Maroma
Por Michel Gutiérrez / integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud.
En días pasados en Maroma, tomamos el taller “Infancias, violencias y terrorismo de Estado” por parte de El Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS) y parte del gran sinsabor fue percatarnos de que nuestra urgencia social de libertad, seguridad, tranquilidad, ternura y solidaridad, es la herida de muchas zonas en varios países.
En nuestro país sabemos que el Narco-Estado nos ha quitado tanto y el temor de ser los siguientes logra inhibir. Pero tanta crudeza nos debe cimbrar: ¿Cómo resiste nuestra sociedad?
En el sur, se informó, en enero del 2020, que más de 35 niños entre 7 y 14 años que forman parte de la policía comunitaria en Acotapaxtlán, Guerrero, denunciaron estar hartos de que los grupos delictivos tomen su territorio, pues temen ser “levantados” por ellos.
A inicios de abril de este año se difundieron imágenes de unos 30 niños, de entre seis y 11 años, que se unieron a la policía comunitaria en Ayahualtempa, en el municipio José Joaquín de Herrera, en la montaña baja de Guerrero.
Vemos que en algunas comunidades, la resistencia cobra una particular forma. Pero no es sólo cuestión de verles, sino de escucharles:
“No somos sicarios, somos niños comunitarios y apoyamos en el resguardo de nuestra comunidad nahua (…) Si no hay leyes que protejan a los niños huérfanos de México ni gobiernos que nos brinden seguridad, entonces, vamos a responder con fuego a los sicarios”.
Aunque las condiciones varían de región a región, la administración del control territorial al crimen organizado por parte del Estado sigue firme. Hay centenas de colectivos en comunidades que se organizan como mejor pueden, pues sinceramente cada quien lucha por lo que está harto le atraviese a sobremanera.
En Jalisco siguen brotando fosas, siguen desapareciendo personas a diestra y siniestra, los disparos en zonas marginadas o acaudaladas no se hacen esperar, la gente teme a cada paso en las calles.
- El jueves 17 de junio terminaron los trabajos de búsqueda para dos fosas encontradas desde el 25 de abril con alrededor de 110 cuerpos, una en la colonia Alamedas de Zalatitán en Tonalá y otra en la colonia El Saucillo en Juanacatlán.
- El domingo 27 de junio desapareció José Miguel Vargas Dávalos, un joven de 22 años, quien fue encontrado muerto el martes 6 de junio.
- El domingo 4 de junio un niño de 8 años presenció cómo un comando armado irrumpió en su casa para llevarse a sus padres y, posteriormente, matarlos en la calle. Cuando llegó la policía el niño estaba junto a sus cuerpos.
- El martes 6 de junio encontraron al interior de un aljibe seis bolsas con restos humanos en la colonia San José residencial en Tlajomulco y, a la vez, una familia fue agredida a balazos en la colonia El Vergel, el padre murió. La mamá y el hijo de cinco años están gravemente heridos.
Me faltarán los nombres de todos los niñxs que tienen a sus padres, hermanos o abuelos desaparecidos, así como los nombres de todos los jóvenes y niños que actualmente están desaparecidos.
En el taller ofrecido por CALAS pudimos ser testigos de cómo colectivamente las comunidades han podido orientarse y otorgarse un refugio ante los dolores sociales a la vez que luchar por imponer la dignidad en los tratos que brinda el gobierno.
Y con nuestros recientes y constantes dolores sociales: ¿Cómo resistimos acá? Tristemente apartados y aturdidos como secuela a todas las transgresiones que ya ni podemos nombrar. Podemos ver los atroces hechos del terrorismo de Estado, pero aún no las consecuencias.
Nuestra memoria sostiene y reconstruye las identidades de los que nos faltan, para no dejarlos en el olvido en que el sistema los coloca, pero falta acompañar, escuchar la historia de los otros y movilizarnos en una exigencia firme al papel activo que necesita mostrar el Estado en la búsqueda, rescate, agilidad, transparencia, sensibilidad y garantías de no repetición a las víctimas y familiares de ellas porque el peligro al que se nos somete no respeta edades y los miedos van cambiando para nuestra infancia y juventud, cuando claramente en nuestro estado todo se reduce a desaparecer o morir.