Las inundaciones provocadas por el desbordamiento del arroyo “El Seco” los pasados 23 y 24 de julio, no son las únicas que han afectado a cientos de familias en Zapopan, tres años atrás las y los habitantes de la colonia Lomas de Tabachines experimentaron una tragedia de magnitud semejante.
Este es el relato de Tere y su familia, quienes, el 10 de junio de 2018 se vieron sorprendidos por el caudal que trajo una lluvia intensa y la corriente desbordada de un canal de aguas negras. Hasta ahora no han conseguido reponerse de las afectaciones, pues año con año tras la llegada del temporal la historia y el miedo vuelven a repetirse.
Por Christian Noé Cantero Mora // @ChristianCantero // @christian_ch_malviviente
La tarde del domingo 10 de junio del 2018, en la calle Manzanos de la colonia Lomas de Tabachines en Zapopan, Jalisco, Tere se encontraba en su casa doblando ropa junto con su hija mientras su esposo lechereaba (impermeabilizar) la azotea.
A un par de cuadras de su casa se encuentra un canal de agua sucia que, por la falta de infraestructura adecuada y la mala planificación de las zonas urbanas, terminó desbordándose aquel día, arrasando con todo lo que tuvo a su paso, llevaba consigo troncos, bolsas de basura, sillones, llantas, piedras, lodo, escombro y hasta los autos de los vecinos de la colonia.
“Como pude solo le pasé a mi hija, se la di a mi esposo, agarré las llaves, un suéter, una bolsa y alcancé a cerrar la puerta, comencé a subir la escalera y el agua subía conmigo… Al último paso que di para llegar arriba, la corriente casi arrastra la escalera”, relata como una travesía todo lo que tuvo que hacer para salvarse de aquella fuerte corriente intempestiva.
Fueron menos de 10 minutos lo que le tomó al agua y la lluvia cubrir la casa de Tere y dejar atrapados a ella, su familia y a los vecinos de los alrededores en las azoteas de sus casas.
“Los vecinos nos alertaron, todo pasó muy rápido, apenas y nos dio oportunidad de reaccionar” dice Tere sobre ese día “Los autos corrían con el agua, salas, colchones, estufas, basura (…) fueron menos de 10 minutos y no hubo tiempo de reaccionar para nada, solamente de salvarte tú, duramos todo ese tiempo arriba en la azotea, solo con lo que traíamos puesto y con mucho frío, la lluvia aún no se detenía, con un suéter pude tapar a la niña y ya”.
La puerta de la casa de Tere se encuentra a más de un metro de altura del nivel de la banqueta, a partir de ahí su casa mide 2,70 metros de alto y, a pesar de ello, quedó hundida bajo el agua.
Y es que, las y los habitantes de esta zona han optado por construir en alto sus viviendas ya que, por más mínimas que sean las lluvias, éstas generan corrientes elevadas; advierten que, de tener la entrada de sus casas a nivel de banqueta, les costaría inundaciones con cada gota de lluvia que cae.
Tere cuenta que uno de los factores que se sumó a la tragedia de hace 3 años, fue que tenían basura acumulada de casi 22 días, ya que durante este tiempo los camiones recolectores no acudieron a cumplir con su función. A la par, lamentablemente, algunas personas ajenas a la colonia se deshicieron de sus desechos tirándolos al canal de agua sucia, lo que ocasionó que se obstruyera y después desembocará sobre las casas.
Al final de la cuadra donde se ubica la casa de Tere, hay una boca de tormenta que quedó bajo los escombros de una pared que colapsó justo encima. Con el agua acumulada en esa zona, la corriente formó un río sin cauce que chocó con un taller de carpintería y una cochera, destruyendo y sumando restos a lo que venía arrastrando la corriente.
Hasta este momento, ser alcanzado por el nivel del agua o golpeado por los escombros hubiese sido fatal.
Solo a unas casas de diferencia (a contra esquina) de donde vive Tere, estaban sus hermanos, su cuñada y su sobrina que alcanzaron a subir a unas escaleras de metal que daban a una segunda planta, como al resto de los vecinos, a su vivienda el agua ingresó de manera sorpresiva; sólo les quedó salir por una ventana esperar.
Foto de las escaleras de metal
En opinión de Tere, de haber subido más el nivel del agua, probablemente no habrían sobrevivido:
“Vi a mi hermano en el primer nivel de su casa resguardándose ahí, donde justo frente de él había dos camionetas haciendo giros con el agua, arriesgándose a un impacto, un golpe, y mi cuñada, que tiene una hija con discapacidad auditiva, estaban arriba de una escalera y no podían moverse a otro lado, estaban alcanzados por el agua, si hubiese subido un poquito más, tal vez ellos no lo contaban” así recuerda Tere sobre el día de la inundación.
“Toda la gente perdió todo”
Justo al lado de la casa de Tere hay unas escaleras por donde transitan las personas de la colonia. Estas escaleras son necesarias por las condiciones inclinadas de la estructura que tiene el suelo de la zona. Ahí, recuerda, el agua llegó impactando de frente ventanas y puertas, destruyendo vidrios y entrando invasora y de golpe por todos lados.
A su hogar la corriente del agua ingresó también destrozándolo todo, moviendo objetos de su sitio; de la sala los sillones, de las habitaciones los colchones, la ropa; despegó la taza del baño, arrancó las puertas, vació y destruyó el espacio habitable.
Casa de Tere durante la inundación y tres años después (zona de la sala)
“Perdimos todo” dice Tere al recordar lo que vio cuando el nivel del agua bajó y les permitió abrir las puertas de su casa “solo nos quedamos con lo que traíamos puesto, en cantidad no te lo puedo decir, pero es de imaginar (sala, refrigerador, estufas, camas, colchones, televisión, platos, la ropa, etc) todo el esfuerzo que haces en toda tu vida… es mucho”.
Casa de Tere durante la inundación y tres años después (zona de la cocina).
La hija de la señora Tere solo tenía 5 años cuando se enfrentaron a esta situación; sin embargo, la experiencia de la tragedia les orilló buscar ayuda psicológica. Además, la niña padece de acidosis tubular renal y todos sus documentos y archivos médicos los perdió en la inundación, lo mismo sucedió con sus actas de nacimiento, credenciales, fotografías etc.
“Para tener lo que tengo, ya después de tres años aún nos faltan muchas cosas, (Como documentos importantes) hasta la fecha batallo para que le den servicios a mi hija porque perdí la cartilla de vacunación y me la piden en el centro de salud, hay que hacer muchos trámites para poder atenderla” explica.
Amigos, familiares y compañeros de trabajo fueron quienes inicialmente les ayudaron poco a poco a salir adelante, a subsanar las necesidades más apremiantes y, después, a intentar volver a la “normalidad” tras todo lo perdido:
“Bendito Dios mi casa sirvió de centro de acopio, me llegaba ayuda y (como todo estaba invadido por los escombros del accidente) no había donde ponerlo, apenas llegaba se distribuía a quien más lo necesitaba. “Llegaban las despensas, pero ¿Con que cocinamos? O ¿Dónde? Si no teníamos ni donde sentarnos, no teníamos nada, así como entraba la ayuda, salía”.
“Lo poquito que te daban de ropa o, mejor dicho, lo que podías quedarte, lo ponías en un clavito o encima del catre… son de las cosas que no le deseas a nadie, pierdes todo” comenta la señora Tere sobre los días posteriores al 10 de junio de 2018.
“Fuimos toda la cuadra y otras casas de otras cuadras, alrededor de 50 familias en la misma situación. Éramos 3 hermanos en la misma situación, así que cómo nos ayudábamos los unos a los otros si no teníamos nada”
Protección civil llegó hasta que el nivel del agua bajó, hicieron inspección sobre las estructuras de las casas para evitar daños por derrumbe y les dijeron que desalojaran sus casas, que buscaran donde quedarse “¿Pero a donde te vas, si esa es tu casa?” no hubo un refugio hasta días después.
A 3 años
Después de tres años de haber sobrevivido a la inundación, Tere y su familia aún hacen frente a los estragos del temporal de lluvias. Entre vecinas y vecinos se organizan para hacer limpieza de calles, retirar basura y el escombro que pueda obstruir el flujo de agua por las bocas de tormenta, mientras que hay quienes ayudan a conseguir camiones que recogen la basura.
Ahora, Tere tiene preparados sus documentos importantes (como los estudios médicos de su hija) un botiquín de primeros auxilios, así como un cambio de ropa para cada uno de sus hijos y su esposo. La mayoría de sus cosas están resguardadas en bolsas de plástico y cajas, “por si vuelve a pasar, mínimo rescatar algo” comparte.
Pero siempre que comienza a llover aflora su preocupación, tanto ella, como todos sus vecinos se siembran en las ventanas vigilantes del nivel del agua, prevenidos a mover los coches a otras calles para que no se inunden y mantienen comunicación a través de un grupo vecinal donde reportan el avance de la lluvia.
Y es que, la preocupación y el miedo de que esta historia se repita sigue latente, pues hay zonas de riesgo que no han sido reparadas.