La Hilandera
Por Rosario Ramírez / @la_hilandera
Hace un par de días vimos el último capítulo de la serie Dogs -Amigos caninos- en Netflix. Además de contar las historias de los perritos y sus personas, esta serie tiene un trasfondo social sumamente interesante. Desde Rory, un perro de servicio que acompaña a una niña con epilepsia en Estados Unidos hasta Ceclilia, la perrita que vuelve a caminar gracias a unas ruedas en Brasil, las historias de estos perros se hacen cercanas y esperanzadoras.
A lo largo de la pandemia hemos generado estrategias de autocuidado que van más allá de no salir de casa o ponernos gel antibacterial a la menor provocación. La terapia sistemática, la cita de los viernes con lxs amigxs en zoom, el ejercicio en casa, entre otras, han sido respuestas a la ansiedad y la incertidumbre. Aunque sin duda la compañía en todo este periodo ha sido fundamental, muchxs han tenido que pasar grandes cantidades de tiempo en soledad, y como dice alguna viñeta que vi hace tiempo, los más felices de que estemos en casa siempre serán nuestros perros -o gatos, dependiendo de su temperamento-.
Hace tiempo que sé que soy persona de perros. Tuve la dicha de ser adoptada por Jasson y acompañarlo en sus últimos años. Desde ahí supe que quería un perro como compañía y al tiempo vino Mali. Para algunas personas el adoptar un animal ha sido una forma amorosa de enfrentar la pandemia, sea como apoyo emocional o simplemente como animales de compañía, las mascotas se vuelven esa parte no humana de nuestra familia.
Kuri y Mali.
El año pasado, más o menos por estas fechas, escuché el llanto de un cachorrito: nos habían aventado un perro chiquitito al patio del edificio. Entre los vecinos y entre bromas le pusimos Juan, aunque conservó el nombre de Kuri (perro en Maorí). Kuri estuvo en casa hasta los tres meses y luego se fue por otros nueve a un sitio que hasta hace una semana supimos que era temporal. Hoy está de nuevo en casa, recuperándose de la esterilización que se convirtió en cirugía gracias a un tumor detectado a tiempo. Si al aceptarlo la primera vez fue salvarle la vida al no dejarlo en la calle, esta vez se la salvamos de nuevo al evitar un posible cáncer.
Recuerdo también la historia de Snow, quien fue rescatado y se unió a la familia Márquez después del terremoto de CDMX; a Rito, quien seguramente lleva más de 15 meses siendo el mejor en el home office; a Phebe, compañía canina del buen Víctor, y así muchos más.
Volviendo a Dogs, el capítulo llamado “los protectores”, cuenta la historia del padre Joao Paulo Araujo, quien por su amor y respeto por los perros articula una red de colaboración para encontrar y darle un hogar a los perros callejeros de su comunidad. Y aunque esta historia está situada en Brasil, los grupos y personas rescatistas de animales están en todos lados, cuidando y buscando la mejor opción para darle una vida digna a los perros y gatos que han sido abandonados o que no han tenido un hogar.
Un animal de compañía te cambia la vida, no sólo por la dinámica que implica tener un perro o un gato en casa, también te da horas infinitas de cariño, ronquidos, maullidos y muchos momentos que nos vienen bien ahora que parece volveremos al confinamiento gracias a la temida tercera ola -ya por favor-. Así que si quieres dar un hogar y hacer un nuevo amigo, acércate a tu colectivo de confianza o busca grupos en redes sociales, estoy segura que encontrarás a tu compañero o compañera perfecta.
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