En ZonaDocs creemos que el periodismo es y debe ser un acto de memoria; por ello, este es el quinto perfil del proyecto “COVID-19: Historias de vida y memoria”, donde se da rostro y vida a cada una de las personas que, lamentablemente, perdieron la vida a causa del COVID-19, enfermedad que causa el coronavirus.
Esta es la historia de Alberto, hombre alegre y amoroso que se enfocó en el cuidado de sus padres.
Su historia fue escrita por su hermano Francisco.
Por Francisco Guzmán
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Alberto había vuelto de Torreón, Coahuila, un año antes para el funeral de nuestro hermano mayor, Víctor. Un coágulo de sangre al cerebro lo hizo entrar en coma inducido, fue una semana sumamente complicada para todos, murió el 18 de febrero del 2019 a causa de un derrame cerebral.
Víctor padecía de hipertensión, los despidos por parte del gobierno y el recorte de 50 a 8 personas en su área de la Secretaría de Salud, lo mantenía con un alto nivel de estrés. Con su pérdida, mis padres entraron en una larga depresión, su hijo mayor ya no estaba, aquella persona que dio su vida y tiempo completo por ellos, ya que al no estar casado, dedicaba todo su tiempo a ellos.
“Ricardo, Alberto y yo estábamos de acuerdo, Víctor es y siempre será la persona más inteligente que existe. Licenciado en Derecho, deportista, persona sana y nada violenta, un gran hermano que dedicó su vida a complementar la obra de sus padres: Llevar por buen camino a sus hermanos”.
“Cualquier persona que conocía a Víctor, hermanos, amigos, compañeros de trabajo sabían que podías depositar tu confianza en él. Daba la atención y permanecía callado hasta que él tenía la respuesta y la solución correcta para ti.”
A la muerte de Víctor, Alberto decide quedarse en la casa de mi madre, ya que eso significaba que no se quedara sola; poco después llegaría su recién segunda esposa.
Al tener que encargarse de las labores cotidianas, gastos y responsabilidades de la salud de nuestra madre, Elena de 71 años de edad, la misma salud de Alberto empezó a deteriorarse.
A sus 43 años, la diabetes que le heredó tanto mi madre como de nuestro padre, Manuel, lo estaban debilitando cada día más. Habría que sumarle, la responsabilidad que tenía por sus dos hijos en plena adolescencia y su divorcio con su primer esposa.
Durante esta pandemia, asistí a la casa de mis padres para apoyarlos, tomando mis precauciones, junto con los cuidados que tenía Alberto hacia ellos. El Jueves Santo, 9 de abril, nos reunimos para celebrar el cumpleaños de mi segundo hermano, Ricardo.
Aquel día fue el último día que vi a mi hermano Alberto. Convivimos un par de horas, donde fue posible el acercamiento con todos los miembros de la familia.
“Disfrutamos la convivencia que teníamos a la hora de comer y, posterior a ello, donde entablamos conversaciones y juegos con nuestros hijos y sobrinos; el carisma y la agilidad de Alberto para hacer bromas y risas era lo mejor que teníamos. Hoy que ya no esta con nosotros recibimos muchas muestras de cariño por parte de sus amigos de trabajo y amigos cercanos”.
Mi hermano Alberto siempre fue una persona divertida, lleno de alegría y de amor por sus hijos, le gustaba llevar a sus hijos a natación, a jugar sus deportes favoritos. Ayudó a muchas personas en su trabajo, siempre tenía la facilidad de ayudar a sus compañeros dándoles puntos de vista y ejemplos sobre lo que debían hacer.
Pasó de la reunión familiar, el primer contagio lo tuve yo al dar positivo por COVID-19. Los médicos determinan que me quede aislado haciendo cuarentena en casa y no salir hasta mejorar. Lo peor estaba por comenzar.
Durante dos semanas en aislamiento sufrí fiebres de 39 grados, náuseas, dolores de cabeza, tos y dolor torácico en extremo. Quién ha pasado el COVID en casa sabrá de lo que habló. Afortunadamente estoy vivo.
Con Alberto comenzó como un dolor de tórax, un poco de tos y gripe. Al paso de los días, su respiración se complicó y fue llevado por su esposa a urgencias, con el calvario de trasladarlo de clínica en clínica de IMSS, debido a que aún no contaban con los protocolos para recibirlo.
Al llegar a la clínica indicada, su dictamen era insuficiencia respiratoria al 70 % y, posteriormente, contagio por COVID-19.
A las 12 horas del mediodía daban informes de los pacientes fuera del hospital, al encontrarse aislado, sólo obteníamos las palabras:
“su paciente se encuentra estable”, “su paciente se encuentra grave, pero estable”, “su paciente se encuentra en terapia intensiva”, era lo único que sabíamos de él.
Una semana después murió mi hermano.
Es correcto el COVID-19 fue el detonante para su muerte, pero pienso que si mi hermano como muchos de los mexicanos que tenemos sobrepeso nos cuidaramos, esta pandemia estaría más controlada. Sería buena idea preguntar cuánto muertos por la pandemia son gordos.
Mi demás familia y mis padres se encuentran bien, presentaron los síntomas y estuvieron en cuarentena: Nos salvamos del COVID-19.
De los cuatro hijos de mi padre Manuel…. No eras el más valiente, no eras el más perfecto, no eras el más consentido… fuiste tratado como los otros tres, por igual, pero siempre te recordaré por tus buenas acciones, por enseñarme a llevar la vida más despacio, sin prisa.
Alberto Guzmán Guerrero murió el 28 de abril del 2020, por Insuficiencia Respiratoria, Diabetes Mellitus y COVID-19.
Sus cenizas aún no reciben santa sepultura ni alguna ceremonia religiosa debido a las prohibiciones para hacerlo durante esta pandemia.
Alberto con sus dos hijos.
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