Manos libres
Por Francisco Macías Medina / @pacommedina
La desaparición de los 43 estudiantes normalistas de la Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, pareciera que se encuentra ubicada en un campo de contrastes. Como parte de la historia de graves violaciones a los derechos humanos originados por la impunidad y la injusticia, el actual régimen del gobierno federal es resultado de la indignación, por lo que ha buscado dar una respuesta a través de una fiscalía, cuyo objetivo pareciera que ya no es encontrar a los jóvenes estudiantes, sino deslindar selectivamente las responsabilidades de peritos, agentes ministeriales y altos funcionarios de la extinta Procuraduría General de la República. Ahora hasta se incluyen señalamientos de graves actos de tortura que dan fin a un vergonzoso episodio de la procuración de justicia.
Sin embargo, llama la atención que se evite profundizar en las graves responsabilidades de los elementos del Ejército mexicano, cuyas omisiones y acciones se encuentran directamente involucradas con los hechos ocurridos en Ayotzinapa. Es una prueba más de la preocupante militarización en la que se encuentra el país y del fortalecimiento de las fuerzas armadas, como parte de los débiles equilibrios para la democracia.
Como sociedad, el hecho se ha incorporado inevitablemente en el ritual de dolor de nuestra sociedad cuya fecha debe conmemorarse, pero pareciera que existe una lucha para que lo ocurrido caiga en el olvido. Las coberturas periodísticas del fin de semana se dedicaron muchas de ellas a cubrir una manifestación más sin dar espacio a la voz de las madres y padres de los normalistas, o en su caso los de los acompañantes, lo cual nos ayudaría a reactualizar la indignación.
Pareciera que se busca situar de manera singular lo ocurrido, cuando el mensaje de la desaparición de los estudiantes fue claramente enviado a las y los jóvenes que buscan mejorar las condiciones del país.
A nivel local, ni siquiera se proporcionó acceso a una plaza pública a la protesta organizada por jóvenes, se siente todavía el nerviosismo por parte del gobierno estatal sobre lo ocurrido el 4, 5 y 6 de junio en las protestas de Giovanni López. La paradoja es que ambos sucesos nos reclaman ejercicios de verdad y justicia que no han sido atendidos completamente, lo cual inevitablemente provoca una reacción colectiva que no se detendrá.
A 7 años de las desapariciones de Ayotzinapa, me hizo pensar en su origen, en el sitio geográfico que acumuló la suma de falta de democracia, debilidades institucionales y al mismo tiempo fortalezas venidas de la macro criminalidad, hasta lograr una especie de mezcla de un “Estado” ajeno a sus principios, cuyo uso de fuerza no tiene un puente democrático, sino hacer a un lado y eliminar todo aquello que vaya en contra de sus fines.
Faltó una intervención oportuna, una atención a las múltiples llamadas que durante décadas a gritado Guerrero, incluso desde la guerra sucia. La suma es la barbarie, que ahora cuesta tanto explicar, intervenir e, incluso, justificar bajo la idea de una justicia normalizada.
Me hizo pensar en la situación de Jalisco, en donde grandes extensiones de nuestra entidad se encuentran bajo las mismas condiciones, basta recordar los desplazamientos forzados en Teocaltiche por el crimen organizado o las localidades que coinciden con el estado de Michoacán, hoy francamente en un alzamiento civil contra quienes buscan eliminar todo lo que parezca vida.
Jalisco a diferencia de Guerrero, tiene un campo adicional que permite mantener una clara contradicción: su actividad económica, sus inversiones y una imagen de zona global, cuyos cimientos son una pax romana equilibrada con la dosificación de múltiples violencias, llamadas desapariciones, fosas y feminicidios.
Aquí también se busca insistentemente el dar vuelta a la hoja e incluso sumarse a las protestas, mostrar sensibilidad, aunque no cambie nada.
Ayotzinapa está presente también en lo local, en la glorieta de los desaparecidos que acumulan las miradas de cientos de sueños que fueron apagadas por la violencia, en las voces de madres que siguen desvelando, lo que en otros sitios solo es la administración de un discurso o de una base de datos.
Lo encontramos en la procuración de justicia que se ha colocado como origen del miedo y la administración de la violencia, en el dejar pasar que puede ocasionar un nublado como preámbulo a una obscuridad como la ocurrida.
Hoy la resistencia y la reconstitución de la memoria es el mejor antídoto para evitar que caigamos en una sensación de desesperanza. Escuchemos de nuevo y actuemos.
Nos faltan los 43 normalistas, nos faltan todas y todos.