si bien no tienen amplia experiencia en movimientos sociales, la han desarrollado y luchan incansablemente por el retorno, la justicia y la libertad arrebatada.
Los siguientes son algunos fragmentos de su pensamiento y sentir después de 12 meses de haber pausado su vida para estar en el campamento.
“Qué más podemos hacer para que nos hagan caso?”
Bella, 28 años
Bella es originaria de Yosoyuxi, se casó con un hombre de Tierra Blanca. La casa y familia se establecen en donde nace el esposo y como muchas de las mujeres triquis, también desea el retorno porque el hogar que construyó con años de esfuerzo junto a su marido, es su único patrimonio. Su hermana y cuñado también están desplazados junto a sus hijos.
—¿Cómo te sientes después de un año?
—Me siento en el aire, sin destino—, responde de inmediato.
La joven de tez morena y ataviada con su hermoso huipil sabe que sobre su espalda lleva un peso grandísimo. La gente confía en ella como en el resto de los representantes, ellos son su fuerza.
—¿Qué ha sido lo más complicado con lo que has lidiado durante este año?
—Muchas cosas, pero la falta de apoyo de algunos familiares por el miedo a que me pase algo es lo más pesado. Nos dicen que ya dejemos todo porque corremos peligro y es cierto, corremos riesgos, pero si dejo todo ¿qué ejemplo le daría a mi hija?, ¿cómo voy a dejar botada a mi gente?. Así que todos regresamos o todos nos retiramos, pero todos.
Mi madre y mis hermanas me preguntan a diario qué voy a hacer si me pasa algo y que va a ser de mi hija, pero yo no soy una persona mala, no lucho por querer algo que no es mío, eso me hace tener fuerza, eso y la fe”. Recuerda con mucho amor las palabras de su padre quien le decía que la organización del pueblo es la única forma que existe para defenderse y sobrevivir, “sus palabras y consejos son mi única arma”, dice Bella.
Además de la preocupación que siente por recuperar su hogar, la agobia el pensar en las autoridades que prácticamente no han hecho nada para darles solución.
“Qué más podemos hacer para que nos hagan caso?”, se pregunta todas las noches dentro de su casa de campaña instalada en la avenida Juárez.
¿Dónde o con quién? ¿A quién más recurrir, si las autoridades federales y estatales no han querido ni podido garantizarles el retorno seguro?.
“Entre nosotros nos ayudamos y nos cuidamos”
Gerardo, 29 años
Chawi (ó Suplente), es de semblante fuerte. Los niños lo abrazan y le saludan: “¡Chawi!”. Así se dice calma en el Istmo, cuenta. Siempre está así, calmado y a la distancia, pero alerta.
Nació en Tierra Blanca. Antes del desplazamiento, era agente suplente en la agencia municipal, cargo que no lo libró del desplazamiento. “Suplente” cuenta que Andrés, el esposo de su hermana, fue asesinado y sus tres sobrinos heridos por integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), razón por la que actualmente permanece en el plantón junto a sus dos hermanas y 5 sobrinos.
Vivir en situación de calle es duro pero debemos seguirle. Entre nosotros nos ayudamos y nos cuidamos”, si alguien pierde el ánimo o la esperanza nos apoyamos”.
Gerardo sabe que la confianza tiene un gran valor, razón por la que sigue firme junto a su gente. Dice que en la ciudad han aprendido muchas cosas pero también han vivido otras muy tristes.
—¿Qué cosas?
—Hemos tenido que aprender a vivir en la calle. Me quedo sin respuesta cuando los niños me preguntan: ¿Para cuándo vamos a volver?
“Colgamos las lonas y aquí nos quedamos”
Isabel, 21 años
Nació en Yosoyuxi Oaxaca, pero radica en la Ciudad de México desde los 6 años de edad. Su papá se encargó de mantener presente su lengua materna: triqui. Isabel eligió un camino que sus abuelos nunca quisieron ni para los hombres de su familia: el de la lucha.
No es desplazada, pero sí es triqui y le duelen las injusticias. Isabel es muy querida por los niños y niñas del plantón. Siempre ayuda a coordinar a las mujeres en las acciones que realizan. Les ha enseñado lo que ella también ha aprendido: “Tiene que gritar así, tiene que ponerse acá para que los carros no pasen. A todo dicen que sí y me hacen caso a mi de 21 años. Me ayudan para ayudarlos”, dice la joven que ha dormido, comido y vivido como ellos para entenderlos y saber lo que pasan.
—¿Cómo llegaste al plantón?
—Se dio de la nada. Los de allá, (se refiere a los triquis de Tierra Blanca) buscaron a la gente que estaba en la Ciudad de México y que estudiaba para que les ayudaran a redactar un documento dirigido al Gobierno en donde se solicitó la libertad de las mujeres que estuvieron secuestradas.
El 22 de enero del 2021, cuando llegaron a la Ciudad de México las familias desplazadas de Tierra Blanca. Isabel acudió al mitin frente a Palacio Nacional para apoyarlos y denunciar algo que todavía no conocía bien. Al darse cuenta de que no les hicieron caso, decidieron movilizarse a Eje Central. “Colgamos las lonas y aquí nos quedamos”.
Los desplazados no la conocían, agradecieron su apoyo pero pensaron que se iría en los días siguientes. No fue así. Decidió cambiar su forma de vida. Estaba a punto de realizar exámen para ingresar a la universidad y lo dejó para unirse a los que hoy considera su familia. Dice que ya no piensa en ella, ahora piensa en su gente.
No soy revolucionaria, pero dicen que soy. Para mi alguien revolucionario es algo más grande, siento que me queda grande la palabra. Tengo la ilusión de que haya una unificación triqui y que todos como región se unan”.
En ocasiones se ha cuestionado su capacidad de ayudarles pero sigue junto a ellos porque piensa que si los deja no podría hacer su vida tranquila estando ella en su casa y la gente en la calle.
—¿Hasta cuándo piensas estar aquí?
—Si ellos no regresan a su tierra, yo no tendré vida. Hasta que regresen aquí seguiré.
“Si un triqui muere, no pasa nada”
Horacio, 26 años
Nunca había estado en una actividad de carácter social y tampoco es desplazado pero ahora funge como uno de los representantes. Junto con Bella, Gerardo y Venus, participa en las mesas de trabajo que se han sostenido con el gobierno. No tiene lazos sanguíneos con los desplazados pero los siente como de su familia. Comparten las costumbres, el idioma, la comida, la cultura. Su familia, aunque de otra región también es triqui.
—¿Cómo llegaste con ellos?
—Soy de una comunidad vecina, Paraje Pérez y cuando se dio el asesinato de Andrés (cuñado de Gerardo), me enteré pero me mantuve al margen. Se decía que era un pleito interno y me mantuve como espectador pero cuando me di cuenta de que se estaba repitiendo la misma historia de San Juan Copala, por convicción y al ver que nuevamente los del MULT violaban los derechos humanos de una comunidad más, decidí acudir al llamado que me hicieron integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI) y sin ninguna experiencia les ayudé en los bloqueos de carreteras, que en un primer momento se realizaron para pedir el rescate de las mujeres secuestradas en Tierra Blanca.
—Ahora eres uno de los representantes más visibles. ¿No temes por tu seguridad?
—El estar en contra del caciquismo local nos coloca en un estado latente de riesgo de cárcel o de muerte, pero lo asumo. En ninguna parte del mundo deberían suceder estas injusticias. ¿Dónde está el DIF, el Inmujeres?, No vemos que esas instituciones realicen su papel correspondiente.
—¿Cómo se mantiene el plantón, si la gente desplazada no vende nada?
—Con los recursos que envían los compañeros de Estados Unidos. La gente está aquí exigiendo el retorno, no piden vivienda ni lugares para comercio, lo único que quieren es volver a su casa.
—¿Por qué los intentos de retorno que ha organizado el gobierno no han funcionado?
—La estrategia no cambia. Alejandro Encinas y Alejandro Murat dicen que irán a dialogar con los del MULT para pedir el retorno pero es lo que se ha hecho durante todo este año. El gobierno solo sigue pidiendo permiso. Seguimos confiando en las instituciones por eso seguimos trabajando con ellos pero es importante mencionar que de seguir así, al rato ya no serán 3 sino 4, 5 o 6 las comunidades desplazadas. Tierra Blanca tiene que ser el punto final y el Estado debe poner un alto. De no ser así, se estará entregando a ese grupo la libertad de las comunidades indígenas de Oaxaca.
—¿Cómo ves el panorama en este inicio de año?
—Complicado. Aunque se habla de un cambio y de mesas de diálogo parece ser que estamos casi iguales que hace un año. El gobierno de (Andrés Manuel) López Obrador parece que sigue normalizando la violencia. La gente del MULT ha jugado con una estrategia falsa. El Estado sabe bien que esa organización ha cobrado mucha fuerza a base de actos violentos y sigue tolerando sus actos criminales. La falta de justicia es lo que hace que siga existiendo una crisis social y la desigualdad, además de que la violencia sigue en crecimiento. Si un triqui muere, no pasa nada.
“No entiendo por qué seguimos aquí”
Venustiana, 38 años
Venustiana es mayor que sus compañeros. Nació en Tierra Blanca y fue una de las mujeres que vivió en carne propia el secuestro durante 5 días por parte de los integrantes de la organización MULT. Ella es profesora de educación preescolar y por su facilidad para hablar español es parte de los representantes. En el plantón también están sus 4 hijos, sus padres, un hermano, una hermana y sobrinos.
Habla de lo difícil que ha sido para ella el cambio de ser profesora a representante en las reuniones con las autoridades.
Todos somos diferentes y yo pensaba: Ellos son los que saben (se refiere a sus demás compañeros). A mi me sigue costando, yo quiero las cosas rápido, pero sé que todo lleva un tiempo y es lento.Eso me ha costado entenderlo. Veo a mi familia durmiendo en la calle y me enojo, lloro y no entiendo por qué seguimos aquí”.
—¿Qué responsabilidad sientes al estar aquí?
— Siento responsabilidad emocional y económica. Mi esposo no quiere que yo esté aquí. Quiere que me vaya a Estados Unidos con él. Como maestra también siento que estoy fallando en mi profesión porque el estar pensando en el retorno y en las actividades que tenemos que realizar me impide darles clase, aunque sea aquí en la calle.
—¿No les han ofrecido educación para los niños?
—Tenemos un año aquí y apenas vinieron del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) para hacernos una invitación y enviar a los niños a una de sus escuelas pero eso no resuelve que ya perdieron un año.
—Cuando se acercan las mujeres contigo ¿qué te dicen?
—Me preguntan: ¿oye maestra tú crees que se dé el retorno?, y yo les doy fuerza y les doy ánimos diciéndoles que lleva tiempo pero no es la respuesta que ellas esperan. Cada que vamos a las reuniones con los del gobierno ellas esperaban una respuesta de solución.
—¿Qué has sentido cada vez que un intento de retorno se frustra?
—¡Ay que feo!. Me siento apenada con la gente. Me frustra sentir que el trabajo que hacemos no funciona y me pongo a pensar en el por qué, pienso en que ¿hasta cuándo?.
—¿Sigues teniendo esperanza?
—Sí, yo sí creo que podemos lograrlo si seguimos trabajando unidos.
—Tú animas a la gente y a ti ¿quién te anima?
—Yo sola.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: