La política de la pandemia. Vacunas, inequidades y política global en América Latina

Asuntos del Sur

Por Lara Goyburu, Coordinadora de Colabora.Lat

América Latina atraviesa una nueva ola de casos por covid-19. Justo cuando el mundo comenzaba a vislumbrar muy tímidamente el retorno a la vieja normalidad, aparece una nueva variante con nombre del malo de una película de superhéroes. Ómicron partió desde África y comenzó a expandirse por el mundo, más rápidamente que la anterior variante, la Delta, surgida en el viejo continente.

Y sí, hablo de vieja normalidad porque, en el reparto de poder y riquezas, pocas cosas cambiaron en el mundo y, si lo hicieron, no fue para “volver mejores”, como rezaba alguna que otra expresión de deseo. Porque, si bien es cierto que la letalidad de esta variante es menor, también es cierto que su propagación por el mundo y su llegada a América Latina volvió a poner en la tapa de los diarios y en las reflexiones de los y las analistas algunos de los puntos que, desde el consorcio Colabora.Lat, resaltamos en el reciente informe “Vacunación contra COVID-19 en América Latina. Gobernanza colaborativa en contextos asimétricos”

Asimetría de poder y ausencia de coordinación global – De cómo la inequidad nos pone a merced de nuevas variantes.

El covid-19 ya ha costado más de 5 millones de vidas alrededor del mundo, trastocando todas las dimensiones de nuestra vida individual y colectiva.

En este proceso, rápidamente, la ciencia global y los esfuerzos de Estados y privados, especialmente en los países más poderosos pero no solamente, con científicos y científicas de todos los puntos del globo, dieron muestra -una vez más- de la capacidad del conocimiento humano elaborando distintas versiones de vacunas para atacar a un virus nuevo y desconocido que puso al mundo en pausa. Hacia fines del año 2020, los procesos de vacunación estaban en marcha y, para mediados del 2021, quedaba claro -científicamente hablando- que la herramienta que tenemos para superar este nuevo virus es la vacunación. Sin embargo, el propio proceso de elaboración, fabricación, distribución y aplicación de las vacunas dejó en evidencia que la superación de esta pandemia, u otras venideras, no depende de la capacidad científica de la humanidad sino de la capacidad política de los actores con poder de decisión para colaborar y coordinar respuestas comunes en contextos de inequidad.

No es casual, sino consecuencia de la distribución inequitativa de dosis, que la nueva variante que hoy azota al planeta se haya originado en el continente menos vacunado; no por elección individual (algo que sucede en el primer mundo y es harina de otro costal) sino por asimetrías de poder, ausencia de coordinación global y falta de liderazgos comprometidos con el bienestar público, en un sentido amplio del concepto.

En el último informe de Colabora.Lat hemos dado cuenta de que la respuesta, a nivel mundial y regional, ha sido considerablemente asimétrica y poco favorable para los países más pobres y periféricos. Mientras, por un lado, los países ricos reservaron la mayoría de las dosis -y lo hicieron antes de que éstas estuvieran listas-, por el otro, los organismos multilaterales -que dependen de los aportes de los países ricos y de las organizaciones filantrópicas para reservar y repartir las dosis a los demás países- quedaron con una estrecha capacidad de maniobra. El resultado de esta asimetría fue que, a pesar de haber cantidades suficientes para que el mundo se vacune, la gran parte de las dosis distribuidas se concentraba (al 31 de octubre de 2021) en sólo 10 países: China, India, Estados Unidos, Brasil, Indonesia, Japón, México, Turquía, Alemania y Rusia.

Sin embargo, el mapa precedente muestra dos puntos necesarios de marcar. El primero y más visible: el abandono por parte de los países con más altos índices de desarrollo humano -y, por tanto, líderes globales- que sufre el continente africano roza ya no sólo un fracaso de la política humanitaria global sino un problema moral que nuestra generación deberá atender de manera urgente. El segundo es que, más allá de las dificultades en el acceso y distribución de los países de América Latina que se detallan en el informe, la región no es solamente una de las más vacunadas (vacuna que llega, se aplica) sino que -una vez más- los procesos de colaboración multiactorales y multinivel son dignos de analizar.Su sistematización, en términos de lecciones aprendidas y obstáculos comunes, es necesaria para encontrar patrones que nos permitan proponer esquemas de gobernanza colaborativa futuros.

Colaboración para la gestión de la escasez, los postergados de siempre, zonas marrones y la creatividad social latinoamericana como constante.

Mientras los países ricos concentran dosis -cuando una parte de su población decide no vacunarse-, los demás países armaron, de manera relativamente improvisada, sus respectivos planes de adquisición de vacunas. Una de las estrategias mayormente utilizadas fue el uso de acuerdos bilaterales con las propias empresas farmacéuticas. Estas negociaciones, dada la asimetría de poder entre transnacionales poderosas y países en desarrollo, con gobiernos estructuralmente debilitados, fueron -como da cuenta el informe- poco transparentes, dificultando el proceso de rendición de cuentas por parte de otros actores hacia el Estado y dejando a estos países en una situación de notable vulnerabilidad frente a la voluntad de las empresas. En algunos casos, como la Argentina, los países sufrieron importantes retrasos en las entregas de vacunas ya comprometidas durante la primera mitad de 2021, mientras que, en otros, como Guatemala, recibieron menos dosis de las adquiridas, quedando a merced de las donaciones internacionales.

Los países menos ricos y más periféricos han demostrado los límites que genera el carecer del poder político para hacer que los acuerdos se cumplan. Y, si bien ha habido instancias de solidaridad entre países, (Argentina y Bolivia para la obtención de dosis Sputnik) estas han sido ad hoc en naturaleza y, por ende, difíciles de sistematizar.

Las inequidades entre países también se han dado al interior de estos. Este informe ha revelado que los procesos de distribución de las vacunas, dentro de los confines de cada Estado, también han sido irregulares -dados los problemas y asimetrías estructurales que existían desde mucho antes de empezar la pandemia-. La desigualdad social, económica y política, así como la falta de infraestructura adecuada a lo largo del territorio, exacerbaron las diferencias entre grupos y dificultaron la entrega de las vacunas a distintos sectores poblacionales en muchos países.

Asimismo, las asimetrías, en cuanto al acceso, fueron exacerbadas por problemas de logística. La necesidad de tener un documento de identidad nacional, en el caso de Argentina y México, o de tener un trabajo formal o de cotizar seguridad social, como en Colombia, dificultó la entrega de vacunas a personas no documentadas o extranjeras. Por otro lado, el crecimiento de las noticias falsas fue un factor central en el fomento de dudas y miedos hacia las vacunas en Bolivia y Colombia. En este sentido, la desinformación sobre la confiabilidad de las vacunas hizo necesaria la creación de campañas para concientizar a la ciudadanía.

Los mismos grupos postergados en otras dimensiones de la vida pública lo fueron también, por acción u omisión de los Estados, en la distribución de vacunas.

Es, considerando todo lo anterior, que sostenemos que el principal aprendizaje que hemos obtenido es que estamos frente a un desafío político, más que científico. A su vez, que se trata de un desafío global al que no se le pueden dar respuestas nacionales aisladas que desatiendan las asimetrías de poder y recursos en el mundo. Ningún gobierno, institución, empresa o comunidad por sí sola posee las herramientas y medios necesarios para enfrentar satisfactoriamente los retos que imponen problemas como el covid-19. Es por esto que atender a las experiencias de colaboración multiactoral y multinivel, estudiarlas y sistematizarlas se vuelve clave, en perspectiva de los nuevos desafíos a los que la humanidad deberá hacer frente en el mediano plazo, como el cambio climático o la probabilidad de nuevas pandemias.

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