Maroma
Por Sergio Antonio Farias Muñoz / Integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud
La política es un texto de ficción en la que el libro es nuestro propio cuerpo. La política es un texto de ficción, con la única salvedad de que es escrito, con tanta sangre como tinta, colectivamente.
-Paul B. Preciado
¿Qué es lo que se necesita para que se comprenda la situación de violencia que sufren los gremios vulnerabilizados?
A tardanza, siendo ya una noticia de unas semanas atrás, pero de importante reflexión por la violencia que engloba el hecho; el ataque que sufrió Zoe, una mujer trans, me ha puesto a generar varias cuestiones que desembocan en una angustia que emerge por percatarme—una vez más—en la fragilidad en la que las personas de la comunidad LGBTTTIQA+ nos encontramos. Si bien, es importante destacar que los cuerpos son leídos socialmente de manera distinta, y que es cierto que no nos encontramos con los mismos riesgos entre las distintas personas que entramos en las letras que engloban el acrónimo de la diversidad sexual, es por ello es importante resaltar que los ataques parten por una diferencia ideológica en torno a las categorías sexo-género, y al poner en duda las concepciones de la heteronorma como disidencias sexuales, esto genera la ya vista lbgbtfobia.
A veces es inevitable no escribir desde la experiencia propia, no generar vínculos desde los pequeños sucesos que van marcando una historia de vida, aún estos puedan distar de las vivencias otras, por tanto es que me permito escribir con esas emociones que me cruzaron. La agresión a Zoe fue algo que me sobrepaso.
El mismo día en que sucedió el incidente, yo estaba cocinando con aceite, el cual me salpico un poco en el brazo dejándome unas pequeñas ampollas por la quemadura, posteriormente eso me hizo recordar la temporada en la que colaboré en el área de niñez con quemaduras del Hospital Civil Nuevo. Fue inevitable no conectar con dolor físico que una persona siente por las heridas. En tanto, a pesar de haber visto la noticia de Zoe casi de manera inmediata en redes sociales, no fue hasta el día siguiente que en las noticias matutinas me tocó ver la cobertura del suceso con imágenes. Fue ahí donde me desmoroné, de inmediato me dirigí a ver mis cuatro ampollas y se me hizo un nudo en la garganta recordando a las y los niños que veía, llenos de dolor y desesperación. Probablemente Zoe se encontraba con sensaciones similares.
¿Qué clase de sujeto deshumanizado le avienta a una persona acido corrosivo en la cara y cuerpo? ¿Qué otra clase de personas niegan una atención médica de emergencia?
Entonces, vuelvo a la pregunta del inicio, ¿qué cosa habría que hacer para eliminar estas violencias? ¿Empatía? Probablemente esa sea una repuesta rápida y en lo personal muy simplona, pues al fin de cuentas es algo que los discursos del ciber-activismo en redes sociales promueve, y que de alguna forma puede contribuir a crear algún tipo de conciencia en cuanto a las problemáticas políticas y sociales, sin embargo, habría que razonar más allá, para no solo generar empatía por las personas, si no buscar otras realidades a partir de ejercicios colectivos.
Empatía o no, es necesario enunciar y demandar las violencias, como ejercicio individual y colectivo. Ya la segunda ola del feminismo nos introducía: lo personal es político, y es ahí donde se puede hacer un entramado a partir de vivencias y experiencias compartidas. Entender que no solo se trata de mi compasión o solidaridad (que no es para menos y es de suma importancia) sino también, de mi incidencia como individuo generador de violencias, de tal manera que esto sea invertido, y dé como resultado un individuo capaz de abrazar otras formas de identidad y expresión, y así generar espacios que sean seguros para todos, todas y todes.