La reapertura comercial desplazó a los repartidores de comida que fueron el enlace entre comercios y clientes durante la cuarentena. Mientras las imágenes de las filas de clientes afuera de las plazas se volvieron una tendencia en Twitter, los repartidores de Parque Delta que sostuvieron la contingencia fueron desplazados con las nuevas medidas de bioseguridad de las plazas
Texto y fotos: María Ruiz
En la reapertura de centros comerciales, los clientes en la plaza comercial Parque Delta se formaron por horas para poder ingresar; afuera, ahora que pueden entrar las personas, los repartidores de comida se sienten desplazados.
Los claxones suenan sin parar en la esquina de Obrero Mundial y avenida Cuauhtémoc. Un grupo de repartidores cerró la calle de Obrero Mundial.
En el escenario de la jornada de sana distancia, en que el gobierno federal pidió quedarse en casa, las plazas comerciales eran espacios desiertos donde sólo los repartidores deambulaban. Sólo ellos tenían acceso, junto a los empleados de los restaurantes de comida rápida y los trabajadores de limpieza.
En Parque Delta, con la reapertura, esto cambió. Entre sus medidas de bioseguridad se canceló el acceso a los repartidores para evitar aglomeración de gente desde el sábado. Ahora la plaza habilitó un espacio que da a la calle donde el personal de las tiendas entrega los pedidos.
“Cuando inició la pandemia éramos nosotros los héroes y ahora que empieza a bajar el semáforo de contagio la empresa nos empieza a tratar con discriminación, porque ya no quiere que entremos a la plaza. El conflicto de hoy es que nos quitaron el lugar para estacionar nuestros vehículos. No se vale, porque ellos tuvieron trabajo porque nosotros repartimos su alimento. Fuimos los héroes y ahora nos dan salida. Como siguen teniendo ingresos a la plaza, nos hacen a un lado”, reclama en entrevista Elías, un repartidor de Uber.
Durante la Jornada Nacional de Sana Distancia que terminó en mayo, en las esquinas se podía ver de forma cotidiana a grupos de repartidores frente a las plazas comerciales, ahí esperaban los pedidos. Este miércoles los policías de tránsito de la zona se llevaron dos de sus motocicletas al corralón, lo que ocasionó que los repartidores bloquearan la calle de Obrero Mundial durante 20 minutos.
“Es injusto porque ayer había el montón de motos y nunca fueron para decirnos ‘oigan. a partir de mañana ya no se pueden estacionar. Les vamos a dar una zona especial…’, tampoco. Nos dijeron que nos estacionemos lejos de aquí”, cuenta Dulce.
Un oficial de tránsito explica: “se remitieron dos motocicletas porque están en el espacio para estacionar bicicletas. Ese fue el motivo y esa es la molestia. Ya se les había avisado con anterioridad que no se estacionaran ahí”.
La repartidora interrumpe al oficial: “¡Nunca se nos avisó! ¡Se nos avisó ya que se estaban llevando las motocicletas! Mientras la plaza estaba cerrada para el público en general nos dejaban estacionarnos, ahora que quieren que toda la gente venga, entonces nos tratan así. No se vale. Porque durante la pandemia nosotros les llevamos los pedidos…”
“Ahorita que estamos en semáforo naranja nos están discriminando muy feo. Estoy de acuerdo con que tienen que activar la economía, pero tampoco se vale que a los que estuvimos trabajando durante la pandemia nos empiecen a pisotear. Ahora no se vale que como quieren que la gente vaya a sus restaurantes a nosotros nos dejen en segundo lugar”, denuncia Dulce.
De vuelta a las plazas
Dentro de la plaza la gente pasea. Los comensales en los restaurantes se sientan con una mesa de distancia entre un grupo y otro. En la comida rápida también se ocupan las mesas. Algunas personas como Sonia y su compañero aprovecharon la apertura de la plaza para hacer tiempo, no tenía otra opción para esperar en lo que daba la hora de su entrada laboral.
Otras como Cynthia decidieron salir de su casa porque ya no aguantaba el confinamiento. Hoy decidió venir de compras y compartir una hamburguesa y papas con su hijo. Es la primera vez que salen después de meses confinados.
“El encierro te causa mucha ansiedad y necesitamos salir, con sus debidas precauciones y restricciones. Salimos a hacer unas compras, comer y regresar a casa”, cuenta Cynthia.
En una fila cercana, Elizabeth Flores espera su pedido de McDonalds. Ella vino al supermercado y decidió pasar por comida. Se ha sentido normal con la apertura de la plaza y no teme a algún contagio.
-¿Vio que los repartidores cerraron la calle?, ¿qué opina de eso?
“Yo creo que todavía no pasa esto y es importante que los sigamos tomando en cuenta. No sólo ahorita, sino siempre. Valorar su trabajo, antes y después (de la pandemia)” comenta Flores.
En la fila de una hamburguesería Melanie espera su pedido. Ella trabaja en una tienda de ropa y decidió comer en la zona de fast food.
“Me sentía algo nerviosa porque estábamos en la expectativa de lo que iba a pasar, pero estamos tomando todas nuestras medidas y la gente las ha acatado bien. Esperaba más gente, pero está tranquilo”, cuenta Melanie.
A lo largo de los pasillos de la plaza hay letreros que piden el uso de los cubrebocas. Las tiendas cuentan con filtros de seguridad. La gente se forma y antes de entrar se les toma la temperatura y se les da gel antibacterial.
En las tiendas lucen letreros rojos de descuentos. La gente sale con bolsas de distintas marcas. En Twitter comparten fotos de sus compras con mensajes como “Cinco horas de espera pero ya tengo mi bufanda”.
Kenia nunca dejó de salir por el trabajo. Pero hoy decidió visitar la plaza para realizar una devolución: “Yo tenía que cambiar una prenda, que desde antes de que empezara todo esto no había podido”. La acompañó su amiga Ingrid Márquez: “Yo no había salido durante toda la contingencia pero llega un momento en el que te hartas y por eso dije: te acompaño”, cuenta su amiga.
Para acceder a los restaurantes se pasa por filtros de bioseguridad donde te toman la temperatura, te preguntan si has presentado síntomas y te brindan gel antibacterial.
En un local de sushi, una pila de bolsas de papel muestra que los pedidos a domicilio no han dejado de llegarles. Una tras otra la cajera anota frases en las bolsas. Para ellos el no cerrar durante la pandemia sólo significó trabajo. Y que abriera la plaza no cambió sus dinámicas, dicen tener suficiente personal, por lo que bajar los pedidos a la calle para entregarlo a los repartidores no será un problema.
“Seguramente si no tuviéramos personal completo no sería lo mismo. Nos hemos adaptado, no nos ha afectado la pandemia en nada. Al contrario, estamos agradecidas porque no cerramos”, dice una de las locatarias que porta un chaleco negro, distinto al uniforme de los demás, mientras realiza cuentas frente a la caja registradora.
Para el trabajador de un local de donas, que debe entregarles los pedidos a los repartidores de aplicaciones, y que pidió ser citado sin nombre, esta nueva dinámica no se le hace funcional. A él lo trasladaron desde la tienda de aeropuerto, por falta de personal en la plaza, y así lo alejaron más de su vivienda.
“Ahora tengo que ir y regresar, ir y regresar, y eso es una pérdida de tiempo para nosotros, porque llega gente que tiene que atenderse y como ahora muchos están en cuarentena, no hay personal. Todas las entregas las estamos haciendo conforme van llegando. Los repartidores se ponen muy pesados con nosotros (por los tiempos de entrega)” cuenta.
La zona de comida rápida se ocupó también por clientes de acudieron a hacer compras y decidieron comer en la plaza.
La repartidora Dulce cuenta cómo estos cambios les han afectado.
“Están tardando más en entregar los pedidos y esos minutos te afectan como repartidor porque a veces el cliente no lo entiende. Creo que los restaurantes deberían tener personal especial para pedidos a domicilio y personal especial para atender a los comensales. Y así, es ganar, ganar”.
Afuera de la plaza, los repartidores siguen en las esquinas. Entre los grupos se habla del bloqueo. Piden que se les de un espacio para sus vehículos.
“Desgraciadamente éste es nuestro trabajo y digo desgraciadamente porque hay mucha gente que nos trata mal pero vivimos al día y de esto llevamos el patrimonio a la casa. Nosotros repartimos comida para que la gente no se llegue a enfermar, nosotros nos arriesgamos día a día y ahora nos quieren quitar. Nos afecta porque no podemos esperar los pedidos sin que se lleven las motos al corralón”, explica José Luis Carranza, repartidor de Rappi desde hace un año.
La promesa de “pintarles un cuadro azul para sus motos” quedó en el aire y tendrán que asistir este jueves a las 10 de la mañana a la Secretaría de Movilidad para intentar llegar a un acuerdo.
#AlianzaDeMedios
Link Original: https://piedepagina.mx/nos-arriesgamos-dia-a-dia-y-ahora-nos-quieren-quitar/