Por Deja de Chingar / @DejarDeChingar
El machismo es una ideología que considera a las mujeres —y a otras identidades— como inferiores a los hombres. Esta ideología prioriza una forma concreta y rígida de ser hombre: la masculinidad hegemónica. El típico macho mexicano es buen ejemplo de esta masculinidad: un tipo violento que presume de su fuerza, de su galantería con las mujeres y que desprecia lo femenino (misoginia).
El machismo fomenta y se vale de la masculinidad hegemónica para que, mediante la violencia, podamos seguir dominando a las mujeres, a otros hombres, a otras identidades y a otros seres. El machismo perjudica principalmente a las mujeres, pero no solamente a ellas.
La antropóloga Rita Segato dice que los hombres somos las primeras víctimas del mandato de masculinidad. ¿En qué consiste? Desde que somos niños, se nos educa y socializa para ser muy hombres, para hacer o no hacer ciertas cosas. Existen una serie de presiones —sobre todo por parte de nuestros pares— para que nos acerquemos a la masculinidad hegemónica y nos alejemos de lo considerado femenino.
Sentirse fuera de lugar por practicar bailes de salón, equivocado por querer demostrarle afecto corporalmente al padre, tener baja autoestima por no saber ligar, ser privado de juguetes como microhornitos o muñecas. Son algunas respuestas que recibimos en redes cuando preguntamos a los hombres cómo les ha afectado el machismo y que ejemplifican el mandato de masculinidad.
Estas presiones nos negaron la posibilidad de desarrollar ciertas habilidades como cocinar, cuidar de otras personas, demostrarles cariño, disfrutar del baile y de nuestro propio cuerpo. Desde entonces fuimos aprendiendo que había una mala forma de ser hombre: “no hagas eso, tú eres un hombrecito, no seas niña, no seas joto”.
Esta forma rígida de ser hombre nos encasilla y limita. La masculinidad hegemónica no es estática, sino que para reproducirla hay que estar dominando y violentando a otras personas constantemente. Estas lógicas de la masculinidad acarrean problemas serios para todas, para todos, para nosotros mismos. Veamos.
De acuerdo con el INEGI, la esperanza de vida de los hombres en México es de 72 años, 6 menos que las mujeres ¿A qué se debe esa diferencia? Nosotros creemos que está vinculada con nuestro poco o nulo autocuidado: vamos al médico solo cuando estamos muy enfermos, nos alimentamos mal y nos exponemos a situaciones que ponen en riesgo nuestra vida.
Además, la identidad masculina está vinculada con la violencia En el más reciente estudio global en homicidio, la ONU reporta que el 81% de las personas asesinadas en el mundo somos hombres. Este dato aterrador se cruza con otro mucho más contundente: el 90% de los asesinos en el mundo somos hombres. ¿Qué significan estos dos datos cruzados? Que, mayoritariamente, los hombres nos estamos asesinando entre nosotros. Entendemos que esos asesinatos —ocurridos principalmente en un contexto de actividades criminales— son el pico más alto de la violencia con la que nos relacionamos los hombres y que de base están las riñas, el relacionarnos con ofensas (hasta para los hombres que queremos), reuniones entre colegas mediadas por excesos, etcétera.
No menos grave es la violencia que ejercemos contra nosotros mismos. En México, según el INEGI, los hombres tenemos una tasa de 8.9 suicidios por cada 100 mil hombres (5,454) y las mujeres de 2 por cada 100 mil (1,253). Esto puede deberse a que, culturalmente, a los hombres se nos ha negado el reconocimiento y expresión de una emoción diferente al enojo. No solemos desarrollar inteligencia emocional y creemos que seremos sancionados por pedir ayuda; lo peor es que en algunas ocasiones esta sanción sí ocurre.
Hay otros más que podríamos tener en el horizonte. Por ejemplo, que México tiene un servicio militar obligatorio para hombres. O que el 39% de los hombres del mundo están circuncidados, siendo esta una práctica catalogada como mutilación genital y que generalmente se realiza en la infancia.
Recapitulando: menor esperanza de vida, víctimas y victimarios de la mayoría de los homicidios, mayor tasa de suicidios, servicio militar obligatorio y mutilación genital. Tenemos muchos problemas en tanto identidad de hombres, pero todavía no hemos hecho propuestas para resolverlos.
A final de cuentas, cuando buscamos vivirnos desde otras formas de ser hombres podemos ganar mucho: tener relaciones más sanas, significativas y duraderas, disfrutar a nuestras amistades, a nuestra mamá y papá, nuestres hijes, a nuestra pareja; ser más saludables y aumentar nuestra esperanza y calidad de vida.
Por ello, compañero, te invitamos a organizarnos, a pensar diferente, a resolver nuestros problemas, a Dejar de Chingar.
Nos reunimos todos los sábados en las tardes, contáctanos en nuestras redes:
Lo que quieren es feminisar más al hombre de como esta, no les basta en como los tienen, se nesecitan hombres para proteger ala familia de depredadores sexuales, como los pedofilos qué donde ven un padre afeminados ahí atacan a sus víctimas niños.