“Los libros no se roban, se expropian” es el inicio del manifiesto con el que nace la Pirateca, plataforma que pelea por el acceso libre y gratuito a los libros.
Para conocer más de este proyecto y sus objetivos hablamos con sus creadores y colaboradoras.
Por Rodrigo Sosa
En el imaginario colectivo, la figura de Jorge Luis Borges casi siempre está ligada a la imagen del escritor e intelectual cosmopolita. Esto se debe a sus icónicas fotografías en Londres, Nueva York, Ginebra, Tokio o en las ruinas de Teotihuacán. Sin embargo, entre 1923 y 1961, Borges no salió de Buenos Aires. La imagen pop del Borges anciano, sabio y con traje y bastón se sitúa en la última etapa creativa de su vida, donde por su ceguera y vejez, el autor ya tenía destruida la capacidad de estilo. Borges decía que los griegos ya lo habían escrito todo y que a nosotros sólo nos tocaba copiar. Y en Buenos Aires tuvo lo necesario para copiarlo todo. Es por ello que, en realidad, Borges escribió la mejor parte de su obra —Inquisiciones, Ficciones, El Aleph— en su etapa madura y desde Buenos Aires, gracias a las librerías, bibliotecas y relaciones sociales de las que disponía allí.
Jorge Luis Borges estaba muy alejado del arquetipo romántico del escritor solitario que trabaja bajo la inspiración de las musas. Para él, la inspiración no surgía de la nada. La imaginación de Borges comenzó en sus lecturas infantiles, en puestos callejeros de libros usados, en los anaqueles de la biblioteca en la que trabajó y en los libros que le prestaban o regalaban sus amigos. La literatura de Borges, como él mismo lo decía, es una colección de citas, copias, espejos, reescrituras y plagios. En sus dos relatos Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y Pierre Menard, autor del Quijote, queda resumida su filosofía estética. En Borges, la ficción es algo que moldea la realidad (no al revés) y en la ficción, el concepto de autor único está obsoleto. Bajo esta visión estética, donde la obra artística es producto de la imaginación colectiva y no de la genialidad de un individuo, es indispensable el acceso generalizado a libros y a espacios que despierten nuestra imaginación para poder moldear lo que nos rodea. No se puede cambiar la realidad si ni siquiera podemos imaginarla de una manera distinta.
Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio de Luis Othoniel Rosa, es un libro en el que se ofrece una lectura de la obra de Jorge Luis Borges y Macedonio Fernández desde la óptica del anarquismo clásico. Fue editado por Ediciones Corregidor y publicado en Buenos Aires en 2019. En México, el libro es inconseguible. Mientras lo buscaba en librerías y plataformas de libros electrónicos, llegué a Pirateca, donde por fin pude descargar el libro escaneado. Pirateca es un sitio de internet de descarga de PDFs gratuitos, una biblioteca pública de libros escaneados. El manifiesto de Pirateca empieza así: “Los libros no se roban, se expropian. Toda cultura y todo conocimiento surgen de una experiencia común. Nada humano es nuevo ni único, todo parte de lo pensado, escrito y materializado por otrxs. Ya lo decía Terencio: “nada humano me es ajeno”; todo lo humano nos incumbe, nos importa y nos pertenece. Toda obra de arte, todo poema, toda filosofía, toda música surgen de una experiencia común, de la experiencia humana (que es invariablemente común) y por lo tanto, más que a un individuo, todo conocimiento y cultura pertenecen a la humanidad.” En entrevista, uno de los fundadores de Pirateca y una amiga solidaria del proyecto, explican cómo surgió la plataforma y qué significa pelear por el acceso libre y gratuito a los libros:
El proyecto empezó cuando un grupo de amigos empezó a escanear libros que les gustaban para enviarlos a amigos y conocidos, hasta que se dieron cuenta que su colección de PDFs ya era muy grande. Entonces, surgió la idea de hacer una biblioteca pública con ese material. Pensaron en el nombre, diseñaron el logo, escribieron su manifiesto, compraron un servidor web y empezaron a subir los libros a la plataforma. Así nació el proyecto de Pirateca.
La plataforma tiene un trasfondo anarquista. Quienes participan, buscan romper con el esquema tradicional de autor y de la propiedad intelectual, pues esta noción es relativamente moderna. Ellos utilizan el ejemplo de Homero: a pesar de la importancia que La Ilíada y la Odisea tienen para la literatura occidental, nunca se supo (ni importó saberlo) quién o quiénes eran Homero. La Ilíada y la Odisea son simplemente la sistematización de mitos griegos existentes en la tradición oral. Así, todo conocimiento es generado en comunidad y toda obra es la simbiosis de una colectividad. Por eso, en Pirateca creen en el acceso libre a la cultura y hacen énfasis en que su labor no es robar libros, sino expropiarlos: liberarlos de las cadenas del copyright y de las maquinarias legales que impiden su difusión. Es hacer público un conocimiento que, aunque privatizado, fue generado en comunidad.
Cuando se habla del libre acceso a la cultura o de la ruptura de la propiedad intelectual, se podría pensar que el móvil de este tipo de proyectos es intentar resolver problemáticas económicas, legales o macropolíticas. Pero Pirateca no es un proyecto político en ese sentido. No tienen un solo gran objetivo. Pirateca propone un espacio para leer y escribir juntos, para vivir imaginarios y sensibilidades en común, para intercambiar afectos desde una visión crítica a la idea de que los intercambios sólo pueden existir a través de las relaciones mercantiles y comerciales. Lo que se juega en el proyecto va más allá de lo económico o lo legal: aquí se juegan afectos, potencias y anhelos.
Pensar en la puesta en escena de un grupo de amigos que se organizan sin esperar una remuneración económica a cambio ya es un gesto absolutamente político. Ellos comparten los libros para mover afectos de otras personas, porque estos textos permiten imaginar cosas que de otra forma no estarían en su radar. Porque los libros rozan la piel de quien los lee y les hacen sentir que el mundo puede ser otro. Al final, lo que está en el centro de Pirateca es algo que se hacía, se hace y se hará toda la vida: compartir. Cuando alguien lee un libro que lo mueve, lo marca o lo influye, quiere que los demás lo lean. Al compartirlo con otros, el lector desea aumentar la incidencia de esa obra particular sobre la realidad.
Esa visión afectiva de la cultura se refleja no solo en el acto de compartir gratuitamente libros, sino también en el catálogo de los libros compartidos. A primera impresión, por el trasfondo anarquista del proyecto, expresado en su manifiesto y logo, podría parecer que en Pirateca sólo se comparten ensayos políticos o textos académicos, pero no es así. Su biblioteca de libros escaneados va desde un ensayo sobre la influencia del anarquismo en Borges hasta la obra poética completa de Pessoa, pasando por los ensayos de diversidad lingüística de Yásnaya Elena, los cuadernos artísticos de Jonas Mekas, la traducción de Rulfo de Elegías de Duino de Rilke, la versión de Cuatro Cuartetos de T.S. Eliot que preparó José Emilio Pacheco, antologías de haikus, las crónicas queer de Paul B. Preciado y novelas experimentales como Museo de la novela de la eterna de Macedonio Fernández. Su biblioteca está hecha bajo un criterio de “ curaduría de la amistad”. Pirateca construye una biblioteca con textos que les han conmovido. Lo político no solo está en libros explícitamente militantes, sino también está en ser sensible y conmoverse. Por eso, para Pirateca, no hay una diferencia tan grande entre leer a Pessoa, a Bifo, o a Marx.
En torno a problemas legales, según Pirateca, ningún autor de los libros escaneados se ha quejado o les ha pedido que los bajen de la plataforma. En algunos casos, como el de Carla Faesler, autora de Catábasis exvoto, hasta lo celebran y difunden el material gratuito. La persecusión discursiva y legal viene, más bien, de las editoriales internacionales, instituciones y herederos de algunos escritores. Por ejemplo, durante la pasada FIL en el Palacio de Minería, representantes del consorcio editorial Penguin Random House, señalaron a Pirateca de “formar parte del crimen organizado, tráfico de datos personales y trata de blancas.”
En otra ocasión, los herederos de los derechos de Abigael Bohórquez amenazaron con demandar a la plataforma por subir Poesía reunida e inédita, publicado en 2016 por el Instituto Sonorense de Cultura. El caso particular de los herederos de Bohórquez, según Pirateca, pone en evidencia cómo los herederos y los supuestos “defensores” de las obras de cierto autor, buscan cosas que nada tienen que ver con la lectura, con la literatura o con defender las ideas de un escritor.
Abigael Bohórquez fue un poeta sonorense que nació en 1936 y escribió 12 libros de poesía. Aunque ganó varios premios y fue admirado por figuras estelares de la literatura nacional como José Revueltas y Carlos Pellicer, su obra fue sistemáticamente marginada del canon y excluida de las antologías “por ser demasiado fuerte”. La poesía de Bohórquez gira en torno a la crítica social, al homoerotismo y a retratar los estragos amargos de la epidemia de VIH/SIDA. En un poema suyo se lee: “Vengo a estarme de luto/ porque puedo./ Porque si no lo digo yo/ poeta de mi hora y de mi tiempo,/ se me vendría abajo el alma, de vergüenza,/ por haberme callado.”
La obra de Abigael es crítica, corrosiva e incómoda. Él escribió Poesida, el primer poemario en español dedicado totalmente a hablar de la crisis de VIH/SIDA y, por lo tanto, imprescindible para la memoria histórica de la comunidad LGBTQ+ en México. Poesida fue premiado por la Organización Panamericana de la Salud, pero el libro nunca se publicó en vida del autor. Siempre fue un desconocido y como él mismo profetizó: “Vengo a estarme de luto/ por aquellos/ que, desde que nacieron,/ son confinados, etiquetados, muertos/ en sus propios rendiles,/ herrados, engrillados a un escritorio oculto,/ a un cubículo negro.”, en 1995, Abigael Bohórquez murió en un minúsculo cuarto en Hermosillo, sólo y rodeado de libros. El hecho de que de pronto surja el deseo de “defender” de la piratería a la obra de Bohórquez, un autor de culto casi siempre leído a través de ediciones caseras, de segunda mano y fotocopias, es una muestra, según Pirateca, de cómo lo que se busca proteger no es el mensaje del autor o los afectos que mueve en sus lectores, sino los intereses puramente económicos que su obra genera.
Ante las amenazas, quienes están en Pirateca tienen muy claro qué hacer: escanear, escribir, compartir y argumentar. Ellos ni son parte del crimen organizado ni buscan lucrar con el trabajo de otros, como dicen algunos de sus críticos. Nadie gana dinero con Pirateca. Aunque han implementado un sistema de donaciones en su plataforma, solo han recibido 350 pesos, ni siquiera lo que cuesta un mes de servidor. El proyecto persiste no por lucro sino para mostrar que si un proyecto como Pirateca puede sobrevivir, otras formas de relacionarnos son posibles, aunque sea en una escala pequeña.
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Para conocer más sobre la Pirateca, aquí su página web: