Oxímoron
Por Andy Hernández Camacho/ @andybrauni
La lactancia materna es un tema que me atraviesa y sobre el que he pensado bastante en los últimos años. Soy madre de un niño de 2 años. He estado vinculada durante años a diversos movimientos sociales, culturales y comunitarios. El feminismo es importante para mí, tanto en la esfera personal, como en la política y en la laboral. Actualmente sigo dando teta a Nicolás, aunque para mí este hecho no ha sido constituyente de mi identidad o de mi posición en el mundo…o quizá un poco sí.
Me explico…cuando la maternidad, el trabajo reproductivo y el productivo me lo permiten, sigo con atención las opiniones y debates sobre el tema de la lactancia que, simplificando mucho, se puede resumir en dos posturas. Por un lado, existe una corriente que apuesta fuertemente por la lactancia materna prolongada y a libre demanda, y que por lo general se vincula a la “crianza con apego”. Esta corriente grita a los cuatro vientos los beneficios de la lactancia materna para les niñes, tanto a nivel físico como en su desarrollo emocional, esto respaldado por la comunidad médica, con instituciones que pesan bastante como la Organización Mundial de la Salud y que a su vez sitúa a buena parte de la opinión pública en un marco prolactancia. Además, estos estilos de lactancia y crianza se han convertido para muchas en una oportunidad para poner el trabajo de cuidados al centro y reivindicar su importancia en la sociedad.
Por otro lado, y con esto me refiero literalmente a un polo completamente opuesto, encontramos posturas que consideran este estilo de crianza muy útil y conveniente para el patriarcado, que a través de la lactancia a libre demanda y lo que este trabajo implica, parece haber encontrado una nueva forma de devolver a las mujeres a la esfera de lo reproductivo, de lo privado, pero disfrazándose de libertad y elección personal.
A nivel personal, hay algo que me produce bastante rechazo en cuanto a opiniones que vienen indistintamente de una u otra postura: cierta superioridad moral desde la que parten ambos posicionamientos. Pues pareciera que quienes elegimos la lactancia o la crianza con apego no somos capaces de darnos cuenta de la trampa del patriarcado, es decir, que en realidad, no estamos eligiendo libremente, sino bajo presiones sociales y mandato de género. Y a las mujeres que deciden no amamantar a sus hijes, se les culpabiliza de no tener la suficiente información, de no saber lo que es mejor o que no han recibido suficiente apoyo para consolidar la lactancia, incluso, pareciera que optaron por la elección fácil.
En el tema de la lactancia, las presiones sociales son múltiples. Por un lado, existe una creciente presión, tanto por parte de la comunidad médica como de otros agentes y también entre las propias mujeres, para que las madres den la teta a sus crias, pues es lo mejor para ellas, al mismo tiempo los sectores de mujeres y colectivos pro lactancia señalan lo hipócrita de estas recomendaciones, pues no se hacen acompañar de medidas ni políticas de apoyo real a la lactancia para llevarla a cabo, ni en el sentido material ni en el emocional. Además, la lactancia está socialmente admitida en bebés de corta edad, pero ya no es bien vista cuando supera el primer año de vida.
Bajo mi punto de vista, ambas cosas son ciertas. Lo que no se apoya, precisamente, es la libertad de las mujeres a elegir, dando por hecho que cuando lo hacemos, elegir, las mujeres no contamos con criterios suficientes o no hemos analizado los mandatos de la sociedad patriarcal.
El feminismo ha logrado construir un fuerte consenso en torno a la libertad de las mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos, y esto implica, por ejemplo, la elección de cómo, cuándo y con quien deseamos mantener relaciones sexuales, y si deseamos o no ejercer nuestra maternidad
Cada una elegirá, teniendo en cuenta su situación personal, emocional, económica, social etc. Pensar que las mujeres no podemos hacerlo es cooptar nuestro derecho a elegir sobre nuestros cuerpos…nuestras vidas mismas. Pero, ¿no ocurre lo mismo cuando asumimos que otras mujeres tienen menos o peores criterios que “nosotras” para decidir sobre su estilo de lactancia y crianza? Lanzo esta pregunta sin obviar, claro, que no vivimos en un mundo ideal, sino que las mujeres nos enfrentamos con innumerables barreras y desigualdades en todos los ámbitos de la vida, y que éstas influyen en todas nuestras decisiones vitales, también sobre la maternidad y la lactancia.
La experiencia de maternar es completamente distinta en función de nuestro propio contexto, nuestra historia, nuestras posibilidades y limitaciones. Por eso, una mujer puede vivir la lactancia con felicidad y plenitud, otra como una imposición y ambas son ciertas, porque su vivencia y su sentir es real.
Mi experiencia como mujer activista, con formación universitaria y feminista, me ha hecho vivir mi maternidad y mi lactancia de una determinada manera, y de ahí se desprendes MIS elecciones. Pero lo que yo considero que es bueno para mi, lo que para mi ha funcionado, quizás no es lo mejor para ti o para otra, o simplemente para otra mujer no funcione.
Algunas mujeres con las que tengo la oportunidad de platicar en mi cotidianidad, con una historia de vida diferente a la mía, viven estas opciones de manera distinta.
Pienso que como madres no deberíamos caer en el juego patriarcal de imponer discursos polarizados y moralizantes. No hay malas madres, ni buenas madres. No hay manuales correctos o incorrectos. Hay cosas que no dependen sólo de nosotras y de nuestras buenas intenciones, sino de un sistema que nos impone un ideal de maternidad pero que después no garantiza las condiciones para hacerlo.
Mientras tanto elijamos qué consejos recibir, no juzguemos y busquemos acompañarnos, siempre desde la empatía. Pero sobre todo, recordemos que la lactancia es solo una de las mil maneras que existen de nutrir y vincularnos con les hijes.