Columna MAROMA
Por Sergio Antonio Farias Muñoz, integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud.
¿Qué es el transporte público? Claro está que es un vehículo de proporciones mayores a la de los carros y camionetas convencionales, que permite transportar de manera colectiva a las personas para llevarlas de un lugar a otro, pero de igual manera es en este mismo espacio un lugar donde se juegan muchas dinámicas de desigualdad que nos dan un reflejo de la precariedad y necesidades que invaden a las personas.
Alberto Arellano Ríos nos habla de la estructura de poder que se da en el transporte público del Área Metropolitana de Guadalajara:
“…hay una estructura de poder integrada por un conjunto de actores e instituciones públicas y privadas que impiden su transformación. Dicha estructura está encabezada por algunos actores sociales específicos que impiden la solución de un problema público y fundamental para el AMG. La forma en cómo se estructura el campo social provoca que ciertos grupos de interés sean los ganadores en detrimento de un servicio público” (Arellano, 2018, p.25)
Por tanto se comprende que las instituciones públicas y privadas relacionadas con el transporte público, son las que imponen una autoridad que impide una resolución de los conflictos que se forman por dichas estructuras de poder; no obstante, esta estructura de poder de la que se viene hablando da la pauta para desenmascarar una realidad que visibiliza las transgresiones de un abandono y una violencia que se desborda fuera del espacio de los camiones, permitiendo analizar las otras coyunturas.
No es una situación nueva subir al transporte público y percatarse de una serie de desajustes que se viven ahí dentro. Hostigamiento sexual o de cualquier tipo son un ejemplo. Que el camión se convierta en espacio de trabajo es otro más; y lo vemos en el joven guitarrista que se sube a cantar y tocar a cambio de transvales o unos pesos para poder pagar la escuela. También es la niña y el niño que suben con una caja de chicles o mazapanes para vender.
He ahí las otras resonancias existentes donde se remarca el poder de los actores que mediante esas formas ejercen una violencia, y es que no es algo que pase en algunos camiones de manera selecta o algo que suceda de manera eventual, sino una constante que prevalece, pero se normaliza.
Un ejemplo de muchos es la ruta 50-B, camión que comienza su trayectoria en la colonia Nuevo Vergel en el norte de la ciudad, para después continuar con dirección hacia el sur cruzando por las colonias Tabachines, Constitución y Atemajac, de próximo tomar la Avenida Federalismo, dirigirse a Zona Centro, posteriormente tomar la Avenida 8 de julio, cruzando la Zona Industrial, El Cerro de 4 y terminando en Los Olivos.
Podrían parecer poco relevante las calles y colonias por donde hace su recorrido dicha ruta; sin embargo, no es casualidad que las zonas por donde pasa el trasporte público tengan relación con la desigualdad, y es que hace aproximadamente dos meses, trasladándose en el 50-B pude ver como una madre muy joven llevaba a sus cuatro hijos en el camión. Después de un rato otra muchacha, la cual llevaba en sus manos un pastel ingresó, sentándose a lado de la joven madre en los asientos de atrás.
A los pocos segundos la madre le pregunté a la muchacha por el lugar y el costo del pastel, cosa que la muchacha le respondió. Hubo un silencio de unos 5 segundos, los niños solo observaban el pastel con deleite. La muchacha de manera amable le dijo a la madre: “Toma, te lo regalo”. La Madre se negó, pero la muchacha insistió hasta que aceptó la madre. Los niños al saber que comerían pastel se emocionaron tremendamente.
Como este ejemplo, se pueden mencionar otros tantos en otras rutas que parten y se dirigen a diversas periferias. Es entonces que el camión se convierte no sólo en el colectivo para llegar a casa o al trabajo, sino también se convierte en el escenario donde vemos la desigualdad como show principal y algunos de los actores son los jóvenes, niños y niñas en escenarios de trabajo buscando cumplir lo que el estado les niega, o en su defecto se convierte en el punto donde convergen las necesidades de una población que no tiene respaldo alguno.
Referencias
Arellano Ríos , A. (2018). El transporte público en el área metropolitana de Guadalajara: agenda, proyectos y “gatopardismo”. Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública, 11-32.