Mongabay Latam
La destrucción de su hábitat y el consumo de su carne y de su piel son las principales amenazas para las serpientes. En entrevista, el herpetólogo alemán Edgar Lehr explica por qué son pieza clave en los ecosistemas
Texto: Michelle Carrere / Mongabay Latam
PERÚ.- Unas 4000 especies de serpientes existen en todo el mundo y el 12 por ciento de ellas está amenazada de extinción, asegura el herpetólogo alemán Edgar Lehr. Para crear conciencia en la población sobre la importancia de conservar a estos animales, todos los 16 de julio se celebra a nivel mundial el Día de la serpiente.
Desde 1997, Lehr recorre el Perú en busca de estos tan temidos como venerados animales, considerados por diferentes civilizaciones como símbolos de sabiduría, riqueza, fuerza, salud, inmortalidad y también muerte.
Lehr fue el primer biólogo en entrar en 2002 al bosque de protección Pui Pui, en Junín, para conocer a las especies de ese ecosistema; ha descubierto dos especies nuevas de serpiente para la ciencia y ha reunido, durante sus expediciones por la Amazonía, la puna y la sierra peruana, experiencias extraordinarias.
Mongabay Latam conversó con él acerca de su trabajo, de sus aventuras buscando serpientes en medio de la selva y debajo de las rocas, y sobre la importancia de proteger a estos reptiles, piezas clave en el equilibrio de los ecosistemas.
—¿Cuál es el rol que cumplen las serpientes en los ecosistemas?
—Son muy importantes para balancear las poblaciones de otros animales. Permiten controlar y reducir plagas como ratones, pero el problema es que los campesinos las matan porque creen que todas son peligrosas, venenosas y que pueden matar a una persona. No hacen distinción entre aquellas que son inofensivas y las que no, y sin serpientes en estas zonas hay más ratones. El problema es que cuando las personas tienen una idea acerca de algo es muy difícil que cambien de opinión.
—¿Esa situación ha puesto en riesgo a las serpientes?
—A las serpientes que están en los campos y en las ciudades, sí, porque las personas cuando encuentran una la matan. Muchas veces mientras estoy trabajando en el campo encuentro serpientes que las personas han matado y yo las recolecto para estudiarlas.
—¿Qué otras amenazas tienen estos animales?
—Principalmente la destrucción de su hábitat, pero también las serpientes son capturadas para el consumo de su carne y su piel. La piel de las anacondas, de las boas y hasta de las pitón es utilizada para la fabricación de objetos como carteras, billeteras, cinturones o incluso instrumentos musicales. Es un problema, pero faltan explicaciones. No sabemos mucho sobre las serpientes, no sabemos cómo viven.
—¿El hecho de que sean animales poco carismáticos los pone en mayor peligro que otras especies?
—En la sierra se escuchan historias como que existe una serpiente muy grande que se come a los bebés. Es una leyenda, no es verdad. Las serpientes no quieren tener contacto con los humanos. Son rápidas y quieren escapar de las zonas urbanas. El problema se da únicamente cuando estamos muy cerca de ellas o cuando están atrapadas.
Al mismo tiempo en la sierra también usan las serpientes para hacer medicinas. Ponen el cuerpo dentro de una botella con alcohol y eso lo usan para controlar infecciones y también usan la piel como una venda para curar fracturas. Es muy común en la Amazonía, en la puna y en la sierra de Perú. Por algo las serpientes son el símbolo de la medicina.
—¿Ha estado en problemas alguna vez por estar muy cerca de una serpiente?
—Sí, una vez en la Amazonía, en un camino encharcado, me puse a buscar ranas. De pronto vi que mi colega rápidamente cogió el machete y golpeó con él donde estaba mi mano. “¡Qué estás haciendo, no ves que ahí está mi mano!”, le dije. Pasó que había una serpiente peligrosa y él impidió que me mordiera. Es peligroso sobre todo cuando estás lejos de un pueblo. Por eso siempre cuando trabajo estoy muy atento, observando la zona, el camino por donde ando y también arriba mío, porque puede ser muy peligroso si te muerden en la cabeza.
—¿Recuerda alguna experiencia en particular que lo haya sorprendido?
—Algunas serpientes son muy agresivas. Una vez en la Amazonía estaba caminando por una carretera de tierra en la noche, buscando animales, y cruzó una serpiente grande, de un poco más de dos metros. No era venenosa, pero era muy agresiva, levantaba la cabeza como una cobra.
—Entonces buscan serpientes en la noche…
Depende de la zona. En la Amazonía las serpientes son muy activas en la noche.
—¿Eso dificulta la búsqueda?
—Necesitas lámparas. Pero cuando las serpientes están activas no es tan difícil encontrarlas. De todos modos es cosa de suerte. No es que vayamos al campo y digamos hoy vamos a buscar a esta especie en particular. Eso no es posible. En la puna es diferente porque hay menos vegetación, tienes que buscarlas debajo de las piedras.
—¿Viene constantemente a Perú?
—Normalmente viajo a Perú todos los años, pero el problema ahora es la covid. La última vez fui en 2019 y este año quería regresar en julio para hacer trabajo de campo. El problema es que aunque tengo los permisos del Ministerio, no tengo acceso a esa zona porque en mayo hubo una masacre, mataron a unas personas y la policía tiene prohibido ingresar a esa zona.
La combinación de covid e inseguridad es mucho. Decidí posponerlo para el próximo año. Por el momento estoy terminando una publicación sobre un sapo nuevo con colegas de Perú.
—¿Cómo impacta en su trabajo el problema de la inseguridad que existe en los territorios?
—Una vez me fui a Ayacucho. Yo sabía sobre la situación de pobreza, sobre Sendero Luminoso, pero quería conocer la zona.
Normalmente la gente siempre quiere ayudarnos a buscar animales, pero ahí las personas tenían miedo de trabajar en la noche porque pensaban que podían venir terroristas y matarlos. Querían regresar a su casa a las cinco de la tarde, entonces solo nos fuimos con una persona. Estuvimos entre 9 y 11 de la noche buscando con linternas en una quebrada pequeña y cuando regresamos al pueblo estaba esperándonos un grupo de cinco policías armados.
Habían visto luces en el bosque y pensaron que podíamos ser narcotraficantes o terroristas. Nos dijeron que habíamos tenido suerte porque ellos eran policías y preguntaban. “Otros no preguntan y usan sus armas directamente”, nos dijeron. Al día siguiente nos fuimos porque para mí fue suficiente, no quería arriesgar mi vida.
—¿Volvió alguna vez?
—A Ayacucho nunca más.
—¿Generalmente se apoya con gente local para hacer sus expediciones?
—Siempre. Tengo bastantes buenas experiencias con amigos que me ayudan y siempre preguntan cuándo voy a regresar. Me ayudan a buscar, conocen la zona y les interesa saber más sobre los animales. Además, cuando trabajamos con gente local tenemos la protección de la comunidad. Por eso siempre vamos al lugar una o dos semanas antes de empezar el trabajo de campo, para armar el plan, organizar todo. Es importante porque ellos hablan sobre nosotros. Saben que va un extranjero y personas de Lima para buscar animales y también es importante para que los narcotraficantes tengan la información. No queremos que ellos piensen que los estamos buscando.
Entonces buscan el visto bueno de ellos para poder hacer el trabajo
Sí, porque cuando estás lejos, en la naturaleza, a 30 kilómetros de un pueblo, no quieres tener problemas con personas.
—¿Alguna vez ha estado en peligro?
—Una vez dormimos muy cerca de una trocha por donde transportan cocaína durante la noche. Mis colegas tenían bastante miedo. Yo estaba muy cansado así es que me dormí. Estaba tranquilo porque sabía que los narcotraficantes estaban informados de que nosotros no éramos un peligro para ellos.
—¿Cómo descubrió a las dos especies?
—Una de las serpientes la encontré sobre una piedra en la sierra de Ancash. Era muy pequeña, delgada y muy bonita, con colores rojo y amarillo. Nunca la había visto y resultó que era nueva.
El otro descubrimiento fue mientras trabajé en la colección del Museo de Historia Natural en Lima con la doctora Nelly Carrillo. Ella tenía en un frasco una serpiente que no sabía a qué especie correspondía y yo le propuse hacer una colaboración. Los datos decían que la habían recolectado en Apurímac y entonces me fui a una expedición para buscar más. Estando allá le pedí a un campesino que me ayudara a recolectar serpientes y cuando volví un mes después, él me entregó dos más. Con ese material pudimos describir a la especie.
Luego me fui a Brasil, donde se encontraba la colección más grande de serpientes del mundo, en el instituto de Butantan, para comparar esa especie con otras y entonces confirmé que se trataba de una nueva.
Años después, en 2010, el Butantan se incendió y se destruyó todo. Es una pena para el mundo.
—¿Por qué le gustan las serpientes?
—El diseño de su cuerpo, que tengan una vida sin piernas, pero que a la vez sean muy rápidas, me parece fantástico. Además, siempre me ha fascinado la variación de colores que tienen. Algunas son fantásticas con colores negro, rojo y blanco. Otras son naranjas y verdes. Es muy bonito.