La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @TurcoViejo
Como dicta la tradición, ayer por la mañana tuvo lugar el desfile militar en el que el presidente del país, en su calidad de comandante supremo de las fuerzas armadas, pasa revista de la milicia nacional. Así se curan la cruda quienes, la noche anterior, celebraron la mexicanidad —lo que sea que esto signifique— honrando a esa abstracción llamada patria que despierta arrebatos febriles sazonados en nogada.
Este es el tercer año que le toca a Andrés Manuel López Obrador presidir el desfile militar y viéndolo ahí, pasando revista, se va volviendo cada vez más incómodo el lugar de privilegio que están adquiriendo los milicos durante la llamada cuarta transformación.
Haciendo un poco de memoria (que en estos tiempos significa buscando en Google) es posible recordar que en febrero de 2012 el entonces candidato afirmaba que la milicia debía regresar a los cuarteles y aseguraba que dicho proceso no debería llevar más de seis meses. Muy distinta su posición respecto de lo que dijo hace apenas unos días cuando, ante los señalamientos de la militarización de la función pública, López Obrador hizo una elegía de las fuerzas armadas y afirmó que “nos encontramos como un tesoro, algo que no se conocía, todo un potencial para la transformación del país”.
Resulta alarmante la miopía con la que Andrés Manuel López Obrador aborda algunas cosas y es preocupante la candidez con la que se refiere a las fuerzas armadas. En la misma conferencia en la que el presidente presumía su tesorito se usaron imágenes de los soldados rescatando gente en inundaciones, un chantaje emocional de cuarta que resulta ofensivo cuando se repasan algunos de los episodios recientes y no tan recientes de la historia del país, en donde se documentan violaciones, abusos de poder, desaparición, tortura, ejecuciones extrajudiciales y un aterrador etcétera sobre el que pesa el velo marcial.
En un episodio del pódcast El café de la mañana, el periodista Alfredo Lecona enlistó 36 tareas del orden civil que han sido encomendadas a las fuerzas armadas, que incluyen los tres proyectos bandera de esta administración —el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas—, además de cosas tan dispares como el resguardo de las vacunas contra la covid-19, la administración de los aeropuertos de Palenque y Chetumal, la construcción lo mismo de cuarteles para la Guardia Nacional que de sucursales del Banco del Bienestar, la entrega de fertilizantes, la distribución de libros de texto gratuito… entre muchas otras.
A pesar de esto, a pesar de que la Guardia Nacional iba a tener mando civil y terminó teniendo mando militar, a pesar de que es más que frecuente encontrarse convoys circulando por las calles o por las carreteras, a pesar de todo, el presidente insiste, con esa cándida terquedad que le caracteriza, en señalar que no está militarizando el país. Pero la sabiduría popular, que por algo es sabía, dice que si algo se ve como pato, hace como pato y camina como pato…
La devoción de López Obrador por las fuerzas armadas no es nueva. En la misma declaración de 2012 en la que decía que los milicos regresarían a los cuarteles en seis meses también dijo que “no debe seguir exponiéndose al ejército, ni socavarlo” y también que “es una institución que debemos cuidar todos”. En otras ocasiones se ha referido a la milicia como una institución con una honestidad a toda prueba y también la ha calificado como incorruptible. Es como un niño jugando a los soldaditos… pero sería todavía más inocente suponer que el presidente no sabe lo que está haciendo o que de verdad es tan inocente para creer lo que afirma.
Se dice que a un gobierno de izquierda le sigue uno de extrema derecha. Lo grave aquí es que Andrés Manuel López Obrador ha vendido la idea de que su gobierno es de izquierda, cuando en realidad es tiene más elementos conservadores que lata de conservas. Pero como ya hay quien se la creyó, hay grandes posibilidades de que luego de la administración del tabasqueño venga un gobierno de extrema derecha, que tendrá una plataforma militarizada perfectamente aceitada y en funcionamiento.
¿Se imaginan a un gobierno panista respaldado por Vox con los militares metidos hasta la médula en la administración pública? Parece pesadilla, pero puede convertirse en anécdota.
Y para allá vamos, con paso redoblado.