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«Las mujeres se vuelven las socias criminales perfectas, debido al machismo que existe en este mundo, pero también en la policía y en los medios, les resulta impensable que una mujer pueda tener poder de decisión y autoridad en los grupos criminales»
Por Alexis Rubio / Revista Espejo*
Foto: Fernando Brito
Progresivamente, la historia ha apartado a las mujeres de los relatos que han creado el imaginario que rodea a la narcocultura en México y específicamente en Sinaloa; el trabajo, el ingenio y poder que la figura femenina sigue aportando al negocio ilícito no ha sido retratado de la manera más fidedigna, desplazando a las protagonistas de cientos de historias a roles terciarios.
En la realidad, las mujeres ocupan una gran variedad de puestos al interior del crimen organizado, desde las jornaleras que se encargan de cultivar amapola y marihuana, pasando por las repartidoras, las químicas que desarrollan drogas sintéticas, las reclutadoras, las prestanombres y quienes ejercen toma de decisiones al interior de las familias, esto bajo el refugio que brinda el anonimato al que han sido sometidas.
‘De alguna manera se piensa que las mujeres solo pueden llegar a este negocio por medio de su pareja, a través de una relación romántica, pero aun así ejercen poder en la toma de decisiones, principalmente en el caso sinaloense’, señala la investigadora Cecilia Farfán, además precisa que las mujeres llevan más de un siglo participando en el narcotráfico, siendo invisibilizadas en las historias que son narradas por y para hombres.
No siempre se trata sobre el poder o la riqueza que supone el mundo del narcotráfico, para muchas mujeres participar en el crimen organizado se ha convertido en parte de sus tareas relativas a su papel de hija, esposa o madre. En su obra Las jefas del narco: el ascenso de las mujeres en el crimen organizado, el académico, Arturo Santamaría concluye que
‘En el caso de Sinaloa, la participación de las mujeres en el narcotráfico se ha dado de forma prácticamente natural, como resultado inevitable de una larga tradición donde la producción y la comercialización de enervantes se convirtieron en un estilo de vida, en una cultura arraigada, interiorizada hasta la raíz por decenas de miles de hombres y mujeres, primero en las comunidades serranas y después en las ciudades’.
Las decisiones de Consuelo Rodríguez, una mujer de 52 años, originaria de un pequeño ejido aislado en una sindicatura de Culiacán, la han colocado en diversos sectores de la producción, la repartición y la logística del mundo de las drogas. Su negocio familiar se ha extendido a Estados Unidos y en algún momento lideró la empresa, ante las adversidades y la misoginia que también existe entre los operadores de los carteles de droga en Sinaloa. A continuación, a través del rescate de su historia, contamos como el ‘florecer’ dentro del ambiente del narcotráfico, ha atravesado su cotidianeidad durante prácticamente toda su vida.
Foto: Fernando Brito.
Crecer en lo adverso
‘No le entré al negocio por el glamur, yo sabía que no se trataba de eso, tampoco quería ser poderosa, ni rica, a mí me tocó estar ahí y vivir así, porque ya no me quedaba de otra’ dice consuelo mientras se toma en los brazos a Daniela, su nieta más pequeña.
El pequeño ejido en el que vive al sur de Culiacán, ha enmarcado una vida llena de altibajos, que bien podría ser contada en una serie de televisión o en el guión de una película, ‘si tan solo se animara a contarla’, eso dice Damián, el mayor de sus hijos y el único que actualmente no se dedica al narcotráfico.
En 1990, Doña Chelo todavía era ‘Consuelito’ y salía todas las mañanas a la carretera a pedir aventón para poder ir a la preparatoria en Eldorado. Fue ahí cuando conoció a Rogelio, un joven 6 años mayor que ella y con el que empezó una relación a escondidas de sus padres.
Le faltaban una semana para graduarse de la preparatoria cuando a la edad de 17 años decide fugarse, salió como todos los días a la carretera pero esa vez no partió con rumbo a la escuela, se dirigió junto a Rogelio al municipio de Cosalá.
La familia de Consuelo se ha dedicado por más de 60 años a la fabricación de quesos y otros productos derivados. ‘No vivíamos mal, de hecho teníamos muchas comodidades que otras familias no tenían aquí en el rancho, yo me fui con Rogelio más por rebelde, que por querer vivir mejor’ dice entre risas y recordando su vida antes de entrarle al negocio.
‘Era la primera vez que llegaba más lejos de Culiacán, también fue la primera vez que yo me subí a una avioneta, me acuerdo que él tenía más miedo que yo. Íbamos para la sierra de Durango, al llegar allá, a mí me llevaron a una casa en un cerro y estuve encerrada ahí varios días, mientras ellos se iban a la siembra de amapola, en un cerro más alto’.
A Consuelo le tocó lidiar con los operativos en la zona del Triángulo Dorado, recuerda que durante su estadía en la casa, los militares rodeaban la guarida por días, durante ese lapso, no podía salir y los trabajadores, entre ellos Rogelio, no podían regresar hasta que se levantaba el campamento.
Cuando Rogelio volvía, las tensiones entre la pareja eran cada vez más incontrolables, por un lado la distancia y la nostalgia; y por el otro la precariedad en la que se vivía allá en la sierra. ‘Mucha droga, mucho negocio, pero eso sí, allá en la sierra se vivía muy feo, eran días de comer, desayunar y cenar tortillas con mayonesa y agua, yo estaba bien harta y tenía menos de un mes allá metida’ comenta Consuelo algo alterada.
‘Me acuerdo que me regresé. Hubo un día que me jaloneó y era la primera vez que me pegaba, estaba bien enojado. Entonces le dije que me iba a ir, yo no le iba a estar aguantando malos tratos, aparte de estar allá encerrada. No tenía dinero, pero en aquellos días que estuve allá, le cortaba el cabello a los niños y a las mujeres de ahí de la casa y me pagaban con anillos, porque ahí nadie tenía dinero hasta que se vendiera la droga’.
Ese día Consuelo planearía la que sería su primera operación, quería regresar a su casa, pero no quería quedarse sin sustento, pues sus padres la recibirían pero ya no se encargarían de sus gastos.
‘Me fijé que guardaban las semillas de amapola en baldes y a mí se me ocurrió agarrar dos toallas y sacarles el relleno y llenarlos de semillas, porque yo allá en el rancho ya sabía que mis primos me iban a ayudar a acomodarla, de hecho tengo un compadre que es de los Zambada, en él fue el primero en el que pensé. Me puse dos pantaletas, me acomodé las toallas, arriba unos mallones y encima me puse un pantalón de mezclilla, ya vez que antes no se usaban entallados como ahora. Me hice un mundo de ideas en un ratito, me escapé al centro de radio y le pagué con 8 anillos al que me mandó una avioneta y me dio 300 pesos en efectivo para llegar de Cosalá al rancho. Cuando llegamos a Cosalá estaba lleno de guachos, a todo el que va llegando lo revisan, pensé que hasta ahí había llegado, pero por estar chiquita a mí no me pasaron para que no me agarraran los hombres’.
Parecía el plan perfecto, Consuelo llegó a salvo al ejido en el que creció y sus papás la recibieron con gusto. A los días convocó a sus primos para comentarles de su plan. ‘Al ver las semillas, les brillaron los ojos’ recuerda, le dijeron que eran de las buenas, se las llevaron y le dijeron que luego se arreglaban, pero de esa primera hazaña no vio un solo peso.
No pasó más de una semana cuando Rogelio ya había regresado por ella, luego de un par de días de convencimiento, se la volvió a llevar a la sierra, pero ahora con otras condiciones, ya no iría como su mujer sino como trabajadora.
Florecer lejos de casa
Foto: Fernando Brito.
En los siguientes meses Consuelo realizó todas las labores que se hacían en la casa en la que se resguardaban, desde el preparado de fertilizantes, hasta la limpieza y la recolección de goma de opio. También llevó el registro de las entradas y salidas de materiales que se concentraban en la pequeña comunidad de Durango en la que se encontraban.
El inicio de Consuelo en el negocio se vio interrumpido abruptamente por el embarazo no planeado de Damián. Rogelio tomó la decisión de regresarla a casa de sus padres porque los químicos que se manejaban en la casona podrían ser peligrosos para la salud de su primogénito.
Luego de nueve meses de no ver a Rogelio, este regresó cuando Damián ya había nacido.
‘Yo pensaba que íbamos a tener buen dinero, porque fueron meses de no tener nada, pero no fue así, el papá de mi hijo se lo gastó casi todo en borracheras y en el vicio. Me tuve que meter a trabajar, porque él se regresó al poco tiempo, ahora se iba a la siembra de marihuana’.
La desatención de Rogelio y el deseo de una vida mejor para Damián, orillaron a Consuelo a marcharse sola a Estados Unidos de manera ilegal. Dejó a su pequeño encargado con Isabel, su madre, y partió en mayo de 1993, con destino a Portland, donde comenzaría a trabajar como empleada doméstica.
Meses después, Rogelio la alcanzó y, con la promesa de una mejor vida, reanudaron su relación en Estados Unidos. Pasaron meses entregando droga en los suburbios de esa ciudad; muchas de las operaciones fueron realizadas por Consuelo en solitario, ya que las mujeres levantan menos sospechas que los hombres.
‘Las mujeres se vuelven las socias criminales perfectas, debido al machismo que existe en este mundo, pero también en la policía y en los medios, les resulta impensable que una mujer pueda tener poder de decisión y autoridad en los grupos criminales. Como no las piensan como actores relevantes, lo que ocurre es que se convierten en agentes ideales para el narco’ dice Cecilia Farfán sobre rol de las mujeres como agentes activos en las redes de crimen organizado.
Consuelo regresó a Sinaloa en 1994 con la intención de llevar a Damián a Estados Unidos, sin saber que ya venía embarazada por segunda vez. Su plan fue nublado por las complicaciones de su gestación, así que pasó los siguientes 8 meses en casa de sus padres. Rogelito nació en 1995 y Rogelio regresó dos meses después para conocerlo.
La relación no logró madurar con la llegada de su segundo hijo y Consuelo decidió escapar de la casa en la que vivían luego de una escena violenta. Se marcha nuevamente a Estados Unidos, con la ayuda de un coyote y logra de nuevo llegar a Portland, donde comienza trabajar en un asilo de ancianos como cocinera.
Se les fueron un par de años viviendo módicamente, sin saber de Rogelio y procurando no ser deportados. Entonces conoció a Armando, se lo presentaron unas primas del rancho que también vivían en Portland e iniciaron una relación.
Armando también se dedicaba a la entrega de droga al sur de Portland y vio en los hijos de Consuelo un apoyo no solo emocional, sino laboral.
La familia entera se movió por todo el sector sur de Estado Unidos entregando marihuana, cocaína y en menor medida heroína. ‘Nos poníamos mucha ropa y debajo íbamos repletos de bolsas, también los niños. Nos movimos por California, Texas, Arizona, porque una familia no levantaba sospechas, así pasamos varios años hasta que nació Diana, mi hija, incluso en el portabebés nos tocó llevar mercancía’ dice Consuelo, mientras se queda viendo a Luciana, su nuera, entrar al patio de la casa.
‘Nos encontramos esta categoría de víctimas de la misoginia, pero también perpetradoras del crimen a través de sus decisiones. En términos de conocer la actividad del narco, lo que es interesante es que es mucho el tiempo que pasa para descubrir que las mujeres que están relacionadas con el narco a través de la familia o las relaciones románticas, son partícipes en la toma de decisiones, porque se sigue viendo como impensable que ejerzan un rol protagónico en el negocio’ señala Cecilia Farfán.
Tiempo después se separaron de la entrega personal, para encargarse de la administración de toda una red de tiradores de droga en Portland. Cuando Damián y Rogelio alcanzaron la adolescencia y Diana tenía 3 años, regresó a México para criar a Armando, un hijo de su actual pareja, que había quedado huérfano, tras la muerte de su madre. Así que decide fincar una casa en un terreno que sus padres le heredaron, ahí mismo en el ejido.
Resistir el ocaso
El ocaso de su negocio llegó con la captura de Armando; ‘Me acuerdo que yo estaba regando cuando me avisaron que habían agarrado a mi marido, no me puse nerviosa, porque sabía que eso podía pasar en cualquier momento, me comuniqué con la gente que conocía allá en Estados Unidos para ver que se podía hacer, pero muchos no contestaron’ menciona con cierto resentimiento.
‘Yo pensaba ponerme a trabajar, tenía varios ahorros, pero mi viejo contactó a las personas con las que trabajaban allá en Portland conmigo, entonces acudí con mis primos y empecé a trabajar yo el negocio desde acá, con la gente que era cercana a él, me tenían mucha confianza’.
Aunque hubo un tiempo en el que Consuelo, ya entonces Doña Chelo, logró dominar y empoderarse en el tráfico de droga a través de las redes de Armando, malas prácticas con sus primos y sobrinos hicieron que el negocio decayera, ocultándole cifras reales y bajando la calidad del productos de exportación sin avisarle.
Fue en el momento en el que los números llegaron al rojo en que decidió retirarse del negocio, la nula relación con Armando tras su captura y los matrimonios de sus hijos que ya eran adultos, le dieron la vida pacífica que nunca antes había tenido. Una tranquilidad que no duró mucho, pues cuando Rogelito alcanzó la mayoría de edad comenzó a trabajar como puntero para los primos de Consuelo, posteriormente se hizo pistolero y casi pierde la vida en un ajuste de cuentas.
Años después, justo en la víspera de los quince años de Diana, su hija menor, recibió la noticia de que Armando sería liberado por falta de pruebas en algunos delitos y su buena conducta en prisión. Armando fue deportado a México y regresó a Sinaloa una semana después de la fiesta de Quinceañera de Diana.
Luego de meses sin empleo, Armando, al lado de su hijo Armando y Rogelito, reanudaron su negocio, ahora enfocado en la exportación de drogas sintéticas que ellos mismos elaboran con recetas que compraron, pero en menores cantidades a través de una red que opera por medio del correo de Estados Unidos.
‘No vivimos como antes, pero por algo se empieza, yo creo que sí la van a hacer. Prefiero tenerlos aquí, trabajando ellos su dinero, con su material, lo poquito que tienen y que no se endeuden trabajándole a otra gente, porque se cobran a la mala’ dice consuelo con una mirada esperanzada.
‘El caso de Sinaloa es particularmente bueno para ilustrar la participación de las mujeres en el narcotráfico. La madre y su poder de convocatoria, porque a través de esta cualidad, puede ejercer poder y tiene la capacidad de persuadir, lo que vemos que es interesante, porque pensamos el narco como algo ajeno a la familia, pero también las redes de crimen se construyen en torno a este tipo de núcleo en el que la mujer juega un papel importante’ comenta Farfán sobre el rol de la maternidad al interior de los grupos criminales.
Foto: Cortesía.
Ahora Consuelo, se dedica al cuidado de su casa, a construir lo que quedó inconcluso, a visitar a sus amigas y a cuidar de sus padres, que viven a la lado de su casona. Por las tardes sale a pasear con Armando y su hija menor, cuida de sus 7 nietos y riega su extenso jardín, donde tiene plantadas un par de amapolas que resaltan entre los rosales, dice que a pesar del ‘cochinero’ que se hace con ellas, son flores muy bonitas. Se mantiene alejada del negocio, eso en esencia, puesto que sigue fungiendo como autoridad al interior de su familia, persuadiendo sobre decisiones importantes a sus hijos.
‘Yo nunca he tenido miedo, pero tampoco me considero valiente, me ha tocado entrarle, toda mi vida ha sido así’ remata mientras limpia el sudor de su frente y se levanta de la silla.
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*Este trabajo fue realizado por la Revista Espejo.
Proyecto Amapola México fue realizado por Noria Research, en alianza con México Unido contra la Delincuencia (MUCD), el Center for US.-Mexican Studies at the University of California, San Diego (USMEX), la Revista Espejo y Pie de Página.