Columna MAROMA
Por Mayra Huerta, integrante del Maroma, Observatorio de Niñez y Juventud y Zyanya Velázquez, Promotora de Semilleros Creativos.
Semilleros Creativos forma parte de uno de los cuatro ejes del Programa Federal de Cultura Comunitaria, actualmente cuenta con 327 semilleros y en ellos 11 mil 028 niños, niñas y jóvenes están participando.
Este programa está pensado para abrir espacios de formación artística comunitaria. Uno de ellos es el Semillero Creativo del municipio de El Llano, Aguascalientes, con sede en la cabecera municipal Palo Alto, mismo que lleva laborando desde julio de 2019 con niñxs, y jóvenes de entre 6 y 15 años.
Para abrir el semillero era necesario pensar en un espacio donde lxs niñx y jóvenes tuvieran total libertad para desarrollar su participación, su creatividad y su personalidad. El objetivo no era apropiarse de un lugar que fungiera como institución educativa o cultural con anterioridad, sino generar un espacio desde cero, construido y pensado desde las infancias y juventudes locales.
De esta forma la sede del semillero fue una plaza comunitaria deshabitada que, desde julio de 2019, poco a poco ha sido apropiada por los niñxs y jóvenes del lugar. En unos meses, la plaza se convirtió en un espacio seguro de encuentro y desarrollo artístico para la población infantil y juvenil de El Llano, desde esta perspectiva es necesario apuntar que fueron los niñxs y jóvenes quienes valoraron y habilitaron este espacio como una posibilidad de acción comunal y como un espacio alternativo de cultura y participación.
Si bien, el semillero está pensado como un espacio de formación artística, el objetivo no es formar artistas sino construir un espacio de socialización desde el respeto a las particularidades de la infancia, la empatía, la participación, la creatividad y el ejercicio de los derechos culturales.
Puesto que trabajamos a partir de asambleas, consensos y trabajo colaborativo para las presentaciones públicas y exposiciones, en las que se hacen partícipes a niñxs y jóvenes en la planeación, organización y montaje; siempre que se inicia un proyecto o una dinámica es importante cuestionarnos: ¿cuáles son las experiencias y aprendizajes previos de los niñxs y jóvenes en relación a la participación? Y más aún, ¿qué entendemos por participación?
Ésta se hace presente en la vida del niñx desde muy temprana edad, y tiene lugar en la familia, la escuela y la comunidad como espacio de encuentro, intercambio de valores, toma de decisiones, e incidencia en temas que le afecta o compete. Observar esto nos permite entender y asumir que la y el niño son ciudadanos activos que no solamente habitan en una comunidad, sino que la construyen.
Al ser un espacio comunitario, ha creado vínculos con madres y padres, institutos educativos y culturales, y población en general. Trabaja desde la perspectiva de los derechos culturales, lo cual ha significado abrir otras visiones sobre los niñxs como sujetos de derechos y como agentes que participan activamente en la vida cultural y social de su comunidad.
Es necesario notar que el arte y la cultura no engloba todas las gamas y posibilidades de la participación; sin embargo, a través del juego como impulsor de la apropiación y transformación del espacio y de la participación como un catalizador de procesos organizativos, dialógicos y artísticos, es posible construir nuevas formas de convivir, de una socialización no autoritaria, colaborativa y con el respeto pleno a los derechos de los niñxs. Por esta razón es igualmente importante que a nivel familiar, comunitario e institucional se comprenda de manera más completa todas las implicaciones que tiene el arte y la cultura para las infancias y juventudes.
Abrir espacios libres de asociación y recreación donde niñxs y jóvenes pueden compartir con sus pares y aportar a su comunidad desde sus propios medios y recursos, es una oportunidad para el ejercicio de sus derechos culturales desde una perspectiva incluyente, colaborativa, y empática a sus particularidades.
Aportando nuevos significantes artísticos y culturales, habilitando espacios patrimoniales como centros culturales y expositivos, y realizando intervenciones artísticas en los espacios públicos. En cualquier territorio, sea urbano o rural son necesarios espacios en los que niñxs y jóvenes puedan reunirse libremente, intercambiar opiniones, identificar problemáticas y proponer soluciones. La dinamización de espacios patrimoniales en desuso con infancias y juventudes puede generar a nivel local nuevas formas de comprender y habitar el territorio.
Columna Maroma
Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud
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