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El proyecto de la Nuevo México en Torreón buscaba regresar a más de 200 familias que fueron desplazadas por el narco. Gobiernos presumieron su salvación con recursos, pero la antigua zona de guerra sigue muriendo. ¿Qué falló?
Texto y fotografías: Francisco Rodríguez
SEMANARIO / Vanguardia
Ilustración principal: Edgardo Barrera
Video: Lindsey Portillo / Francisco Rodríguez
TORREÓN.- La familia Cuevas López escuchó en 2014 que el gobierno emprendería un proyecto para reconstruir y repoblar la colonia Nuevo México en Torreón. Margarita López, la madre, se entusiasmó de querer regresar a la casa donde había vivido 30 años, donde empezaban a crecer sus nietos antes de ser desplazados por la violencia del narcotráfico.
Eran los tiempos de narcoguerra y en Torreón se libraba una batalla entre el cártel de los Zetas y el de Sinaloa. La Nueva México se convirtió en guarida de los Zetas, que ocuparon las casas apretujadas en el cerro para liarse a balazos y ocultar personas secuestradas, principalmente las casas de la parte alta, donde vivía Margarita López y su familia.
-No hallábamos para dónde ir, para dónde irnos –cuenta la señora.
Los sicarios se paseaban con los cuernos de chivo como alguien que se pasea en la plaza. La impunidad rondaba en cada esquina.
-La gente gritaba «ya mataron a fulano, que a una señora, que un niño, que al elotero» -recuerda.
La Nuevo México es una colonia en las faldas del Cerro de las Noas. Las viviendas están sobre callejones empinados.
La familia decidió huir cuando una noche pistoleros entraron a la casa. Estufa, refrigerador, tanque de gas. Todo se quedó. Su historia de 30 años.
-Salimos con lo que traíamos puesto -platica Margarita López desde la casa de su hija Belem Cuevas, en la colonia Zaragoza Sur, a 10 kilómetros de la Nuevo México.
Atrás dejaron la casa a donde Margarita había llegado cuando se casó a los 15 años con su esposo Martín Cuevas. Su esposo, dice ella, tiene el ombligo en la colonia. Allí crecieron sus papás y sus abuelos. Y la familia quería lo mismo para sus hijos y nietos.
La casa quedó como tumba vacía. La desvalijaron. Hasta la taza del baño se llevaron.
Por eso cuando la señora llegó a las juntas convocadas por el gobierno, se decepcionó de escuchar pretextos.
-Espérese, su casa es de las de arriba. Será la tercera etapa –dijeron.
Únicamente le pintaron media pared.
La tercera etapa nunca llegó. Y la casa de Margarita López y su familia sigue igual que como la dejaron los sicarios: en ruinas, sin puertas ni ventanas. Desmantelada. Como zona de guerra.
Proyectos como el de la Nuevo México son medidas que no atienden un problema estructural como el desempleo, el rezago educativo, la vivienda, la marginación o desigualdad.
Promesas y proyectos inconclusos
Durante la campaña para elegir gobernador de Coahuila en 2017, el ahora mandatario estatal, Miguel Riquelme Solís, difundió un spot donde presumía el rescate y rehabilitación de la colonia cuando había sido alcalde de Torreón.
En el spot Miguel Riquelme caminaba por los callejones de la colonia y a un lado se miraban las casas pintadas de colores chillones. Presumía haber hecho una inversión para el rescate. Y al final del spot, metía una canasta en la cancha de básquetbol, al mero estilo de Lebron James.
Hoy esa cancha no tiene ni aro para encestar la bola. La colonia está pintarrajeada, tapizada de grafitis y con la pintura descarapelada.
-Ya no regresó Riquelme –se queja María Cristina Salazar, 80 años. –Que regresen a terminar lo que prometió. Pura pintura de mala calidad, puras cochinadas –se queja Gabriel Casas, un septuagenario de la colonia.
La mayoría de los habitantes de ahora es gente adulta mayor como María Cristina Salazar. Llegó a la colonia cuando tenía ocho años. Antes de la violencia, la colonia era muy tranquila. Todos se conocían y se cuidaban.
María Cristina Salazar dice que ahora no hay nadie. Parece una colonia sin vida. No se miran vecinos en los callejones. Las puertas están con cadenas y candados. Ni los encuestadores del INEGI encontraron gente: en 2010 había 416 personas en esta colonia y para 2020 se redujo a 198, según el Censo de Población 2020.
-¿Ya subió? –me pregunta la vecina María Cristina Salazar. Y ella misma responde: todo está destruido.
Ella fue desplazada y vivió cuatro años de renta.
Como guía de la colonia señala las casas abandonadas.
La señora Salazar reclama que mejor les hubieran ayudado con el agua. Tampoco tienen luz.
-¿A qué regresaban si todo está destruido? –reflexiona la vecina.
-Dicen que van a vender la colonia. ¿Usted vendría? –me pregunta y le respondo que no.
La señora insiste en que hay más perros que gente. También reclama que ya van dos cuerpos que tiran arriba, que mejor deberían comprar arriba y tirar. Y esa propuesta la escucho de por lo menos otras dos vecinas: “que tiren arriba”.
“Arriba”, allá donde tiene su casa la señora Margarita López y su familia, es la parte más descuidada: casas destruidas pero pintadas por fuera. En algunas paredes está escrito en letras negras “Etapa 3”. Etapa que no llegó.
Pero no existe ningún proyecto de gobierno. “Los dueños sabrán qué hacer con esas viviendas”, dice Fernando Villarreal Cuéllar, delegado en Torreón de la Secretaría de Inclusión y Desarrollo Social del Estado.
Admite que en la parte alta de la colonia ya no existe interés por los residentes de regresar.
-Es complicada la subida. Los jóvenes ya no quieren vivir aquí, y los adultos se hicieron mayores. Es más complicado.
En algún momento del proyecto de rehabilitación y recolonización, se pensó hacer un restaurante. Pero quedó solo en la idea.
También se habló de convertir la zona en un proyecto turístico que conectara con el Teleférico, un proyecto de escaleras para que subieran corredores hasta el Cristo de las Noas, convertir la cancha en una plaza. Nada se hizo.
Del proyecto inicial del gobierno solo queda el comedor del centro comunitario.
Desplazados de la violencia
Margarita López y su familia salieron huyendo para proteger su vida y se refugiaron en la colonia Zaragoza Sur, al otro lado de la ciudad. Un sector que nació a partir de invasiones del territorio.
Así llegó también la familia. “Allí métanse”, dijo un dirigente de colonia. Y la familia echó cobijas para dormir a cielo abierto.
-Pusimos una tarima en el suelo. Mi esposo fue escarbando para enterrar tarimas, palos y levantar un jacal –recuerda la señora.
La hija Belem Cuevas menciona que llegaron a sufrir porque la colonia no tenía agua ni pavimento ni luz. Pasaron de una violencia a otra violencia.
Lo explica Tanía Díaz Chávez, socióloga con experiencia en temas de prevención de la violencia de género y derechos humanos:
-Es vivir otros factores de riesgo con casas pequeñísimas, el encierro, el hacinamiento. Salían de la violencia directa pero llegaron a otra.
Para una persona desplazada, explica Díaz Chávez, te mueve toda la expectativa de vida, los planes de desarrollo profesional, personal, una dinámica distinta.
Los planes de la familia de Margarita López eran crecer y desarrollarse en la colonia. Su casa, la cual tiene entrada por dos callejones, estaba diseñada para heredarles un pedazo a sus tres hijos.
Su esposo trabajaba en la policía municipal, lo corrieron y ahora conduce un taxi.
-Aquí son casitas muy juntas. Acá nos encerramos, encarcelados. No salíamos, no conocíamos –relata la señora López.
Erika Soto Villalobos, socióloga y maestra en antropología social, comenta que la gente tuvo que encontrar otras maneras de subsistencia sin tener una casa. Cree que inclusive muchos emigraron a otra ciudad porque encontraron una forma de subsistir fuera de la región.
-Lo único que te ofrecen es regresar a la vivienda pero no tienes empleo, no te resuelve mucho –critica.
Hasta la fecha, Margarita López dice que no se adapta a vivir en la colonia Zaragoza Sur.
¿Qué falló?
Flor Medrano, lideresa priista y habitante de la Nuevo México, recuerda que fue una sorpresa cuando oyó de una reconstrucción.
Se comenzaron a hacer reuniones cada ocho días y los funcionarios preguntaban cuál era la prioridad. Regresar a las casas era la respuesta.
Fernando Villarreal Cuéllar, delegado de la Secretaría de Inclusión y Desarrollo Social, recuerda que se realizó la primera valoración en 2014, con un censo de cuántas casas había, quiénes eran los dueños, si estaban interesados en volver y en qué condiciones estaban las viviendas: 23 estaban en ruinas.
Se comenzaron a tramitar recursos federales y evaluar cuántas necesitaban reconstrucción, cuántas requerían equipamiento, cuáles techos, paredes, puertas o ventanas.
La colonia había quedado como zona de guerra. Las paredes estaban agujeradas de los balazos. Las pintas de zetas o apodos era una postal. La colonia había sido saqueada.
-Algunas casas levantamos desde cero –asegura Villarreal Cuéllar.
El gobierno se acercó a la empresa Peñoles y una primaria que estaba en desuso se convirtió en un centro comunitario. Peñoles hizo una cancha de usos múltiples y se habilitó un comedor.
Se accedió a un programa de Comex llamado “pintando sonrisas”, con lo que se pintaron las casas de colores pastel.
-Queríamos tener un lugar alegre. Se pintaban casas que no estaban ocupadas. Queríamos convertir una imagen totalmente gris a una de colores –asegura Fernando Villarreal.
El proyecto incluía rehabilitar y habitar las 206 casas pero se llegó a un tope de 90 familias.
-Hasta ahí llegamos –reconoce el funcionario del estado.
Eso fue en 2017. Tres años después, los datos del Censo de Población 2020 del INEGI son lapidarios: se contabilizaron 128 casas en la Nuevo México, 55 habitadas. Es decir que 78 desaparecieron, se vinieron abajo o el INEGI simplemente no las consideró como viviendas.
Villarreal dice que buscaron tramitar fondos federales para seguir con remodelaciones de casas pero no se pudo. El Programa Nacional de Prevención del Delito (Pronapred), el cual era el eje central de la política de seguridad de la administración federal de Enrique Peña Nieto, desapareció del presupuesto para 2017.
-Fue difícil que volvieran personas que ya estaban establecidas en otros lados. Ya tenían uno, dos años viviendo en otra parte de la ciudad –comenta.
La socióloga Tania Díaz considera que faltó un diagnóstico profundo, científico, y con visión comunitaria, perspectiva de derechos de juventudes y de género.
La lideresa Flor Medrano recuerda que en un inicio mucha gente se apuntó pero ya no regresaron a pelear por su propiedad. A ella le hicieron un pie de casa y le acondicionaron un techo que estaba destruido. Entró en la primera y única etapa del proyecto.
Medrano menciona que mucha gente quería simplemente que les arreglaran sus casas para después venderlas, pero como vieron que no iba a suceder, ya no les importó.
Villarreal Cuéllar reconoce lo que muchas familias refieren: el temor sigue vigente. La zona, dice el funcionario, era un lugar de reclutamiento y muchas familias optaron por no traer de vuelta a sus hijos.
Familias prefirieron no regresar al lugar donde mataron, desaparecieron y secuestraron gente.
-Es muy fuerte que te hayan matado a un familiar, a un hermano, es feo volver a donde lo mataron. La gente ya no quiere recordar eso –platica un vecino que prefiere quedar en el anonimato.
Margarita López, la madre que no ha regresado, dice que la mayoría de la gente no vuelve porque sigue dolida.
-Dios es grande, varias veces nos salvó de la muerte. Los balazos nos pasaban rozando la piel –cuenta.
Su hija Belem describe que en los callejones se miraban los vecinos muertos, amigos suyos de la primaria quedaron con piernas o brazos destrozados por los balazos, otro en sillas de ruedas.
La socióloga Tania Díaz refiere que la gente vivió desapariciones y muertes, y eso genera miedo, incertidumbre, desconfianza.
Erika Soto Villalobos, socióloga y maestra en antropología social, explica que la gente si no regresa a los espacios es porque también vive otro tipo de problemáticas.
Comenta que proyectos como el de la Nuevo México son medidas estéticas que no atienden un problema estructural como el desempleo, el rezago educativo, la vivienda, la marginación o desigualdad. Soto Villalobos ha trabajado los últimos años la violencia vinculada con narcotráfico en los polígonos particularmente del sur y poniente de Torreón.
Cuando se habla de problema estructural -dice la especialista- se trata de un problema de desigualdad que el estado no combate y que cree no puede combatir.
-Se vio mucho el afán de regresar la vida a los espacios, de proyectos de infraestructura, de rehabilitación, de pintura, pero con eso no se ataca el problema de raíz. No tienen la posibilidad de transformar –ahonda Soto Villalobos.
Añade que el proyecto tenía como base regresarle a las familias lo más elemental que es la vivienda, algo a lo que todos deberíamos tener derecho. Pero no representa todo lo que una persona o familia necesita para subsistir.
-Lo que hace emigrar a la gente es la situación económica. Por muy bonita casa, si no hay trabajo te vas a mover.
Empleo por ejemplo, es lo que pide “Rodrigo”, un habitante de la colonia que pide no ser identificado. Dice que cuando comenzaron las juntas prometieron que facilitarían trabajo.
Rodrigo es albañil, carpintero o pintor y asegura que por ningún lado encuentra trabajo.
-Que nos echen la mano con empleo, por eso hay delincuencia, hay robos –reflexiona el ciudadano que arregla un mueble sobre un callejón de la colonia.
Erika Soto critica que el papel del estado es el de gestionar la desigualdad, y opina que existen esos sectores marginados porque es necesario para la reproducción de un sistema económico que necesita a quién explotar, una mano de obra barata, una mano de obra no profesionalizada.
La experta considera que lo mínimo que podía hacer el estado era lo que intentó hacer: propiciar las condiciones para regresar a lo que quizá era lo único que tenían: la vivienda. Sin embargo, lamenta que cuando se intentó repoblar la colonia, no se hizo con profundidad, pues se intentó regresarlos a donde mismo.
-Aunque sea una casa pintada y tengan servicios, las condiciones siguen siendo las mismas –critica.
La socióloga Tania Díaz Chávez, ahonda en que los fenómenos y problemas sociales responden a varios factores, no a una única causa.
-El factor estructural obedece a cómo está organizada la sociedad, todo lo que deriva del modelo económico capitalista y neoliberal. De allí se desprenden factores sociales, políticos que contribuyen a que las zonas históricamente marginadas y en situación de pobreza, difícilmente salgan de ahí si no se cambian las estructuras.
El delegado Fernando Villarreal argumenta que se intentó revivir la colonia de diversas formas. En la cancha que hoy está desmantelada, se tuvo un concierto de la Camerata de Coahuila. Se tuvieron eventos para niños, cursos de corte y belleza, talleres de ecología, cursos de repostería, clases de baile, talleres de cultura ambiental, y muchos más.
Flor Medrano, habitante de la colonia, comenta que la gente descuidó lo que se hizo en su momento y afirma que faltó interés para que el proyecto siguiera.
Esa responsabilidad de la misma comunidad la entiende la socióloga Tania Díaz como las consecuencias del modelo económico que fortalece el individualismo. Dice que es una ideología que se absorbe sin darnos cuenta: primero yo, luego yo, después yo. Un individualismo que se acentúa con el miedo.
En un sistema de desigualdad predomina precisamente el individualismo, explica Erika Soto.
-Ahí es donde esta perspectiva individualista es lo que perjudica en la forma como nos relacionamos y que es un mecanismo de reproducción de desigualdad –reflexiona.
Faltó un diagnóstico profundo, científico, visión comunitaria, perspectiva de derechos de juventudes y de género.
¿Cuánto se gastó?
Según Fernando Villarreal Cuéllar se invirtieron alrededor de siete millones de pesos en el proyecto, aunque en su momento se habló de 12 millones de pesos.
La secretaría Infraestructura Desarrollo Urbano y Movilidad informó en una respuesta a una solicitud de información que fueron 5 millones 29 ml 446.76 pesos los invertidos para rehabilitar apenas 50 casas de más de 200 que se tenían en el inventario.
El desglose de los trabajos, según la secretaría de Infraestructura, consistió en demoliciones de estructuras, muros de block, losa de concreto, firme de concreto de 950 metros cuadrados, piso cerámico 42 metros cuadrados, enjarre de 5 mil 915 metros cuadrados, registros sanitarios, cocina, tarjas, coladeras, puertas de madera de tambor, enyesado e instalación de ventanería.
Cuando se solicitó el contrato por los trabajos, la secretaría de Infraestructura informó que el mismo lo había formalizado la secretaría de Finanzas, pero que era el LO-N205-2014 “Recolonización de colonia Nuevo México (1 Etapa) por 4 millones 800 mil 469.43 pesos al contratista Obras y Recubrimientos S.A de C.V.
La secretaría de Finanzas negó tener el contrato.
También se intentó obtener copia de los documentos que firmaron los beneficiarios por los trabajos realizados, pues muchas familias entrevistadas aseguran que les hicieron firmar trabajos, inclusive algunos -aseguraron- que no se realizaron. Pero las secretarías de Finanzas, Inclusión Social e Infraestructura negaron tener información.
Los cinco millones de pesos que se invirtieron en la supuesta rehabilitación de 50 casas, es apenas el 0.25% de lo que en promedio gasta el estado cada año en ayudas sociales. Ayudas, que, según Fernando Villarreal, reciben la totalidad de las personas que habitan la colonia a través del programa “La mera mera”.
Para la socióloga Tania Díaz, los gobiernos necesitan construir herramientas para que la gente construya su economía, y no tener esta visión paternalista.
Poca visión
Tania Díaz señala que en México las políticas suelen ser temporales, una constante en la historia política del país y gobierno.
-No son profundas. Hay un cambio de administración o inclusive de dirección y afecta el seguimiento y continuidad a lo mejor de un programa de gobierno que estaba funcionando bien.
Es una de las justificaciones que da el delegado en Torreón de la Secretaría de Inclusión y Desarrollo Social del Estado, Fernando Villarreal Cuéllar:
-Tal vez hubiéramos subido ese número de haber seguido con programas como el Pronapred, que hubiera ayudado a rehabilitar la casa en su totalidad.
La socióloga Díaz considera que es urgente no estar a expensas de voluntades políticas, sino que los programas sean permanentes y sobre todo institucionalizados, para que quien llegue se apegue a esquemas, leyes y políticas.
También habla de la necesidad de diagnósticos y políticas públicas amplias, así como la falta coordinación entre diferentes órdenes de gobierno.
-Puede haber un programa federal cuyo objetivo y plan se lea muy bonito, pero que al bajar por el estado y se aterriza en los municipios ya se hace de otra manera. O desde la planeación no se toman en cuenta particularidades de cada región.
Del tema también habla Fernando Villarreal, quien menciona la necesidad de involucrar nuevamente al gobierno municipal al que considera es “el pilar”, pues explica que instancias como el Simas, Servicios Municipales, Atención Ciudadana o el DIF, manejaban los servicios básicos, que son al fin de cuentas, dice, los que se van mermando.
-Es imposible que las casas que ahora siguen en ruinas, los propietarios vayan a levantarlas –reconoce Villarreal Cuéllar.
Sin embargo, el funcionario estatal niega que el proyecto haya sido un fracaso. Reconoce que faltó por hacer, pero también interés genuino de colonos por volver.
-Si bien no hay éxitos completos y tal vez algunas de las personas sienten que nos quedamos a medias, es cierto, nos quedamos a medias, queríamos hacer más, pero tampoco podíamos levantar viviendas si el interés no era volver –considera.
Agrega que si no se hubiera intervenido, la colonia seguiría en estado ‘fantasma’, y quizá sería nuevamente un nido atractivo para que retorne la violencia.
Sin embargo, para la antropóloga social Erika Soto Villalobos, no se está lejos de repetirse la historia.
-Si llega alguien con una política de saqueo, si hay intereses políticos y económicos superiores. No es casual que los grupos armados se hayan colocado en ese tipo de colonias, no solo por la estrategia territorial, que es un argumento importante, pero también son poblaciones con pocas posibilidades de desarrollo.
El argumento, insiste Soto Villalobos, está a la vista: hay problemas estructurales que no se han resuelto porque el estado no tiene la capacidad de resolver. Lo que tiene posibilidad, añade, son programas que no implican grandes transformaciones.
A la distancia del proyecto que no se logró, la socióloga Tania Díaz cree que no hay interés en rescatar el sector. La colonia la califica como olvidada.
Dice que el poniente tuvo su foco de atención cuando se sabía de los grupos criminales, una atención no positiva que también dejó a su paso fenómenos como el estigma y la discriminación. Después la atención de la reconstrucción solo se enfocó en una colonia.
Díaz menciona que hay otros factores de prevención que son necesarios como la generación de comunidad, el arte como creador de cohesión, desarrollo y oportunidades.
Para la especialista la gente necesita justicia social, no solo que se venga a imponer modelos y visión de vida distinta.
Se necesita también acciones de intervención social que incluyan redes de organización comunitarias, actividades artísticas, deportivas, productivas y de sensibilización.
Y se necesita seguridad, reclama Belem Cuevas, desplazada de la colonia. Dice que es un mito que se acabó la delincuencia.
-Esto nunca se va acabar, se van unos y quedan otros, matan a unos y siguen otros –cuenta un habitante de la colonia.
La gente vivió desapariciones y muertes, y eso genera miedo, incertidumbre, desconfianza
En sueños
Cuando la violencia se estacionó en la Nuevo México, Margarita López iba al centro, y solo se paseaba para ver su casa a lo lejos. La miraba y lloraba de nostalgia y coraje porque la despojaron de su patrimonio.
Ahora cuando puede regresar y darle las vueltas a su casa, siente alegría, gozo de recordar mejores tiempos. Pero apenas regresa a Zaragoza Sur se echa a llorar.
A nueve años desde que Margarita López y su familia huyeron de la violencia, lo único que tienen es aquella casa a la que no pueden regresar porque no tienen las condiciones y porque el miedo todavía los detiene. Pero Margarita asegura que le gustaría volver.
-¿A qué te quedas? No hay vida. No hay luz, cuánto no te va a salir, y está peligroso –cuestiona su hija Belem cuando a su mamá le entran las ganas de regresar.
Margarita, en cambio, muy en el fondo sueña con regresar a su casa. Poner un cuartito, poner puertas y ventanas. Y aunque sea con una veladora, volver.
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Este reportaje forma parte del Hub de Periodismo de Investigación de la Frontera Norte, un proyecto del International Center for Journalists, en alianza con el Border Center for Journalists and Bloggers.