Resiliencia COVID-19
El sector educativo ha sido uno de los más afectados a raíz de la pandemia ocasionada por el COVID-19, tanto los alumnos como los maestros se enfrentaron a retos que en ningún momento se imaginaron enfrentar.
Laura Aritmética, profesora de la Universidad de Guadalajara, nos narra los altibajos que ha traído consigo el cambio drástico al que nos orilló la pandemia, la transformación en el estilo de estudio y las alteraciones en su vida laboral como docente.
Por Josué Ibarra/ @josueibarrasala
La pandemia del Covid-19 ha traído crisis económicas, sociales y de salud, el 16 de marzo del 2020 se llevó a cabo la suspensión de actividades escolares en la mayoría de los planteles educativos en Jalisco. Al día de hoy, la mayoría de las clases se mantienen en modalidad a distancia, esto sin duda ha sido un enorme reto tanto para los alumnos como para los profesores.
Laura Aritmética, maestra de la Universidad de Guadalajara, es licenciada en Estudios Políticos y Gobierno y maestra en Filosofía; ella nos cuenta, la travesía que ha significado ser profesora durante todo este año.
Para ella, la incertidumbre predominó todo desde el principio:
“La suspensión de clases se anunció un viernes, yo tenía clases un sábado, así que todo comenzó con mucha incertidumbre… no sabíamos qué íbamos a hacer, por ejemplo, yo no tenía conocimiento de que existía Zoom, ni que existían plataformas como Classroom… realmente no tenía conocimiento de ninguna aplicación, entonces, en un tiempo muy pequeño tuve que investigar cómo dar clases a distancia”.
Esas fueron las primeras experiencias de la profesora Laura, en la mayoría de ellas predominó la emoción y después la incertidumbre; esto debido al cambio tan repentino en el sistema de dar clases, sin aviso y sin indicios firmes de por medio.
Una de las preocupaciones principales de la profesora eran sus estudiantes:
“Me preocupaba cómo podría llegar a todos los estudiantes porque estando en una escuela pública sabemos que no todos tienen el mismo acceso a la tecnología, es una realidad obvia, no teníamos idea de qué consideraciones tendríamos que tener con esos alumnos que no tenían la posibilidad o los medios”
El problema de la desigualdad social tomó un papel principal en el nuevo sistema escolar:
“Hubo bastantes alumnos que al principio no aparecían al inicio en las clases virtuales, fue muy difícil para ellos adaptarse, incluso, en las clases que yo daba en Tepatitlán, los estudiantes prefirieron no tomar las clases porque no tenían los medios para hacerlo, en general fue muy difícil para ellos”.
Y las complicaciones por parte de los profesores en las clases virtuales eran muy reales.
“Cuando estás en una clase presencial más o menos puedes ver si alguien te está entendiendo o no, en la virtualidad es muy difícil saber si te están poniendo atención o no, eso lo vuelve muy complicado”.
En la cuestión del aprendizaje nos cuenta que ella modificó su forma de enseñar, pero al final era difícil saber si en verdad se estaba adquiriendo el aprendizaje que la profesora trataba de transmitir con base a sus dinámicas.
“No creo que hayan aprendido igual pues la metodología fue diferente; sin embargo, no puedo saber exactamente el diagnóstico porque se nos perdieron muchas formas de aprendizaje como: la oralidad, el diálogo, la deliberación, pues en este tipo de plataformas no puede ser igual”.
El aspecto de no estar en compañía con los demás, considera, también limita el aprendizaje.
“En la virtualidad hay mucha soledad… como que el conocimiento solo va, pero no regresa, no hay esa retroalimentación, no me había dado cuenta de eso hasta ahora en la virtualidad, es importante que el conocimiento se aprenda en compañía de los otros”.
La salud emocional también jugó un papel fundamental al inicio y el transcurso de la pandemia; al respecto, la profesora mencionó:
“Al inicio de la pandemia hubo estudiantes que desaparecieron, no se veía en las clases y tuve que contactarlos, les escribía… al menos tuve cuatro casos así, y me dijeron que se sentían mal, hablaban que tenía problemas en sus casas, con sus padres, problemas laborales, y eso les afectaba en su desempeño académico. A la escuela creo no sólo vas al aprendizaje también vas convivir con los demás y eso a mi parecer ayudaba a su situación emocional.
La salud mental se volvió un punto fundamental en las clases en línea para los profesores, tomando roles que al final no les correspondían:
“Antes los profesores no veían la salud mental como algo fundamental para dar clases, ahora sí, eso fue un punto positivo de la pandemia… tomar la salud emocional como un punto prioritario en las clases. Muchos alumnos querían abandonar la universidad y los profesores tomamos un papel de motivación para que ellos siguieran en la carrera” .
La profesora comentó que el trabajo se volvió mucho más pesado, el comienzo de la pandemia provocó que no existiera una separación del trabajo y el hogar.
“Antes uno dejaba el salón de clases y dejaba todo ahí, dejaba a los alumnos, las actividades, el pizarrón, pero ahora no, todo el tiempo te están llegando mensajes, te están llegando tareas, te están llegando correos preguntando por tareas… antes las clases duraban tres horas, ahora duran siete, ahora tienes que revisar la laptop todo el tiempo, preparar mucho más tus clases por la creación de contenido; así que siento que emocionalmente nunca dejó el trabajo, además tuvimos que aprender a impartir clases en esta modalidad y eso llevo esfuerzo”.
El trabajo de impartir clases se volvió muy complejo, el hecho de estar frente a una computadora en videollamada viendo sólo fotografías es algo frustrante.
“En presencial yo podía más o menos entender cómo un estudiante estaba adquiriendo el conocimiento, si estaban poniendo atención, si le estaba interesando, ahora no tengo la capacidad de interpretarlo, no tengo idea si en verdad están ahí, si te soy sincera la mayoría del tiempo sospecho que mis alumnos están en las redes sociales”.
Nos comentó que era difícil el saber cómo mantener las clases activas y atractivas para todos e intento formas para hacerlo:
“Podrá sonar ridículo, pero de verdad yo me metí a YouTube para ver cómo hablaban los youtubers para ver si podía imitar eso yo para ver si podían poner más atención, seguido me decían es que YouTube y yo pensaba, entonces, los alumnos ven mucho YouTube, si hay cosas muy atractivas, como hablan, como interactúan, tomé de ahí la forma de hablar para tratar de que ellos pusieran más atención”.
En consecuencia, tuvo que modificar sus formas de dar clase para adaptarse a un mundo incierto:
“Y por eso, incluso, decidí reducir mis tiempos de interacción en la virtualidad, me di cuenta que solo ponen atención nada más 30 minutos, ponen muy poquito, pues tuve que cambiar mis dinámicas por completo, tuve que aprender muchísimo de lugares que no pensé que iba a aprender, por ejemplo, cómo hacer un video, cómo hacer un montón de estrategias que en mi vida hubiera creído que iba a necesitar”.
Mentalmente, comentó, que se pudo mantener estable a lo largo del año 2020, pero al final sintió un desgaste fuerte, pues no había una forma de soltar la carga laboral.
“Al final del 2020, ya estaba muy cansada mentalmente, perdí completamente mi vida social, el estar en presencial era un buen equilibrio, cuando impartía clases siempre iba a comer, era una forma de dejar la carga laboral, en la casa no hay ninguna forma de liberal una carga laboral”.
Sin duda, el tema emocional fue fundamental en este proceso educativo, la desigualdad social fue otro punto muy relevante al darnos cuenta que desde la casa no todos tenemos las mismas posibilidades en comparación con el asistir a los salones y estar “entre comillas” en igualdad de condiciones.
Para finalizar, la profesora Laura igual comentó la relevancia del daño que se crea ambientalmente por el uso excesivo de aparatos electrónicos, pero al final remarcó que como ya no hay otra opción debemos aprovechar al máximo lo que tenemos.
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