Por Dolores Pérez-Lazcarro / @DoLazcarro
Ilustración: Edmon de Haro
Si buscamos entender el origen de la pobreza nos encontraremos en el camino diferentes causas: colonialismo, conflictos armados, sistemas económicos esclavizantes, violación de derechos humanos, desastres naturales y hoy también Covid 19, entre otros. Sin embargo, mi intención no es analizar las causas de la pobreza, sino analizar los efectos negativos que causan las personas pobres en parte de la población que no lo es.
La reacción más grave sin duda es la aporofobia, un término utilizado desde los años noventa por la filósofa Adela Cortina y que hoy es común encontrar en diferentes estudios o trabajos académicos. La aporofobia, de acuerdo con Cortina, es el rechazo, aversión y miedo a los pobres.
Muchas veces hemos escuchado: “la gente es pobre porque quiere”, “viven en la calle por tal de no trabajar”, “son delincuentes que amenazan la tranquilidad de nosotras, las personas de bien” y cómo dejar fuera “es que no le echan ganas”. Hay muchas formas de sentir aversión por las personas que se han tenido que enfrentar a las enormes violencias estructurales, la mayoría desde que nació.
La aporofobia es una palabra que era urgente pronunciar porque lo que no tiene nombre no existe. El rechazo, la aversión y el miedo a los pobres no es nuevo, la palabra, sí. En el libro “Pobres, humildes y miserables en la edad Media”, Michel Mollat los define como aquellos que, de manera permanente o temporal, se encuentran en una situación de debilidad, de dependencia, de humillación, caracterizada por estar privados de los medios, variables según las épocas y las sociedades, de potencia y de consideración social: dinero, relaciones, influencia, poder, ciencia, calificación técnica, honorabilidad del nacimiento, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales.
Lo anterior es de actualidad, de hecho, la admiración a los que han logrado acumular riqueza es más vigente que nunca, no importa de dónde provenga la fortuna, lo importante es estar cerca de los “triunfadores”, en contraparte, está presente fuertemente el rechazo a quienes ni antes ni después del Covid 19 han logrado subir en la escala de valores monetarios.
La aporofobia se hace cada vez más evidente en las distintas colonias de la Zona Metropolitana de Guadalajara, en donde se han engrosado las filas de desempleados y personas en situación de calle, este último fenómeno es algo muy difícil de entender y aún más para quienes se pasan desconfiando de las personas en esta circunstancia, no quiero que esto se entienda como una culpabilización de quienes sospechan de las personas pobres, me parece que el miedo es un factor determinante en la forma en que actuamos. Las fobias nos puede paralizar, volver agresivos o en otros casos, ansiosos: llegar a ser pobre no es un buen final que quisiéramos tener.
Por lo anterior, es fundamental pedir a las autoridades que se difundan las políticas públicas que existen para atender a esta población, que, dicho sea de paso, tiene derecho de estar en los espacios públicos, ya que los vecinos de cada colonia no somos los dueños de éstos.
La aporofobia está presente en nuestra ciudad contra los extranjeros, no por el hecho de serlo, sino por ser pobres, aquellos que tienen que buscar un lugar donde pasar la noche y un carrito de algún supermercado carga todas sus pertenencias. Si son extranjeros que vienen con dinero, coches caros y se sientan a disfrutar una tarde en los parques, zona centro o simplemente a caminar, eso está perfecto. Otro caso es el de las personas de los pueblos originarios que llegan a nuestra ciudad, si arriban para algún espectáculo cultural, aplaudimos, cuando vienen a vender sus artesanías en las calles, fruta o artículos de temporada, afean las calles y hay que desconfiar: aporofobia.
Si se llama valet parking, pagamos, si son acomodadores de coches hay rechazo: aporofobia. El problema es que son pobres y esto en una sociedad como la nuestra es sinónimo de fracaso, sin embargo, una sociedad con tanta pobreza es una sociedad que está fracasando. Como podemos ver, xenofobia, racismo o clasismo, no son palabras que abarcan en su totalidad el rechazo a los pobres, de ahí lo fundamental del término aporofobia.
En febrero de este mismo año, el filósofo esloveno Slavoj Žižek, escribió un artículo en el que afirmaba que el coronavirus era un enorme golpe al capitalismo, meses después estamos viendo que el capitalismo, salvaje agregaría yo, sigue más vigente que nunca. ¿Qué significa esto? Que las estructuras que violentan a los más pobres se están reforzando y hay que recordar que en México actualmente de cada 100 personas que nacen en pobreza, 74 morirá en esa misma condición.
La desigualdad y violencia estructural nos pegan con fuerza en el rostro, en nuestra mirada, en nuestro entorno, pero nunca tan fuerte como en quienes la padecen. Por eso quiero hacer énfasis en que la pobreza es una gran violencia que debemos detener, sociedad y gobiernos. Estos últimos haciendo un trabajo transparente y eficaz, no para ganar una elección sino para restaurar la dignidad de las personas impulsando la creación empleos bien pagados, garantizando el acceso a servicios básicos como la alimentación, la salud, la vivienda y la educación.
Nosotros como sociedad alejándonos el miedo, siendo solidarios, dejando de criminalizar a quienes padecen pobreza. ¿Cuántas personas están sin hogar en tu ciudad? ¿Sabes cuántas veces comen al día o quizá, cuantas veces a la semana? La solidaridad no solo tendría que alcanzarnos para con quienes conocemos y nos relacionamos, también debe alcanzar para aquellos que vemos por primera vez y nos damos cuenta de sus necesidades, el desprecio no es la solución.
Quizá algún día se pueda terminar con el crimen organizado, se puedan terminar los robos callejeros, de vehículos o a casas habitación, pero mientras exista hambre y miseria no podremos encontrar paz ni personal ni social, porque habrá quienes estén padeciendo y eso, insisto, es un fracaso como sociedad.
Descubramos como anda nuestra aporofobia, porque el miedo puede llevar a hacer cosas terribles, a él le apuestan algunas personas como Donald Trump.