Sororidad y feminismo en las periferias de Zapopan: la historia de “La Madrina”, líder comunitaria urbana

Actualmente, Jalisco cuenta con dos Alertas de Violencia Contra las Mujeres, una a nivel estatal, activada en 2016 para ocho municipios del estado, entre ellos Zapopan; y una federal desde el 2018.  

Enfrentando situaciones de violencia de género, violencia física, violencia de pareja, acoso, hostigamiento, violencia institucional, entre otras, viven 682 mil 601 mujeres, habitantes del municipio de Zapopan. Sin embargo, hay quienes han decidido no callar más, porque mediante la unión entre amigas, compañeras y vecinas denuncian a sus agresores y, sobre todo, se organizan para salir del círculo de violencia en el que fueron inmersas

María Teresa Hernández, La Madrina, reside en una colonia situada en las periferias de esta ciudad del Área Metropolitana de Guadalajara, su voz, es un testimonio fiel de que la lucha feminista no tiene límites geográficos, puesto que, el machismo violenta y asesina sin importar la localidad.

Su historia es un ejemplo de sororidad.

Por Leslie Zepeda / @Lesszep2

Según datos proporcionados por la Fiscalía del Estado de Jalisco, desde 2012 a diciembre de 2021, se han cometido 32 feminicidios en el municipio de Zapopan. En esta comunidad, María Teresa, Cristina Apolonia, María de Jesús y cientos de mujeres más se han organizado para exigir un alto a la violencia sistemática a la que, sin poder negarse, se enfrentan diariamente. De a poco, con esfuerzo y acompañamiento deciden comenzar a volar hacia una vida libre, como las aves que con pintura desgastada colorean el Centro Comunitario La Colmena, donde les enseñan a no temer abrir sus alas.

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Realizar una manifestación por primera vez no es sencillo, implica tiempo de planeación y organización con asociaciones, autoridades y personas aliadas. Por ello, antes de salir de su casa en la colonia Prolongación Rehilete, María Teresa Hernández, La Madrina, como le dicen con cariño quienes la conocen, se encomendó a Dios para que le pusiera las palabras indicadas en la boca y, así, compartirlas con las demás mujeres que la acompañaron durante la movilización que realizó en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.  

Hace unos trece años, cuando María Teresa llegó a su colonia, no imaginó que el 22 de noviembre de 2020 se estaría preparando para salir a marchar en contra de la violencia machista que aqueja a su municipio, Zapopan. Lo que sí fue un panorama claro desde ese momento, fue su interés por intentar mejoras en su comunidad junto con demás mujeres organizadas dispuestas a apoyarla.

Cuando recién se mudó, en 2007, comenzó a observar las necesidades y espacios de oportunidad que más le preocupaban atender.

Uno de los primeros proyectos que buscaron generar cooperación entre vecinos y habitantes por una misma causa, fueron las posadas, las cuales favorecieron y favorecen la comunicación y solidaridad entre vecinos, vecinas y habitantes de otras colonias para ayudar a niñas, niños y personas adultas mayores de la comunidad. En ese momento, ella se encontraba trabajando como comerciante de ropa, por lo que tuvo una idea: generar apadrinamientos para niñas y niños que cada navidad se quedaban sin celebración y sin regalo. La primera vez fue de manera improvisada, pero los siguientes años ella misma salió en búsqueda de personas que quisieran hacer alguna donación para este sector cada diciembre.

No bastaba con conseguir un regalo, algo material para niñas y niños, así que también se propuso celebrar cada año una posada y así regalarles una cena, un momento de fiesta y felicidad. Fue gracias a una de esas celebraciones que la bautizaron con el apodo de La Madrina. La historia es corta, en esa ocasión uno de sus conocidos le gritó “madrina” y con eso bastó para que de voz en voz la nombraran así. No se cuestionaron su nombre, dieron por hecho que su labor conectaba idealmente con alguien que cuida y acompaña.

Lo anterior solamente fue un parteaguas, pues a partir de ese momento comenzó un camino de trabajo para María Teresa, enfocado en el bienestar de su colonia. Según relata, Prolongación Rehilete ha sido y es una colonia irregular, carente de servicios y con viviendas “no muy dignas”. Una característica más de esta localidad ha sido la violencia institucional y el abandono histórico por parte de las autoridades. Por eso, ella junto con mujeres y hombres habitantes del barrio decidieron organizarse para crear una comunidad que, ante el abandono del Estado, pudiera prosperar.

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Aquel 25 de noviembre de 2020, el punto de encuentro para el inicio de la marcha fue un supermercado ubicado en la colonia Paraísos del Colli. En una gran avenida que no predice el largo camino a muchas colonias más, como: la 12 de Diciembre, Carlos Rivera Aceves, San Juan de Ocotán, Prolongación Rehilete y otras más. Poco a poco comenzaron a llegar las mujeres que fueron convocadas, algunas de ellas, acompañadas de sus hijas, hijos o parejas. Entre risas, nervios y emoción todas se saludaron, mientras, María Teresa estaba feliz por ver rostros nuevos, pero sobre todo desconocidos.

Durante más de una hora soportaron el sol penetrante, hasta llegar al Centro Comunitario La Colmena. Allí, aprovecharon para exclamar sus exigencias, su hartazgo, pero también sus fuerzas por sentirse unidas. Porque por la mente de La Madrina tampoco pasó la idea de que tantas mujeres acudieran a su llamado a marchar por el alto nivel de violencia que han vivido por años. Así que, entre las voces de sus hijas e hijos, ya agotados por la caminata, gritaron sus vivencias marcadas por la violencia machista.

La Madrina tiene una personalidad de liderazgo, no por nada ha sido elegida como la presidenta de la colonia. Su voz, tanto sonora como simbólicamente tienen una fuerza contundente.

Una motivación más para María Teresa fue su madre, quien murió hace dos años por cáncer de mama y fue víctima de violencia intrafamiliar. No podía dejar de pensar en lo orgullosa que estaría por ver lo que ella logró esa tarde. Recuerda y piensa lo mucho que desearía haber tenido las herramientas con las que ahora cuenta para defender a su madre y evitarle algo de sufrimiento. Lamentablemente, ya no puede cambiar la vida de su madre, pero sí la de su hija para que ella no viva la violencia que su abuela vivió y que su madre sobrevivió:

“Eso me motiva a seguir haciendo cosas, que yo no quiero que mi hija pase lo que yo pasé, lo que mi mamá pasó, yo no quiero que mi hija vaya a pasar eso. Yo tengo una historia muy triste muy larga. Fueron muchas, muchas cosas, que tuve que pasar para poder convertirme en una ciudadana ejemplar, por lo menos para mis hijos.

Lo que hoy hace María Teresa lo ha forjado con esfuerzo, dedicación, valentía y mucho, mucho trabajo, todo con el fin de ayudar a que otras mujeres y personas vivan sin violencia, reconociendo que en la medida en la que mejoren estas condiciones, todas las familias, incluida la suya y la de sus amigas y compañeras, vivirán mejor dentro de esta comunidad:  

“Yo trato de que todo eso que yo viví se transforme en bienestar para los demás, servir de algo, si Dios me dio una oportunidad de vida yo la voy a aprovechar, él me regaló vida, yo voy a regalar vida, o contribuir, al menos, para que los demás vivan bien. Por eso me gusta aprender, apoyar y hacer. Si yo veo que alguien sufre, lo hago mi problema, inmediatamente quiero ver de qué manera le puedo ayudar”.

Los aprendizajes que María Teresa ha adquirido a lo largo de su vida quiere transmitirlos a sus compañeras, para que no sean presas del miedo y del silencio, pero, además, para que obtengan la valentía de denunciar a sus agresores. Asimismo, anhela instituciones que se preocupen por la violencia a la que se enfrentan, que transmitan seguridad, como si realmente les preocupara su bienestar e integridad. Ella sabe de lo que habla, con su propio cuerpo ha protegido a sus compañeras cuando va a sus casas a defenderlas de sus parejas.

No es una coincidencia lo que han logrado. En el Centro comunitario La Colmena encontraron un espacio para denunciar, para atreverse a hablar de la violencia que viven, así es como María Teresa también se ha visto influenciada:

“Últimamente nos han orientado mucho sobre este tema. como yo escuché que se iba a conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, dije pues estaría chido que hiciéramos una chiquita aquí y aceptaron. Entonces me animé a hacerla más grande y así también invito a las demás líderes. Les digo, han creado un monstruo, ellas nos dieron la pauta a seguir”

Después de trece años de experiencia aprendieron la mejor forma de organizarse. Sin titubeos y con las cuentas precisas, La Madrina contó cómo se organizaron para tener una forma de trabajo eficiente: 3 mil habitantes, 700 viviendas y 24 manzanas; una jefa por cada manzana que tienen comunicación directa con ella para tratar distintas problemáticas, -muchas veces para atender casos de violencia de pareja-.

A La Madrina le preocupa la violencia ejercida contra las mujeres que se manifiesta en todo México y aunque sabe que es difícil llegar a cada rincón del país, se ha enfocado en ocuparse por los que lastiman a las mujeres de su comunidad, sus amigas, amigas de sus amigas, hijas de mis amigas, su familia: “yo creo que ese es el objetivo, transmitirles fuerza y comprensión, que comprendan por qué está mal vivir violencia, que luchen por ya no estar así.”

En los últimos meses lograron acompañar a seis mujeres en el proceso de denuncia por violencia de pareja. Son procesos sumamente complicados en los que el Estado revictimiza a las víctimas y complica las investigaciones.  Aunque hablar y denunciar parezca el paso más complicado, no es así, lo verdaderamente complejo para las mujeres es salir del círculo de violencia, como mencionó La Madrina: “en primer lugar, tienen que darse cuenta que están viviendo violencia, porque en muchos casos, es como siempre han vivido, lo que conlleva a la normalización”.

A la par, el obstáculo que más les cuesta librar es la dependencia, ya que es común que dependan de sus parejas económicamente, situación que hace difícil la salida de sus hogares junto con sus hijos e hijas. Esto es algo que las autoridades pasan por alto y algo que, según La Madrina, es necesario atender. Aun así, le es inevitable sonreír cuando piensa en los pasos que han dado, las mujeres que han denunciado, que se han salido de su hogar violento y que inspiran a las que continúan en uno.

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Las mujeres indígenas también forman parte de la lucha por una vida sin violencia en esta comunidad. Una de sus líderes es Cristina Apolonia Martínez Hernández, indígena Mazahua originaria del Estado de México, pero que desde hace 40 años vive en Guadalajara, actualmente en la colonia 12 de Diciembre. Desde hace 11 años se ha dedicado a luchar por los derechos de la mujer indígena en Jalisco. Actualmente es integrante de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (CONAMI).

Su historia comenzó cuando, a sus 16 años, migró con su esposo al Área Metropolitana de Guadalajara. En una escuela del Colli, ella, sus hijas e hijos fueron discriminados por pertenecer a una comunidad indígena. Le recriminaron que no hablaran español, algo falso porque ella no quiso que pasaran lo mismo, así que aprendieron desde jóvenes.

La discriminación que vivió fue continua, porque en sus primeros años le costó trabajo aprender español, hasta que finalmente por sus hijas, hijos y vecina pudo atreverse a hablarlo. Cristina Apolonia reconoce cómo llego hasta aquí y por qué su labor siempre se ve relacionada con su vida y familia, para que sus hijas no vivan violencia y sus hijos no la ejerzan:

“Yo entré a este trabajo porque yo viví mucha violencia, discriminación cuando llegué aquí a Guadalajara”.

Así fue como se interesó por exigir derechos y trato digno para las mujeres indígenas, por la discriminación a la que se enfrentó, después de eso comenta que comenzó a participar en una asamblea con compañeros indígenas y le gustó. Desde ahí se propuso velar por las mujeres que continuamente son violentadas en la ciudad.

Cristina Apolonia está orgullosa de ser quien es e identificarse como mujer indígena:

“A mí no me da vergüenza, porque sé que soy el valor de mi identidad y estoy dando a ver que soy indígena y no por eso valgo menos. valgo igual que todas y eso es ser indígena, el valor que tengo, la cultura, la interculturalidad, la lengua materna, la danza, todos los rituales, todos esos saberes que nuestros ancestros nos enseñaron.”

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María de Jesús, reside en la colonia prolongación Rehilete desde hace poco más de dos años. Actualmente es jefa de la manzana 7 y gracias a ello ha crecido su amistad con La Madrina. Con orgullo, alegría y amor describe la labor que ha realizado su amiga desde que la conoció:

“Yo escuchaba mucho de la madrina y decía bueno, pues quién será. Me decían es la presidenta de aquí, ya poco a poco la fui conociendo, entonces, supe las cosas que ella hace, cada navidad ella se encarga de buscarle juguetes a los niños de esta comunidad. Incluso ya se están uniendo más colonias”.

La meta de La Madrina se cumplió: apoyar a quienes estén pasando por un mal momento. Porque para su compañera, María de Jesús, su trabajo en la colonia ha sido vital para las mujeres de la zona y ha sido un ejemplo de fortaleza, motivación y valentía.

María Teresa también está satisfecha por el esfuerzo que han realizado, ella, las jefas de manzana, las asociaciones, todas las compañeras que han atribuido a la red de apoyo en la comunidad. Además, está segura de que por ese camino continuarán viendo los frutos de su lucha contra la violencia machista. Porque el cariño, compromiso y fortaleza se contagian de a poco para continuar luchando por una colonia y un municipio que no las violente más. 

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Leslie Zepeda
Leslie Zepeda
Periodista y fotógrafa feminista. Forma parte de CUCiénega Fem.

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