Irma Galindo, la defensora del bosque de San Esteban Atlatahuca, tenía una cita con el Mecanismo de Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, pero ya no llegó. La activista suma más de un mes desaparecida y no hay nadie que defienda los árboles. Quedan sin respuesta las preguntas de Irma: «¿Alguien por ahí? ¿Hay alguien?»
Por Zaría Abreu /Pie de Página
Foto: Irma Galindo
El 26 de octubre a las 18:45 horas, Irma Galindo Barrios, defensora del territorio y guardabosques Ñu Saavi(mixteca) de la región de San Esteban Atatlahuaca, escribió en su cuenta de Facebook:
“¿Será que no vale la pena defender esté lugar y su gente? ¿Habrá alguien que ayude a que recuperen estas tierras para volver en ellas? ¿Habrá alguien que pueda pagar para que los campesinos cultiven, también para los animales silvestres para que no se extingan cuando el bosque se siga reduciendo? ¿Tal vez alguien que les ayude a construir sus casas de barro para que no se quemen? ¿Y alguien que ayude a que su carga de especies y granos de arriba a bajo sea más ligero (sic)? ¿Alguien que ayude a que los tequios y el trabajo comunitario se fortalezca?, ¿alguien dice yo?, ¿alguien por ahí? ¿Hay alguien?”.
Al día siguiente, el 27 de octubre, Irma desapareció. Salió hacia el municipio de Chalco en el Estado de México a recoger algunas donaciones destinadas al acopio que ella misma convocó para apoyar a su comunidad quemada, violentada y desplazada por grupos armados.
No se supo más de ella, dejó de tener actividad en redes sociales ese mismo día y su última conexión reportada en WhatsApp es del 27 de octubre alrededor de las ocho de la noche.
“Incluso mi familia me ha enfrentado por oponerme a la tala”
Irma Galindo Barrios enfrenta la tala indebida y clandestina del bosque de San Esteban Atlatahuca desde hace varios años. Es una defensora del territorio ante autoridades municipales, aserraderos y hasta gente de la propia comunidad que participa del negocio de la tala. En una entrevista publicada en diciembre de 2020, Irma declara: “Incluso mi familia y mi tío me han enfrentado por oponerme a la tala”.
Su voz es pausada aunque con cierto nerviosismo, mezcla de dulzura y dureza, habla hacia la cámara mientras muestra el desierto en el que se ha convertido su amado bosque. “Yo me di cuenta de que era tala ilegal porque lo hacían de noche”, cuenta Irma. “Yo los vi, denuncié, pero nada pasó, me quemaron la casa, tuve que huir, ahora que regresé estoy volviendo a defender.”
Pero hoy los árboles están indefensos: no está Irma en Atatlahuca para ver por ellos. Imagino los árboles movidos por el viento, en susurro preguntándose por Irma: “¿Alguien dice yo?, ¿alguien por ahí? ¿hay alguien?”.
Resuena en mi cabeza mientras hablo con la periodista Diana Manzo y me cuenta cómo conoció a Irma Galindo Barrios en 2019, cuando Irma tuvo que salir del país para refugiarse ante la quema de su casa y las amenazas de muerte. Aquella vez también se le dio por desaparecida durante varios días, mientras la Red de Defensoras la ponía a resguardo… Tiempo después Diana recibió una llamada: “Diana, soy, yo, ya aparecí, estaba refugiada”, le dijo Irma del otro lado de la línea.
Esa es la llamada que Diana espera ahora, desea (tras estos más de treinta días de desaparición) volver a escuchar la voz al teléfono y que le diga que volvió; pero eso ahora no parece una posibilidad.
La voz de Diana cambia de tono, reflexiona triste: “Esta vez es muy distinto, las de la Red de Defensoras no saben nada y dicen que no se han aplicado bien los protocolos de búsqueda”. Sin darse cuenta, Diana habla de Irma ya en pasado: “Era una mujer muy fuerte, estaba en todo esto sola”.
“Aquella vez yo fui y conocí su casa y su bosque, estuve allá con ella varios días”. En esa ocasión Diana hizo dos reportajes sobre Irma y ahora está intentando sacar por lo menos uno cada cinco días para que la noticia no se pierda y no caiga en el olvido.
Hablamos un poco de lo difícil que es ver la indiferencia del grueso de la sociedad civil ante una desaparición tan grave, hablamos de que somos paisanas aunque yo tengo acento chilango (se ríe). Me da el número de Maurilio Santiago, un defensor que también conoce a Irma y que puede contarme algunas cosas sobre ella. Antes de despedirnos, nos quedamos en silencio varias veces, no es un silencio incómodo, es un silencio triste, con el peso de la desaparición y la falta de respuestas.
Irma en Ciudad de México
“Dígame en qué le ayudo”, me dice Maurilio Santiago al teléfono. Le explico a grandes rasgos que quiero hablar de Irma, me cuenta lo que sabe y cotejamos las historias de varios reportajes. Al inicio todo fue tan confuso que había medios que creían que había desaparecido durante los hechos del 21 al 24 de octubre en San Esteban Atatlahuca, pero no fue así, “ella desapareció en la Ciudad de México”, me dice Maurilio, que va sacando cuentas y aclarando la línea temporal de Irma en la CDMX:
21 de octubre
Irma llega a la CDMX, viene para intentar conseguir el botón del Mecanismo de Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas; según explica Maurilio, la reunión con la Junta de Gobierno sería de manera virtual, pero Irma vino a la ciudad para reunirse con una abogada que la asesoraría en el proceso y estaría con ella ante la Junta de Gobierno.
Ese mismo día inician los ataques contra el municipio de San Esteban Atatlahuca. Veinticinco casas de la comunidad de Ndoyonuyuji son quemadas. Las familias desplaadas deben guarecerse en las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) en la ciudad de Tlaxiaco.
22 octubre
Irma presenta al Mecanismo de Protección de Defensores y Periodistas una relatoría de hechos sobre lo que sucede en las comunidades de San Esteban Atatlahuca: los ataques contra las poblaciones de Guerrero Grande, Mier y Terán y Ndoyonoyuji, donde grupos armados quemaron más de 120 casas y atacaron y amenazaron a sus habitantes. Entre los párrafos del documento de Irma puede leerse:
“¿Cómo consigo ayuda humanitaria y qué instancia es responsable de ayudar a los campesinos que no saquean la tierra? Informo que voy a dejar de esconderme para proteger mi pellejo, a cambio de que el gobierno federal, las organizaciones que se dicen ecologistas y gente que dice amar la naturaleza me ayude a desarticular la mafia del poder que está matando a mi gente de la montaña”.
23 de octubre
En las comunidades de Ndoyonoyuji, Guerrero Grande, Mier y Terán del municipio de San Esteban Atatlahuca hay prácticamente un estado de sitio debido a un grupo armado que las tiene bajo ataque, son aproximadamente unas setenta personas con armas de alto calibre. Irma lleva tres días en la Ciudad de México y desde su cuenta de Facebook denuncia los hechos, además saca algunos comunicados conjuntos con organizaciones indígenas.
24 de octubre
Hay un nuevo ataque armado en Ndoyonoyuji que deja al menos siete muertos (según el noticiero El portal de Oaxaca); veinticinco viviendas quemadas, un número desconocido de personas desaparecidas y se calcula que más de 40 familias desplazadas.
Irma sigue en la CDMX, emprende un acopio de víveres para enviar a las comunidades afectadas y ese mismo día habla con Diana Manzo acerca del reportaje que saldría al día siguiente, “Defensores comunitarios tenían la protección del Estado Mexicano y aún (sic) así los mataron”.En ese reportaje Irma habla de cómo se resguarda en el bosque y de lo que significa su defensa. Muestra un ritual de protección que suele llevar a cabo.
“Irma se encomienda en lengua Mixteca y nombra a sus dioses Ñuu (fuego), Tachi (aire), Ntute (agua) y Ñu’u (tierra). Les pide que la protejan en la defensa de la montaña ‘Yaku’ que está ‘herida’, como ella le llama a los daños causados por la tala inmoderada y clandestina en esta zona. Con mesura realiza el ritual para pedir que todo regrese a su estado anterior. Ora por el bosque y la tierra, que dice ‘está dolida’, pero resiste de todo lo que le hacen”.
25 de octubre
Irma intenta entrar a la conferencia matutina del presidente López Obrador; quiere denunciar lo que está sucediendo en Atlatahuca; sin embargo no le permiten la entrada por no estar acreditada y no ser periodista. Dos días después (el 27 de octubre, antes de desaparecer) hace una última publicación al respecto en su Facebook:
“Ahí (sic) de nosotros los pocos indígenas campesinos que quedamos en el mundo, la flora, la fauna, ¿no hay leyes que nos protegen o no las conocemos?”
27 de octubre
A decir de Maurilio, este día Irma iba a recoger unas donaciones para el acopio que estaba organizando para apoyar a sus comunidades. Fue vista por última vez en Barranca del Muerto, al sur de la ciudad. Su último contacto en redes sociales es también de ese día y su última conexión a WhatsApp es de alrededor de las ocho de la noche de ese 27 de octubre.
29 de octubre
Irma tenía cita con el Mecanismo de Protección de Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, pero ya no llegó. En una de las relatorías de la reunión del Mecanismo puede leerse: Irma Galindo Barrios. Evaluación se efectuó en el grupo 3 el día miércoles 29 de Octubre, estuvo representando a SEGOB (omito nombre)…
Dos días antes, Irma había desaparecido. Es evidente que el Mecanismo le falló a Irma y a todos los defensores del bosque Yaku.
Aurora de la Riva, integrante de la Red de Defensoras de México, declaró a Diana Manzo: “Por segunda ocasión el estado omite la garantía de protección en el ejercicio como defensora del medio ambiente y eso es ‘grave’”.
¿Será que no vale la pena defender este lugar y a su gente?
Irma Galindo Barrio cumplió un mes desaparecida. ¿Quién la busca? ¿Dónde? ¿Cómo?
Escucho a Maurilio hablarme sobre ella, sobre la Irma a la que conoció hace más o menos un año: “Ella misma tejía las blusas que vestía, le gustaba mucho tejer, hasta sé que inventó un diseño con otras mujeres de su comunidad, uno de grecas”. Los trajes tradicionales de San Esteban Atatlahuca se tejen en telar y malla, la malla se utiliza para poder hacer los diseños. Intento imaginar las manos fuertes y rudas de Irma tejiendo su huipil rojo y blanco, el que porta en casi todas las fotos. El mismo de la entrevista “Irma Galindo y los guardianes de los bosques”, en la que habla segura hacia cámara:
“Veo todos los árboles que ya no están, tirados aquí, por aquí hay la orilla de una carretera y ahí están regados, totalmente, yo tomo una foto para que lo vean; entonces yo subo esta foto, sin pensar, así nomás, en mi Facebook personal lo subo y pongo: miren como (sic) están haciendo con nuestro bosque…”
Irma Galindo.
A partir de ahí, en ese 2019, la vida de Irma cambió por completo. Lo relata en ese video en el que nos invita a caminar con ella por la montaña que la cuida y guarece. Se cuidan y guarecen una a la otra. Una montaña que es casa de ella y de venados cola blanca y alberga pinares y encinares, que ahora con ella desaparecida están en absoluta desprotección, a merced del aserradero.
Maurilio me explica que antes las comunidades hacían carpintería con la madera de ese mismo bosque, pero era un uso controlado. La tala llegó con el aserradero. Un aserradero al que Irma intentó hacerle frente.
Le pregunto a Maurilio qué más puede contarme de Irma en un intento de traerla, de hacerla lo más presente posible. No sabe su comida favorita, pero recuerda que le es fácil socializar, que llega siempre con algún regalo, “ya fueran unas frutas, manzanas, mangos, lo que hubiera, siempre llegaba a las oficinas diciendo ‘Traje unas manzanas’ o lo que fuera; también compartía de lo que hacía, tallado de madera, pulseras, blusas; su arte, pues”.
Una mujer defensora de los árboles, tejedora, danzante, con voz firme, con ojos que no se amedrentan mientras cuenta los horrores vividos y presenciados.
Una mujer defensora desaparecida. Irma, que según sus amistades es reservada y desconfiada, pero una vez que agarra confianza ya es muy platicadora.
Una mujer que sabe tallar madera, danzar, tejer sus propios huipiles, “de todo eso se sostenía”. Me repite Maurilio, quien está igual de preocupado que Diana: ha pasado mucho tiempo y el caso no es igual que en el 2019. La misma Red de Defensoras declaró que mientras más pasan los días menos oportunidades existen de encontrarla con vida y ha habido omisión y descuido en su búsqueda.
Maurilio cree que Irma está secuestrada. También cree que la gente no se interesa porque a casi nadie le interesan los bosques, y además el caso no ha sonado mucho.
Vuelvo a mirar la foto de Irma: su blusa, tejida por ella, ¿la traería puesta el día que desapareció?
Los atrapasueños
Tardo varios días en hacer esta nota, casi estoy por terminarla cuando recibo un mensaje de Maurilio, que a la letra dice: “Aparte de sus *bordados, elaboraba atrapa sueños y me contaba que salía al bosque a buscar plumas de aves del bosque y eran las que le ponía a sus atrapasueños, antes de venirse a la Ciudad de México pasó a mi oficina y la invitamos a desayunar y comer y nos regaló un atrapasueños”.
Sé que me lo escribe porque es importante para él que cuente esto de ella, el atrapasueños que les dio el último día que la vieron, el atrapasueños hecho con las manos de Irma, con plumas de aves de los bosques que Irma defendió…
Maurilio y Diana se preguntan por Irma, también la Red de Defensoras. Es Irma quien nos regaló las palabras para no dejar de buscarla y exigir su regreso con bien, defenderla con el mismo amor, fuerza y ahínco con que ella ha defendido su bosque y sus árboles:
“¿Será que no vale la pena defender esté lugar y su gente? Habrá alguien que ayude a que recuperen estás tierras para volver en ellas? ¿alguien dice yo?, ¿alguien por ahí?, ¿hay alguien?”.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: