Columna MAROMA
Por Lourdes Limón, integrante de MAROMA: Observatorio de niñez y juventud, y Claudia Fabiola Jiménez Rojas, integrante de la Red YoVoy8M.
En el marco del pasado #8M en Guadalajara observamos la participación de distintas mujeres que se encuentran vinculadas con las escuelas de educación básica, entre ellas madres, docentes y alumnas.Específicamente, fueron las alumnas del nivel secundaria quienes se movilizarondurante la jornada y la marcha haciendo denuncias y peticiones sobre problemas como: el acoso, el abuso y sus derechos reproductivos y sexuales.
Si bien, la Secretaría de Educación Pública (SEP) especifica que:
“la escuela (tiene) un papel fundamental, ya que es uno de los espacios en donde se refuerzan, fomentan y mantienen los valores y modelos de comportamiento socialmente esperados, por lo que la incorporación de la perspectiva de géneroconstituye la mejor alternativa para garantizar que el quehacer educativo se imparta sin prácticas, creencias y estereotipos que de manera directa o indirecta influyan negativamente en el desenvolvimiento pleno de las y los alumnos.” (1),
las diferentes denuncias y demandas de las adolescentes nos visibilizan que lo anterior se materializa únicamente en palabras/ discursossin mayores implicaciones en su cotidianeidad.
Ante esto no podemos hacer oídos sordos, lo cierto es que las propuestas hechas para estos espacios distan mucho de ir a la par con la realidad que experimentan las niñas y adolescentes, no solamente en la escuela, sino también en casa y sus comunidades. Además, debemos reconocer que los espacios de discusión para las estudiantes son pocos y siempre mediados por la visión adultocentrista que presume saber lo que es mejor para ellas. Pero muy por el contrario de lo que se suele pensar, ellas tienen conocimientos, opiniones y posiciones claras acerca del aborto, el abuso sexual, el acoso callejero, la violencia contra la mujer, las desigualdades de género e incluso la sororidad.
Desafortunadamente son las instituciones educativas las que les coartan su libertad de expresión por temor a no ir conforme a los protocolos propuestos, los cuales supuestamente garantizan sus derechos, pero en realidad sólo burocratizan las prácticas violentas dentro y fuera de las escuelas.
Un ejemplo claro de esto, es que, ante cualquier denuncia de acoso dentro de la escuela, aún permanece la duda hacia las chicas, “algo les puede pasar de manera personal para que denuncien o mientan sobre su experiencia”, patologizando su experiencia.
Aunado a esto las madres y los padres de familia suelen pensar que las escuelas son educadoras moralesy que, por tanto, hay temas que no deben hablarse o si se hablan, hacerlo desde una postura religiosa.
En este contexto son algunas docentes, orientadoras y colectivos, quienes, a través de una mirada feminista,han venido a traer una bocanada de aire a muchas de las chicas que necesitan no sólo información sobre dichas problemáticas, sino contención, acompañamiento y sororidad.
Las distintas intervenciones con enfoque feminista en educación básica pretenden dotar a las chicas del poder de agencia que necesitan para reconocer, hacer valer y cuestionar los derechos que ahora tienen y los que buscan conseguir, lo que las posibilita para proponer desde ellas mejoras a las políticas educativas y públicas existentes.
Además, las propuestas feministas son el intento claro de responder ante las violencias que les aquejan en los espacios educativos y se desbordan a las comunidades; o que les ocurren en la comunidad y la única alternativa para hablar y resolverlas es utilizando la escuela como espacio de diálogo para el cambio social.
Para citar algunos ejemplos, tenemos el tan cuestionado y debatido intento de utilizar el lenguaje inclusivo (hablar más allá de lo binario en el género)o el desdoblamiento del lenguaje(el uso del masculino y femenino); el posicionamiento de algunas docentes y alumnas para hablar de educación sexual integral (más allá de lo informativo y el autoconocimiento)incorporando temas como el aborto, las decisiones sobre la maternidad y las prácticas sexuales, así como el consumo de cierto tipo de pornografía.
A pesar de los esfuerzos anteriores, existen escuelas que se resisten a propiciar espacios de escucha y apertura a dichas problemáticas dando como resultado la movilización de las alumnas y maestras, con tendederos de denuncias y paros académicos; para con esto hacer valer, no sólo el derecho a una “sana convivencia” (como lo nombran los protocolos de la SEP), sino empujar a que las instituciones educativas tomen postura frente a dichas problemáticas y propicien capacitación, atención, contención,pero sobre todo acompañamiento para aquellas que lo necesiten.
Esto último no es cosa menor, cuando sabemos que instituciones como UdeG, SEP, SEJ y algunas otras universidades privadas, son nombradas como cunas de acosadores y espacios en donde la violencia sistémica a los géneros se replica a ojos de dichas autoridadessin que éstas se involucren e intervengan.
A pesar de las distintas dificultades en el sector educativo, creemos que en las escuelas es en donde se está implementando la mirada feminista, de manera lenta y no sin lucha,se abre de a poco el espacio hacia las pedagogías feministas, las cuales, además de buscar una equidad entre los géneros y disminuir las violencias que experimentan las niñas, adolescentes, mujeres y cuerpos feminizados; apuestan por un aprendizaje experiencial, democrático y participativo que permita hacer un análisis crítico de las relaciones de poder, las categorías identitarias fijas, nuestra relación con la naturaleza y la ética de los cuidados; procurando vincular las acciones en el aula con la comunidad y lograr así una transformación social.
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(1).- Martha I. Leñero Llaca. (2011). Equidad de Género y Prevención de la Violencia en Secundaria. México: Secretaría de Educación Pública.
Columna Maroma
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