Por Ana Paula Pineda / @puestaenabismo_
Es una realidad que la comunidad científica nos ha exhortado ya de muchas maneras a cambiar los comportamientos actuales que sabemos son dañinos para el medio ambiente. El mensaje es claro e imperioso: el clima de nuestro planeta está cambiando a un ritmo muy acelerado.
Cada año es más fácil notar los severos impactos que hasta ahora ha tenido el cambio climático. Se ha vuelto más frecuente escuchar noticias de inundaciones, sequías intensas, incendios forestales, problemas con el rendimiento agrícola, el aumento en el nivel del mar y la acidificación de los océanos.
La raíz de este problema es atribuible a los daños generados por el ser humano a la atmósfera, principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero derivados de las plantas de energía, el transporte, el desarrollo e industrial y la deforestación. De acuerdo con la NASA la evidencia científica sobre el acelerado cambio climático es abrumadora. Proveen datos como que la temperatura se ha elevado alrededor de 1.18 grados centígrados desde el siglo XIX debido a las grandes concentraciones de dióxido de carbono emitidos a la atmósfera gracias a actividades generadas por el ser humano. Concluyen que gran parte del calentamiento global ha ocurrido en los últimos 40 años, con los últimos siete años siendo los más calurosos. Se ha registrado que el 2016 y el 2020 se encuentran empatados como los años más calurosos de la historia.
Según el IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU) el cambio de temperatura de sólo medio grado podría provocar consecuencias catastróficas para el planeta por lo que han hecho gran énfasis en la urgencia de contrarrestar el aumento de la temperatura. Concluyen que un aumento máximo de 1.5 grados centígrados es el límite total de un panorama manejable en el escenario de calentamiento global teniendo en cuenta que se trata de un escenario que propicia una verdadera batalla para la humanidad.
El reporte menciona que si seguimos al ritmo actual, el aumento de la temperatura sería de 3 grados centígrados, que aunque no parece un cambio muy grave, esto implicaría inundaciones brutales en las zonas costeras que causarían una crisis migratoria sin precedentes, problemas para poder cultivar alimentos básicos como: el arroz, el maíz, y el trigo, aumento de contagios de enfermedades como el dengue y la malaria, entre otros.
Uno de los esfuerzos más cercanos al compromiso ambiental son los Acuerdos de París en donde la mayoría de los países se ha planteado reducir sus emisiones de carbono y tomar acciones en contra del cambio climático. El problema con este compromiso es que los acuerdos no han sido suficientes siendo que se ha planteado un escenario con un aumento de temperatura máximo de 2 grados centígrados con el compromiso de limitarlo a 1.5 grados. Sin embargo, los científicos del IPCC sostienen la premisa de que un aumento más allá de los 1.5 grados centígrados pondría en riesgo la habitabilidad de nuestro planeta además de que los países implicados han incumplido en gan medida con los compromisos estipulados.
Es de gran importancia contemplar quiénes conforman los actores más relevantes para actuar sobre las soluciones al cambio climático. Según la revista Forbes, los países que más contaminan actualmente son China, Estados Unidos, Rusia e India, siendo responsables del 55% de las emisiones de CO2 a nivel mundial. Estados Unidos por su parte ha presentado una serie de conflictos en cuanto a sus acciones en contra del cambio climático.
En la pasada administración del presidente Trump se dejó ver a los ojos de las demás naciones el conflicto sobre su postura en cuanto al cambio climático. Desde su campaña en el año 2016 hizo público su apoyo a quienes niegan el cambio climático llamándolo estafa y atribuyéndole la misma validez que una teoría conspirativa. Durante su mandato, las políticas en pro del alivio sobre el cambio climático no sólo fueron nulas sino que al contrario, se favorecieron también aquellas que tienen un efecto negativo sobre el impacto ambiental.
Entre sus acciones están por ejemplo que en el 2017 ordenó desmantelar el Clean Power Plan, que se encargaría de recortar las emisiones de carbono en un 32 por ciento para el año 2030, un plan que hubiera evitado 70 millones de toneladas en emisiones para el 2020 y alrededor de 400 millones de toneladas para el año 2030. Así como esta política, Trump también se encargó de frenar aquellas que mitigarían el calentamiento global. Eliminó regulaciones para las industrias contaminantes del país, aprobó los oleoductos de Keystone XL, se retiró de los Acuerdos de París, entre otras.
Sin duda, el impacto de las decisiones de Trump para la comunidad internacional presentó un freno en la lucha por preservar el bienestar del planeta. En contraste, la reciente administración de Biden ha presentado una nueva fachada en cuanto a la postura de la nación sobre el cambio climático. Se ha planteado la meta de reducir las emisiones de carbono en un 50 por ciento para el año 2030 alcanzando y llegar a la meta de 0% para el año 2050. Biden también prometió pertenecer de nuevo a los Acuerdos de París y ha adoptado ciertas medidas planteadas por el Green New Deal como el fortalecimiento de los sindicatos pertenecientes a las comunidades más afectadas por el calentamiento global. El New York Times califica sus acciones como “un intento de replantear el rol de liderazgo (de la nación) en el esfuerzo global” puesto que el programa incluye un presupuesto de 2 billones de dólares en un período de 8 años.
Sin embargo, algunos progresistas como Alexandria Ocasio-Cortez quien forma parte de los creadores del Green New Deal, han hecho público que debería plantearse el doble de gasto para acelerar el impacto del programa, siendo que la nueva política de Biden plantea soluciones aunque no están cerca de la escala necesaria para solucionar la urgencia de la situación actual. Además de que, según el New York Times, la administración de Biden ha tomado acciones silenciosas en pro de las compañías petroleras como el favorecimiento del proyecto Willow, una operación de extracción de petróleo en Alaska.
A pesar de los esfuerzos de la administración actual por probar que existe un interés ante la creciente contingencia ambiental, Estados Unidos ha demostrado que su verdadero interés está con el bienestar de las grandes compañías petroleras. Que si bien hay un intento por mitigar las consecuencias del impacto climático, es más una fachada cuya principal preocupación está en la comodidad y el bienestar de los grandes inversionistas.
La cuestión aquí es que ya no se trata de cómo, si no de cuándo es que empezaremos a tomar en serio las afirmaciones científicas sobre el riesgo de la posible inhabitabilidad de la Tierra. Las grandes potencias deben empezar a tomar consciencia de que seguir favoreciendo a las industrias contaminantes terminará por provocar una catástrofe irreversible. Es imposible no darse cuenta de que no podemos confiar en las grandes potencias mundiales para tomar acción sobre el poco tiempo que nos queda.