Me lleva el tren… o no

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

Una vez más se fue de largo la fecha anunciada para poner en operación la Línea 3 del Tren Ligero, esa obra que en algún momento fue el sueño máximo de Aristóteles Sandoval, un sueño que terminó convertido en una pesadilla que trascendió la administración del priísta para convertirse en una piedra en el zapato, otra más, del gobierno de Enrique Alfaro.

A lo largo del tiempo que ha durado la construcción de la obra, diferentes medios de comunicación han documentado todas sus irregularidades: desde el sobreprecio hasta la opacidad que envuelve la obra, pasando por la ridiculez de la administración anterior de inaugurar el “periodo de pruebas”, con placa y visita presidencial incluida, todo para que Aristóteles Sandoval pudiera sentir que había tenido un logro en su gestión, aunque fuera algo tan ridículo como un periodo de pruebas para una obra que debía haber terminado mucho antes.

La llegada de Enrique Alfaro a la gubernatura sólo fue la continuación de las mismas dinámicas: hace apenas unos días, el periodista José Carlos Rodríguez Toral daba cuenta de que la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública (SIOP) del gobierno jalisciense había decidido ocultar por cinco años la información sobre una asesoría que recibieron y por la que desembolsaron más de 88 millones de pesos. ¿La razón para reservarse la información? Dense a la chacota: los datos podrían prestarse para un ataque terrorista (la nota, muy completa, la pueden leer este enlace).

Es un hecho que la ampliación y mejora del transporte público es fundamental para una ciudad como Guadalajara, cuya mancha urbana se desparramó desordenadamente gracias a la voracidad de los desarrolladores inmobiliarios y con la complicidad de los gobiernos del área metropolitana. Conectar los polos con más líneas del tren ligero es una labor prioritaria. Sin duda las y los trabajadores y estudiantes de la zona sur agradecerían una línea que los conecte con la línea 1, lo mismo que las personas que se trasladan, por ejemplo, desde El Salto o desde Tonalá. Deberían afinarse los derroteros del llamado Pretren, que en su momento se vendió como una medida provisional para ampliar los alcances de la línea 2 y que ya se quedó así, como empezó, sin mejoras y sin esperanzas de que se concrete en una verdadera solución de movilidad.

Todo lo que ha ocurrido con la línea 3 del Tren Ligero es un buen ejemplo de lo que no se debe hacer: una obra elevada —modelo que ya hace muchos años demostró sus carencias y su ineficacia en otras ciudades del mundo—, un diseño de estaciones completamente invasivas y que no respetan el paisaje urbano, el sobreprecio, la deforestación que dejó la obra a su paso, el daño a las viviendas y al patrimonio histórico en el tramo subterráneo, el cierre de negocios por la desproporcionada duración de la obra… es un largo etcétera.

Por si fuera poco, sin darse cuenta con esta obra las autoridades han reafirmado el desdén y el poco interés que tienen por la zona oriente de la ciudad. Sólo así se explica el estado de los camellones en toda la avenida Revolución, que lucen áridos y enterregados, abandonados a su suerte. Nada qué ver con el cuidadoso trabajo de jardinería que luce el camellón de la avenida Ávila Camacho. Ha de ser porque aquel tramo está, como se dice, “de la Calzada para allá”.

Todavía hay mucho camino por recorrer en la búsqueda de alternativas para mejorar la movilidad en la ciudad. Ya se viene la obra del Peribús, que recorrerá el flamante y remodelado y deforestado Periférico —¿por qué carajos no les gustan los árboles para la obra pública? —. Sería bueno que se aprendiera de las lecciones que dejó la línea 3, pero lo dudo: perro viejo no aprende truco nuevo, y Alfaro es un perro viejísimo, políticamente hablando.

Mientras tanto, ya hay una nueva fecha —¡otra! ¡otra!— para echar a andar la línea 3: el próximo fin de semana. Siempre y cuando, claro, pueda venir el presidente. Porque hay prioridades. Luego entonces podremos decir que, ahora sí, nos lleva el tren. O no.

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Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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