Las mujeres cumplen un papel primordial en las transformaciones que requiere el país y en el mundo entero, la lucha medioambiental es una de ellas.
Karla Priego, directora de Veredas, Caminos alternativos de educación ambiental A.C. , asociación que tiene como objetivo alcanzar la igualdad de género en la conservación ambiental y el desarrollo sustentable de México, explicó que, a través del feminismo ambiental o mejor conocido como ecofeminismo “las mujeres tienen el poder para transformar su alrededor”.
Por Aletse Torres Flores / @aletse1799
Desde el inicio de los tiempos, las mujeres y la naturaleza comparten una relación estrecha; han contribuido al cuidado y desarrollo de sus comunidades, así como, al mantenimiento de los ecosistemas, diversidad biológica y los recursos del planeta.
Pese a ello, las mujeres se han enfrentado a la desigualdad de género, al patriarcado y a la invisibilización de sus aportes y toma de decisiones. En México, estas realidades están presentes cotidianamente y afectan la calidad de vida de las mujeres.
El ecofeminismo es un movimiento que señala una conexión entre la explotación del mundo natural y la opresión de las mujeres. Esta corriente, nace a finales de los años setenta junto con la segunda ola del feminismo y la marea verde. Para las ecofeministas María Mies y Vandana Shiva, la raíz de esta conexión es: una estructura de poder patriarcal y capitalista.
Dicha estructura manifiesta un orden social jerárquico en el que unos son superiores a los otros (patriarcado), el cual, se mueve bajo lógica de generación y acumulación de riqueza a partir de la producción al menor costo posible (capitalismo).
Produciendo así el cambio climático, y quienes asumen las mayores cargas de los impactos del cambio climático en el mundo son las mujeres, especialmente las más pobres. Esto incluye no solo a mujeres en países en desarrollo, sino también a mujeres negras, indígenas o trans, quienes experimentan otras formas de discriminación que se traducen en niveles mayores de pobreza.
Acorde al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de 2016, el cambio climático está teniendo y tendrá graves repercusiones en la agricultura y la seguridad alimentaria, afectando principalmente a las poblaciones de países en desarrollo, que dependen en mayor medida de la agricultura para subsistir, es decir a las mujeres.
Karla Priego, directora de Veredas, Caminos alternativos de educación ambiental A.C. expuso que las mujeres tienen el 80% de las principales responsabilidades del hogar, como la provisión de agua y alimentos para sus familias. Y sumándole el escenario de cambio climático, ellas deben recorrer distancias más largas para conseguirlos. Esta situación las deja con menos o nulo tiempo para su educación y mayor exposición a riesgos de salud y violencia.
Por otro lado, solo entre el 10 y el 20% de las mujeres que componen la fuerza laboral agraria en países en desarrollo tienen derechos sobre la tierra, restringiendo así su acceso a créditos agrarios que permitan reducir la vulnerabilidad de sus cultivos y poder seguir viviendo de la agricultura. Lo anterior, a pesar de que representan el 43% de la mano de obra agrícola.
Al respecto, Karla Priego comenta que las mujeres se topan con barreras legales para acceder a las mismas oportunidades laborales que los hombres, y, con ello, a la discriminación por la propia sociedad.
“Todos estos factores demuestran que las mujeres han sido excluidas de estos espacios, teniendo mayores dificultades y riesgos para subsistir…Es decir, nadie las toma en cuenta, nadie les da las herramientas para que se involucren en el desarrollo ambiental ” expresó la directora en la entrevista con ZonaDocs.
Las defensoras mexicanas: feminismo ecológico mexicano
En México, las mujeres han resistido y luchado por el medioambiente, personajes inspiradoras que en su activismo y esfuerzo por proteger el mundo natural se han convertido en eco agentes de cambio y transformación.
La defensora mixteca Beatriz Alberta Cariño Trujillo, ha tomado como bandera la soberanía alimentaria, la gestión comunitaria del agua, la conservación del suelo y el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas.
En Matehuala, San Luis Potosí nació Paulina Gómez Palacios Escudero, guardiana del territorio, defensora de los derechos humanos y amiga del pueblo Wixárika. Se opuso a proyectos que buscaban imponer en la región grandes desarrollos turísticos, de minería tóxica, agroindustriales y de sobrepastoreo.
En Campeche, Leydy Araceli, mujer activista e integrante de la Coalición Muuch Kambal y el Colectivo Apícola de los Chenes ha defendido con el alma la apicultura ancestral y el territorio.
El Ejército de Mujeres Zapatistas en Defensa del Agua está conformado por 25 mujeres mazahuas, quienes tomaron la lucha de sus comunidades en defensa de su agua. Todo lo hacen colectivamente, ninguna es más que la otra, todas son “comandantas”, todas opinan y deciden sobre las acciones para defender sus ríos.
Gracias a su voz, imagen y fuerza lograron en 2004 instalar una mesa de negociación con Gobernación y la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para resolver el conflicto que los agricultores mantienen con la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
En los estados de Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Chihuahua, Chiapas y Jalisco hay una red de defensoras, quienes en el 2015 junto con el Fondo Semillas, gestionaron y entregaron 23 certificados agrarios a mujeres indígenas como propietarias de sus parcelas.
“Nos falta mucho, pero todavía estamos a tiempo”
El cambio climático está acabando con el mundo, y junto con ello crece la vulnerabilidad de las mujeres y amplía las brechas de género. La académica, plantea que es fundamental que la comunidad internacional y los Estados dirijan su mirada a la lucha del ecologismo por salvar al planeta y a la humanidad, impulsando programas que incluyan el conocimiento y la opinión en la toma de decisiones de las mujeres.
Según el informe “Cambio climático y salud” de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la efectividad de los protocolos de reducción y manejo del riesgo aumenta cuando se incorpora el conocimiento de las mujeres en su diseño e implementación.
No obstante, las mujeres representan solo el 30% de los cuerpos científicos del mundo, esenciales para la ciencia climática. Además, en la mayoría de países del mundo, incluyendo México, las mujeres no tienen representación justa en los órganos de gobierno responsables de la toma de decisiones para enfrentar el cambio climático.
Priego, comenta que estas brechas siguen impidiendo la incorporación de la voz, la experiencia y el conocimiento de las mujeres en el desarrollo sostenible y lucha ambiental:
“Es urgente que se tome en cuenta a las mujeres en la formulación de políticas públicas, que se impulsen programas que apoyen a las mujeres rurales en sus campos, que se abran espacios en las mesas de discusión y que se les escuche, ya es hora”.
Para lograr superar el riesgo que implica el cambio climático, se necesita la apertura de espacios a las mujeres en escenarios de poder, la ayuda entre unas a otras y la erradicación de la desigualdad de género que existe alrededor del mundo.
El nuevo reto de los países en desarrollo es mejorar el acceso a sus servicios públicos como la salud, educación, vivienda, la mejora de sus condiciones laborales, el incremento de los recursos destinados a mejorar su bienestar y el reconocimiento de sus aportes en la lucha ambiental de las niñas y mujeres rurales y urbanas.