La contingencia sanitaria por covid-19 ha destruido la economía, y ha marginado aún más a miles de familias. Los jóvenes ahora buscan entrar al Ejército o a la Guardia Nacional, para recibir un salario
Texto: Kau Sirenio
Foto: Presidencia
Al ritmo de tambor y corneta empieza el día para los militares. Desde lejos se escuchan las primeras dianas que activan desde soldados hasta generales. Pero, también lo es para decenas de jóvenes que van llegando a la puerta 8 del Campo Militar número 1-A. Llevan una carpeta bajo brazo y la esperanza de ingresar a las Fuerzas Armadas de México.
Antes de la contingencia sanitaria por la covid-19, los aspirantes a militares no escuchaban de cerca las bandas de guerras en la comandancia de Primer Cuerpo de Ejército. Los módulos de reclutamiento estaban en las estaciones del Metro, principalmente Cuatro Caminos.
Mientras la corneta llama a lista, en la puerta 1 y 8 del campo militar llegan de uno por uno, a veces en pareja, jóvenes que preguntan si hay vacantes en el Ejército y Fuerza Aérea mexicana, pero los reclutadores recomiendan a Guardia Nacional.
—No hay vacante para las armas en el Ejército mexicano. Si quieres, sólo se puede en la Policía Militar incorporado a Guardia Nacional —explica el reclutador.
—¿Qué documentos debo traer?–, pregunta el aspirante sonrojado.
—Tres actas de nacimientos, curp, credencial de elector, cartilla o precartilla del Servicio Militar Nacional (SMN), certificado de estudio (secundaria o bachillerato) y antecedentes no penales.
Así inicia viacrucis de unos 200 muchachos –y otros no tanto– que visitan por día la puerta que se convierte plaza de empleo. Sin embargo, en la puerta uno es más rápido el tráfico de los aspirantes que pasan a realizar examen físico como primer filtro.
El “pueblo uniformado”
Con el estallido del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en enero de 1994, el Ejército mexicano reclutó a jóvenes de la provincia para formar el 93 Batallón de Infantería en Tlapa y el 4/0 grupo de Mortero en Acapulco, Guerrero; además, la creación de grupos de morteros en Ciudad de México y Guerrero para contener primero la insurrección de los zapatista y posteriormente del Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).
Con primaria concluida y sin dominio de español, los muchachos de las comunidades indígenas ingresaron al Ejército mexicano para formar la base veterana del 1/o, 2/o y 3/o grupo de Morteros calibre 81 mm. Además, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) seleccionó a oficiales y tropas para fundar el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE), entrenados por jefes y oficiales egresados en Guatemala de la Escuela de las Américas, conocidos como kaibiles.
Durante la presidencia de Ernesto Zedillo, de 1994 a 2000, el GAFE funcionó como cuerpo de élite de contrainsurgencia en Chiapas y Guerrero. En ese periodo hubo dos masacres en Guerrero: una perpetrada por policía estatal en Aguas Blanca, municipio de Coyuca de Benítez, el 28 de junio de 1995; y El Charco, municipio de Ayutla de los Libres el 7 de junio de 1998.
En la masacre de El Charco, los militares atacaron a los campesinos que descansaban en la escuela primaria Caritino Maldonado, en el hecho 11 campesinos fueron asesinado por el grupo miembros del Ejército mexicano, comandado por el general Juan Manuel Oropeza Garnica de la 27 zona militar.
Los militares que incursionaron en El Charco eran jóvenes reclutados después del error de diciembre de 1994. Mientras que los jóvenes de la ciudades como Acapulco, Chilpancingo, Iguala, Guerrero, emigraron a Estados Unidos, por la crisis política, económica y social.
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De los aspirantes que llegan a la Puerta 8, no todos regresan contentos, varios de ellos salen cabizbajos por varias razones: traen tatuajes, no tienen la estatura requerida o les falta algún documento que implica regresar a su lugar de origen para subsanar; pero eso implica gasto.
“Vengo de Chiapas pero me dijeron que no me puedo dar de alta porque no tengo la estatura. Mido 159 cm., así que mejor voy a buscar trabajo en una construcción porque no tengo para mis gastos y llevo días dando vueltas”, dice un muchacho.
No es el único que llega desde temprano a escuchar a la banda de Guerra en el Primer Cuerpo del Ejército, sino que hay otros de Guerrero, Oaxaca, Morelos, Michoacán entre otros estados del sur.
Antes de despedirse, un joven de nombre César relata: “No se me hizo, tengo tatuaje y aún no se cae la costra, así que tendré que esperar un poco más o regresar a Guerrero, porque se pusieron más estrictos”.
Un soldado policía militar que reserva su nombre dice que en los últimos días ha incrementado el número de aspirantes: “Soy de tercer escalón de 2020. Nos graduamos 150 compañeros, pero el sexto escalón que está esperando su turno para el adiestramiento son 600 reclutas. Eso significa que la pandemia golpeó a todos”.
Agrega en la entrevista telefónica: “Hay vacantes, pero cada vez veo más aspirantes formados con sus documentos para darse de alta. Ojalá alcancen a entrar porque esto se está poniendo muy feo para todos”.
La corneta y el tambor siguen sonando mientras que la frustración de los jóvenes va en aumento porque pueden quedar fuera de la convocatoria para ser parte de la Fuerzas Armadas de México.
“El Ejército es mi única esperanza porque ser militar ayudaría a mis papás con seguro médico. Antes trabajaba de ayudante de cocina por Barranca de Muerto, pero cerraron desde mediado de abril. Estuve en Guerrero esperando que reabrieran pero aún no se sabe para cuando. Además, migrar a Estados Unidos es imposible con esta pandemia no trabajo allá, bueno eso veo en los noticieros” dice un aspirante que viene de la Costa Chica de Guerrero.
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Link Original: https://piedepagina.mx/enrolarse-a-las-fuerzas-armadas-a-veces-la-unica-alternativa-frente-a-crisis-por-covid/