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La escritora Esther Vivas, autora del libro Mamá desobediente, platica en entrevista sobre la crianza colectiva y la forma en que los cuidados, colocados sobre los cuerpos de las mujeres y responsables de sostener la vida, han sido invisibilizados por el capital al mismo tiempo que se beneficia de ellos
Texto: Daniela Rea
Fotos: Especial
CIUDAD DE MÉXICO.- En el año 2019 Esther Vivas publicó el libro “Mamá desobediente”, una investigación y reflexión desde el feminismo a la forma en que hemos sido pensadas histórica y socialmente para ser mamás.
En su libro, la periodista y escritora desmenuza la forma en que los cuidados fueron colocados sobre los cuerpos de las mujeres, la forma en que nos dijeron que teníamos que parir, que alimentar y que criar, la forma en que estos cuidados, responsables de sostener la vida, han sido invisibilizados por el capital al mismo tiempo que se beneficia de ellos. En México, por ejemplo, el trabajo de cuidados, que permite que existan personas alimentadas, sanas y fuertes para trabajar, equivale a una cuarta parte de todo el Producto Interno Bruto que se produce en el país.
“En la sociedad que vivimos se asocia maternidad a la crianza y cuidado, además de responder a un prototipo de mamá. Cuando hablamos de una crianza colectiva se trata de una propuesta política que sería deseable poder llevarlo a la práctica, pero no es fácil en un sistema que fragmenta las relaciones humanas, que individualiza las relaciones personales, que precariza nuestras vidas y también nuestro trabajo”.
Esther nos convoca, con sus preguntas, a pensar en otras formas de ser madres, a romper esa idealización de la maternidad, que se actualiza con los años y que deriva en un constante sometimiento de la vida de las mujeres. También hace una revisión de las discusiones pendientes dentro del feminismo sobre la crianza y la maternidad, que junto con la izquierda ha dejado de lado estos temas por considerar que se le haría juego al conservadurismo. Esther Vivas confìa optimista en las nuevas generaciones de mujeres y de feministas para estas conversaciones.
El libro entrelaza información histórica, trabajos feministas desde la academia y el activismo y su propia experiencia para ser madre, a través de la fecundación in vitro.
En el año 2021 el libro llegó a México y esta es una conversación a la distancia (entre México y España) y entre los cuidados.
—¿Qué cuidamos cuando cuidamos y criamos?
—El trabajo de cuidados es imprescindible para la reproducción humana, todos necesitamos que nos cuiden de pequeños, de mayores, pero se considera que este trabajo de cuidado lo harán de manera gratuita las mujeres y no reconocido y la maternidad forma parte de estos trabajos, pero es invisible y poco valorado. Pero es fundamental señalar que sin cuidados, crianzas, maternidad e infancia no hay futuro posible. No se trata de idealizarlos pero darles un valor que históricamente ha sido negado.
—¿Cuándo cuidamos, qué es lo que estamos poniendo al centro?
—Cuando hablamos de cuidar hablamos de algo que es esencial para la reproducción humana, pero cuidar y criar -me refiero no solo a nuestras criaturas, sino a las relaciones personales, pareja, medio ambiente-, son tareas no valoradas por el mercado porque se considera que no dan beneficio económico, pero si este sistema funciona es porque hay personas que cuidan y crían.
Por otro lado, sin este cuidar de las relaciones personales, del otro, damos la espalda a la esencia misma de lo que significa el ser persona, es decir, la vulnerabilidad es algo inherente al ser humano, la dependencia, y como sociedad no podemos dar la espalda a esto. El sistema capitalista niega esta realidad y supedita lo que es la vida a lo productivo.
Repensar la maternidad y crianza implica repensar cómo gestionamos el cuidado en las relaciones personales desde un punto de vista de la gratificación personal y colectiva y desde el reparto de estas tareas de cuidados porque esto repercute en beneficio de todos.
—En mi experiencia cotidiana he sentido que para poder cuidarme, tengo que descuidar a mis hijas. Y me parece una paradoja muy fuerte. ¿Es posible que encontremos una forma de que coexistan?
—Esta sociedad, este sistema como está organizado dificulta el cuidado en lo personal y en lo colectivo, entonces de aquí como tu planteas, “para cuidarme a mí misma tengo que descuidar”, pero esto no debería ser así, cuidar como una tarea colectiva, responsabilidad de todos, debería ser una tarea gratificante, cuidar de los otros no debería de implicar descuidarme a mí misma, pero sí que sucede de este modo.
Al mismo tiempo vemos una sociedad en que, como se entienden las relaciones humanas, el cuidar es una carga: o somos madres o somos libres. En esta sociedad el cuidado per se es una carga porque lo que se valora es triunfar, el individualismo, el ser mejor y esto está reñido con lo que implica la vulnerabilidad de las personas. Deberíamos plantearnos otra mirada de lo que significa el cuidado a otros, en un sentido contrahegemónico. Cuidar entendiendo el cuidado como una tarea colectiva y que conecta en el centro de la organización social las necesidades de las personas.
Mi experiencia personal se enmarca en una sociedad individual, patriarcal, capitalista, en mi experiencia personal confronto muchas de las dificultades que viven otras mujeres porque al final nuestra maternidad está supeditada a los dictados de un sistema capitalista que no perdona. Hay que mirar a la maternidad cruzada por otras desigualdades, más allá de la de género: clase social, raza.
–En tu libro citas a Emma Clit y la implicación de que las mujeres no sólo hacemos el trabajo físico, sino también la llamada “carga mental” que implica pensar, organizar, hacer posible el cuidado. ¿Es que nunca podemos desconectar?
–Cuidar es cansado cuando tienes que cuidar sola, por obligación, en un trabajo precario, cuando implica renunciar a tu propia vida. El problema es cuidar en esta sociedad patriarcal y capitalista. El problema no es el cuidado, si no esta sociedad capitalista y patriarcal.
–Cuidar en comunidad, ¿es una imaginación? ¿Cómo hacerlo posible?
–Por un lado cada vez más se plantean iniciativas de cuidado y crianza colectivas, pero son en los márgenes de la sociedad y promovidas por determinados perfiles de madres, familias, padres, clase media, media alta, que plantean un modelo contrahegemónico de sociedad que pueden mostrar que otras prácticas sean posibles. Pero el reto está en cómo generalizamos un modelo de crianza que sea acogida por esta sociedad, no desde una perspectiva colectiva sino también de los derechos y es fundamental que el Estado garantice derechos básicos vinculados a la maternidad: parto, maternidad más gozosa, más feliz, hacia políticas que permitieran cuidar, transformado el modelo educativo, marcando que la educación no quede marcada a lo colectivo.
Esto es cambio individual, colectivo y políticas públicas que garanticen estos derechos, si no se convierten en privilegio de clase, como lo hemos visto en el parto respetado, la lactancia materna. No se trata de idealizar o esencializar la maternidad, no es así, cada una hacemos lo que podemos. Hay que reivindicar los derechos de la maternidad.
-¿Cómo lo hacemos? Parece que esto sólo importa a quienes somos madres o tenemos hijes bajo nuestro cuidado.
–Cuando pensamos en replantear maternidad y cuidado estamos pensando que para que otra crianza sea posible, otra sociedad debe existir. No es posible transformar cómo marternamos si no cambiamos este sistema, modelos de organización laboral, organización de las ciudades, que están contrarias a la vida y contrario a la maternidad y a la infancia.
–¿Qué otro valor darle a la crianza que no sea el productivo?
–A la infancia solo se le valora desde el consumo, así como consumistas tienen un valor para el mercado, y a las madres solo se les valora como productoras de la mano de obra que necesita el Estado y como garantes de un trabajo de cuidados que deben realizar las mujeres de manera gratuita y sin darle valor a estas prácticas. Lo que deberíamos poner en el centro es el hecho de que cuidar de las personas, el medio ambiente, es necesario para la reproducción de la vida y de la sociedad humana, y esto debería ser una responsabilidad de todo el mundo y una tarea a la que se diera el valor esencial que tiene.
–Siento que estamos cada vez más atrapadas: siento que no hay tiempo para pensar, imaginar, actuar, para alcanzar a construir otra sociedad y por lo tanto otra forma de criar.
–Es muy importante que desde el feminismo, desde las izquierdas se plantee otra mirada. Lo que significa la maternidad, crianza, familia porque estos temas han sido patrimonio de los sectores más conservadores, desde una perspectiva que no tiene en cuenta diversidad familiar, mujeres.
En cambio a menudo la izquierda y los feminismos han dejado estas cuestiones en mano de sectores más conservadores, considerando que defender la maternidad y familia es hacerle el juego a la derecha, creo que estas cuestiones son temas en disputa con el patriarcado, con estos sectores más reaccionarios y hay que pensar la maternidad desde una perspectiva progresista, porque si no seguimos dejando algo tan importante como el cuidado, derechos de madres o infancia en manos de quienes vulneran nuestro derecho a vivir como mujeres y supeditan la vida a lo productivo y mercado. Es aquí donde se tiene que abrir una brecha y esta nueva generación.
Y afortunadamente hay indicios hacia dónde andar: plantear la crianza desde un modelo contra hegemónico implica transformar la sociedad, el mercado de trabajo, modificar cómo pensamos las ciudades. Otro cuidado, otra crianza sólo es posible en otra sociedad, de ahí que sea tan difícil imaginar cómo cuidar y criar en otra manera.
Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.