Para Martínez Buenabad, la creencia de que una persona es ignorante porque habla una lengua indígena, o porque habla español limitadamente, es la razón por la que la mayoría de las veces niegan su lengua, sus costumbres y tradiciones, a fin de sobrevivir en una sociedad que margina a quienes son diferentes.
Este es un ejemplo, pues, de discriminación lingüística en el estado de Puebla, la entidad donde, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Discriminación 2017 –presentada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)–, 24% de la población declaró haber sido discriminada por algún motivo o condición.
El juez Cortés fue acusado por miembros de la organización Movimiento Agrario Indígena Zapatista (MAIZ) de incurrir en discriminación y racismo por tratar de forzar a los testigos a hablar en español durante un juicio.
“Los testigos que vieron cómo desaparecieron a Sergio, pertenecen a la comunidad de San Pablo Zoquitlán y son hablantes del náhuatl las señoras que eran testigos sólo entienden una que otra palabra , no pueden sostener una conversación fluida”, dijo a LADO B Amador Montalvo, miembro del Comité de Resistencia en Contra de la Hidroeléctrica, quien fungió como testigo de contexto en este juicio.
Para Karina Fascinetto Zago, Maestra en Ciencias del Lenguaje y docente del área de lingüística en la BUAP, la discriminación lingüística es la actitud de valorar inferior a una lengua debido a que sus hablantes se encuentran en condiciones de desigualdad económica, social, educativa o política.
Precisamente, el estado de Puebla, según el último censo dedicado a contabilizar la diversidad linguística (2010), organizado por el INEGI, 601,680 personas mayores de cinco años hablaban alguna lengua indígena, y cerca del 11 por ciento de la población total de ese año vivía diferentes tipos de marginación y pobreza.
No obstante, para Fascinetto Zago la discriminación lingüística puede dirigirse no sólo a una lengua, sino también a un dialecto (variante geográfica de una lengua) o a un registro (variables de uso y contexto de una lengua), siempre y cuando estén vinculados con condiciones de desigualdad.
Así, en el juicio precedido por el juez Mario Cortés Aldama, Amador Montalvo refiere que el proceso de adjudicación de un traductor para el juicio en contra de los presuntos agresores de Sergio Rivera estuvo también plagado de malentendidos e irregularidades por no hablar el mismo tipo de náhuatl.
“Para efectos de la audiencia, cambiamos tres veces de traductor, porque no se entendían los testigos con los traductores, ni los traductores con los testigos. Se pasó por alto que el náhuatl tiene 32 variantes, no es que exista un sólo náhuatl. Y nosotros requeríamos a alguien que hablara la variante de la sierra Negra. Al último, medio se entendieron con un traductor que venía de Puebla, pero no del todo ”.
En este sentido, la Maestra Tanya González Zavala, asistente de investigación en el Departamento de Ciencias del Lenguaje y docente del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP, comentó a LADO B que es erróneo concebir a una lengua como el náhuatl, o como el español, de manera rígida y generalizada. Es decir, aunque se hable de una misma familia lingüística (español, náhuatl, otomí, etc.), en realidad estamos hablando de variantes lingüísticas.
Actitudes lingüísticas
Ahora, la creencia acerca de que cierta lengua o variante de una lengua “es mejor o peor” que otras, puede entenderse debido a las “actitudes lingüísticas”.
Para Fascinetto Zago, la actitud lingüística hace referencia a las diferentes valoraciones que un hablante puede tener hacia su propia lengua y hacia la de otros. Una lengua puede ser valorada como una fuente de prestigio o de discriminación.
Un factor que influye en las valoraciones que hacemos hacia alguna de estas tiene que ver con el “prestigio lingüístico”, es decir, aquel que una sociedad o comunidad otorga a cierta lengua.
Lo anterior, comenta González Zavala, va de la mano con el número de hablantes de tal lengua o variante.
“En México, como sabemos, la lengua más hablada es el español. Ese hecho hace que se estandarice y que tenga mayor prestigio frente a las lenguas originarias. Sucede, con frecuencia, que cuando una persona utiliza una lengua originaria, se piensa que esa lengua es inferior, debido a que tiene poco uso o que los contextos de acción donde se emplea no son tan amplios como el español”.
Escuela y el hogar, semilleros de discriminación
En ese sentido, para la Dra. en Antropología por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Elizabeth Martínez Buenabad, la familia y la escuela, como primeras instituciones de sociabilización y aprendizaje de los niños, son los primeros lugares donde se aprende a reproducir la discriminación lingüística.
En sus 30 años de investigación de campo de corte lingüístico, educativo y antropológico en distintas regiones del estado de Puebla, Martínez Buenabad se ha encontrado con testimonios de niñas y niños que, desde muy temprana edad, ya habían sido discriminados por hablar otra lengua o venir de otro estado, y esto sólo se puede explicar porque desde la familia se han enseñado estas actitudes.
“Tengo el caso documentado de un adolescente proveniente de una familia hablante de náhuatl, que me hizo la siguiente pregunta: ‘¿Para qué me enseñan inglés, si yo nací en el pueblo y mis padres me prohibieron aprender el náhuatl? me dicen que esa lengua no me puede dar oportunidades y que no quieren que yo sufra como ellos sufrieron. Pero ahora sufro porque cada que llego a mi pueblo no puedo comunicarme con mi mamá o con mi abuelo’”.
Aunado a esto, menciona Martínez Buenabad, el aula de clases –por ser un espacio donde conviven diferentes perfiles de niños y, por consiguiente, diversos niveles de aprovechamiento escolar– se convierte en un entorno que, con frecuencia, propicia diferentes tipos de discriminación, entre ellas la lingüística.
“Se da por hecho, en términos educativos, la aceptación de un discurso de igualdad, inclusión y respeto a la diversidad lingüística, pero no sucede así en la práctica. Después, esto traspasa las aulas y termina convirtiéndose en un problema de la sociedad”.
Así, para Martínez Buenabad, la creencia de que una persona es ignorante porque habla una lengua indígena, o porque habla español limitadamente, es la razón por la que la mayoría de las veces niegan su lengua, sus costumbres y tradiciones, a fin de sobrevivir en una sociedad que margina a quienes son diferentes.
“Se nos olvida, a los que estamos formados en la cultura occidental, que los indígenas de esta nación también son mexicanos”.
Ante esta situación, comenta Martínez Buenabad, tendríamos que abogar por un programa de educación intercultural que se esfuerce en detener la tendencia predominante de racismo y desprecio sobre las sociedades, lenguas y culturas indígenas. Aunado a esto, la educación desde casa, para abolir los discursos de odio, marginación y racismo, se convierte en un pilar para combatir la discriminación lingüística.
“Tendríamos que empezar por lo más simple: reeducar para reconocer lo que somos: una nación heterogénea, diversa; y entender que la diversidad lingüística, étnica y cultural, no significa un problema, sino una riqueza, sabiduría y manifestación cultural, que deben ser potencializadas día con día”.
*Ilustración de portada: Gogo Ortiz
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Link Original: https://ladobe.com.mx/2020/06/discriminacion-linguistica-contra-indigenas-la-violencia-de-la-que-no-se-habla/