En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, mujeres, lideresas comunitarias y representantes indígenas de las colonias: La Floresta, Miramar Poniente, Carlos Rivera Aceves, San Juan de Ocotán, Rehilete, 12 de Diciembre y Arenales Tapatíos de Zapopan, salieron a tomar las calles para demandar alto a la violencia machista que viven en sus comunidades y hacia dentro de sus hogares.
Reconociendo que la violencia también es institucionalizada, demandaron a las autoridades del municipio y del estado, justicia jurídica y justicia social.
Por Dalia Souza / @DaliaSouzal y Leslie Zepeda (fotografía) / @Lesszep2
Video: Darwin Franco / @DarwinFranco
Con la consigna: “Por ti, por mí, por todas estoy aquí”, más de 100 mujeres, jóvenes, niñas y niños se reconocieron como parte de una misma lucha, un mismo reclamo que apara a todas aquellas que ya no están: “que fallecieron esperando justicia, que están en la cárcel porque no aguantaron la golpiza del marido y decidieron defenderse, por las que están adentro de su casa porque “no las dejó venir el marido”, por todas ellas, dijo la señora María Teresa Hernández, mejor conocida como La Madrina, salieron a las calles este domingo 22 de noviembre.
Vestidas de blanco y portando listones color morado, recorrieron Av. Guadalupe desde su intersección con la Av. Periférico, hasta llegar al Centro Comunitario La Colmena, en la colonia Colinas de la Primavera en Zapopan.
Esta es la primera vez que lideresas comunitarias se reúnen en una movilización tan grande, relató La Madrina, lideresa social de la colonia Prolongación Rehilete; así le dicen porque ella es la más movida, la que sabe dar un consejo, una palabra de aliento, una despensa si es necesario, pero, además, es quien busca desde la acción colectiva y autogestiva, resarcir el tejido social fracturado por la violencia social, la marginación, la pobreza y el abandono de las autoridades.
“Son colonias marginadas, donde hay mucha pobreza y digo pobreza en todos los sentidos” afirmó en entrevista. Si bien, el trabajo de incidencia dentro de sus colonias es cotidiano, exhaustivo y permanente, en esta ocasión decidieron salir a marcha para visibilizar el más grande problema que enfrentan: la violencia machista y de género dentro de sus hogares, pero también, hacia el interior de las dependencias de gobierno, incluso, en aquellas que son concebidas como de adelanto para las mujeres.
Para La Madrina, es importante que las mujeres, jóvenes y niñas reconozcan que la violencia no es normal; y que, como ellas, hay muchas otras que lograron librarse de esos maltratos gracias al apoyo sororo de mujeres que les pueden acompañar y ayudar:
“Lo que queremos es que ellas se den cuenta de que la violencia, y lo que pueden vivir en sus hogares, no es normal, que hay muchos lugares donde ellas pueden pedir apoyo, a pedir que les ayuden”.
María Teresa “La Madrina”, líder comunitaria.
La Madrina, como la gran mayoría de las lideresas, representantes comunitarias y mujeres indígenas que asistieron a la movilización, lo cuenta desde la experiencia propia, pues sabe que la clave para librarse de la violencia, de las agresiones y el sometimiento, es alzar la voz para ser escuchadas.
“Detrás de nosotras hay mujeres que ya han vivido estas experiencias y que nos han compartido y que nos han dicho que sí se puede. Y aquí está la prueba, entre más unidas estemos más grande va a ser la fuerza y menos violencia va a haber en sus casas”.
Con ello, reconoció que sus colonias son, además, espacios inseguros para las mujeres, jóvenes y niñas que salen a las calles, a trabajar, a jugar, a hacer su vida; sufren de acosos, robos, “hasta el grado de abusar de ellas” dijo. En tanto, la niñez en contextos de pandemia vio también mermada su tranquilidad y seguridad,pues advirtió que dentro de sus hogares han sido víctimas de la violencia intrafamiliar recrudecida, ya que, ahora, “conviven mucho más con el agresor en casa”.
Respecto al actuar de las autoridades, no dudó en reconocer que hay apoyo, sin embargo, éste no es suficiente “hace falta un poco más” señaló. Y es que, en el caso particular de las mujeres que han acudido a denunciar violencia en sus hogares de parte de sus esposos o parejas, desde el extinto Instituto Jalisciense de las Mujeres, hasta el actual Centro de Justicia para las Mujeres, han recibido una atención deficiente. Se les ha estigmatizado y revictimizado, al grado de ponerles en riesgo y alentarlas a desistir.
De tal forma que, han documentado casos donde las denuncias han sido “perdidas” por la autoridad, así como, procesos de denuncia demorados y negligentes, donde la justicia nunca llega: “hay muchos casos que no se les ha dado seguimiento, hay algunas que les han perdido sus documentos. Tenemos muchos casos donde las mujeres ya no quieren ir a denunciar porque ya fueron en alguna ocasión y el trato no fue el adecuado dentro de la institución”, advirtió.
“Mujeres que tienen miedo de ir a pedir justicia, porque no tienen una atención adecuada. Qué les dicen “por eso viniste, nada más por eso, qué habrás hecho”. Horas esperando justicia, hijos esperándolas afuera con hambre y al final sales y no hubo justicia. Y regresas a tu casa y ya te está esperando el marido para ponerte una chinga porque ya se enteró que fuiste a denunciarlo. O te pegan, llegan las unidades y no pueden hacer nada porque no has puesto una denuncia o porque no son las autoridades correspondientes”.
“Todas tenemos derecho de alzar la voz”
Cecilia Ruvalcaba, es habitante de la colonia Arenales Tapatíos y también es una lideresa comunitaria. Desde la vivencia propia, narró que después de 23 años de haber sido víctima de distintas formas de violencia dentro de su hogar, hace cerca de un año por fin logró salir de ese vacío en el que la tenía sumergida.
El camino, en definitiva, no fue fácil, ya que, cuando acudió a ratificar su denuncia por violencia ante el extinto Instituto Jalisciense de la Mujer, las autoridades perdieron sus documentos; con miedo, desalentada, lo dejó todo y no quiso saber más, aunque esto implicó volver a casa con su agresor.
Hace un año tuvo “otro incidente” y decidió acudir una vez más a denunciar. Ahora, dice, ya está yendo a terapia para superar la depresión que le dejó este momento de su vida tan díficil. Y es que, para ella, lo más complicado de este proceso fue que no la escucharan, que la autoridad en la que debía confiar, no estuvo ahí para ella como mujer y como persona:
“Es que a veces no somos escuchadas y a veces nos toman como personas que no valemos nada y a veces hasta las autoridades se ríen de nosotros. Yo creo que todas tenemos el derecho de levantar la voz. Muchas no están aquí porque ellas ya no existen, fueron también así, pero gracias a Dios yo estoy aquí”.
Su única petición al tomar las calles de Zapopan, -esa misma Av. Guadalupe que transita de vez en vez cada semana para llegar con sus compañeras a La Colmena-, es que las autoridades de justicia, especialmente las que atienden casos de violencia de género, “escuchen” a quienes después de mucho soportar, deciden hablar y pedir ayuda:
“Que las mujeres que van a los institutos que las escuchen… si llega alguien, que lo abracen y le den la fortaleza para que esa persona salga de donde está. Porque no es fácil hablar. Si uno habla es porque de plano ya no aguanta, así que cuando las personas se acercan a un instituto que las apoyen, que no lo hagan como me lo hicieron a mí”.
“La sororidad es hermandad”
Isabel Guerrero, acudió a la marcha como representante de la colonia La Floresta del Colli. Al igual que La Madrina y que Cecilia, ella fue víctima de violencia desde los 15 años. Según cuenta, fue escuchando y acompañando a otras mujeres como ella, que decidió salir de ese escenario que, sin dudas reconoce, había normalizado.
En aquel momento, no sólo fue consciente de que ya no podía seguir viviendo así, sino, además, de que tenía que ayudar a sus vecinas, amigas y familias a enfrentar lo que ahora ya no veía normal:
“Yo a partir de los 15 años viví una violencia y me nació apoyar, realizar el acompañamiento como no lo hicieron conmigo, porque no pedí ayuda, lo normalicé todo lo que me estaba pasando. A través del tiempo y de las historias de las mujeres comencé a levantarme para ser parte de una red de apoyo”.
Con una sonrisa, afirmó que la palabra sororidad “le encanta” porque “es esa hermandad, hacernos cómplices”; cómplices, dice, de una exigencia conjunta que debe ser transmitida a las generaciones actuales de jóvenes y niñas “para cambiar ese chip y decirles que la violencia no es normal, que nos merecemos ser felices y vivir en paz”.
En su colonia hay mucha inseguridad, poca vigilancia y el alumbrado público “es pésimo”. Pocas veces la autoridad acude -o lo hace muy tarde- cuando hay una denuncia por violencia intrafamiliar o por cualquier otro delito. Por ello, le parece sumamente importante que esta manifestación sirva a las autoridades para que adviertan la urgente necesidad de resarcir los lazos de confianza y cercanía con la comunidad; para que mujeres, jóvenes, niñas y niños sepan que las corporaciones policiacas y las dependencias de justicia, están ahí para ellas y ellos, antes de que sea demasiado tarde:
“Somos colonias muy marginadas, llamas a las autoridades y llegan a las dos horas, ya cuando pasó el incidente. Cómo te apoyas, no tenemos ese apoyo, esa seguridad y esa confianza que tu puedes tener como mujer, niñas y niños con la autoridad. Si ellos nos dieran la confianza, la seguridad de que vamos a hablar por teléfono y van a venir a ayudarnos, eso nos da la tranquilidad, la confianza de saber que si pasa algo vamos a hablar. Pero no lo hay. No es fácil han pasado muchos desastres con mujeres que han querido salir de todo esto y les han quitado la vida, sin embargo, aquí estamos poniendo nuestro granito de arena”.
“Las mujeres indígenas existimos y resistimos”
Doña Cristina Apolonia, es originaria del Estado de México, es indígena Mazahua y migró a Jalisco hace cerca de 40 años. En esta ocasión, marchó en representación de las mujeres Mazahuas-Purépechas que viven en algunos asentamientos urbanos de las colonias 12 de Diciembre y Arenales Tapatíos de Zapopan. Junto con Rosa Icela, mujer indígena de Michoacán, se pronunciaron en contra de la discriminación que viven cotidianamente, pero, además, para rechazar la violencia machista que enfrentan decenas, quizá cientos de sus compañeras dentro de sus espacios comunitarios.
Doña Cristina, además es presidenta de la Red de Promotoras de los Derechos de las mujeres Indígenas en Jalisco (Prodemi) y reconoce que “todavía existe mucha violencia por parte del marido, que les dice: a dónde vas, quédate en casa, pierdes tiempo, deja a esas mujeres revoltosas”, expresó.
Desde su trabajo de incidencia política y comunitaria, trabaja realizando talleres con sus vecinas, con sus compañeras “para que esos maridos entiendan que son su pareja, pero no sus dueños” pues afirma fuerte y alto que “la mujer va a decidir cuándo y dónde quiere ir a participar”.
Nuevamente, al igual que La Madrina, que Cecilia, que Isabel, doña Cristina fue víctima de violencia y, como ellas, reclama que las autoridades sigan siendo omisas, negligentes, indiferentes e, incluso, violentas cuando han decidido pedir ayuda. Y es que, sumada a todas éstas, el abandono de la protección de la ley y de la justicia aumenta para quienes son mujeres indígenas:
“Las autoridades no nos buscan como indígenas. Cuando llamamos porque una mujer ha sido golpeada, llega hasta después la patrulla, cuando ya pasó todo, no llega al momento. Vivimos violencia familiar y violencia política, lo que queremos es que nos hagan caso y entiendan. Que nos tomen en cuenta como mujeres indígenas, nosotros vivimos en una zona marginada, no tenemos agua, luz, servicios y vivimos supuestamente aquí en Zapopan, donde habemos muchas indígenas, también tenemos mucha carencia”.
Su invitación es, entonces, para que sus compañeras indígenas, mujeres de todas las colonias de Zapopan, del Área Metropolitana de Guadalajara, de Jalisco, alcen la voz pues nunca más estarán solas en el camino de la exigencia “Ni una más”:
“Invito a las compañeras indígenas, a todas las mujeres que están en nuestras comunidades, que se integren, que vengan, que alcen la voz, que ya no más violencia hay que frenar todo esto. Cuantas mujeres, niñas, que violan, matan, hay que cortar todo esto. Si nosotras como mujeres no alzamos la voz, esto va a seguir. Creo que ya es momento que nosotras nos unamos y poner en paz, esto”.
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