Por Jesús González Ramírez, Nuevo León, México.
Defensor de Derechos Humanos y autor del libro “Primavera Regía Pospuesta”.
Nos toca contar las historias de las víctimas de la emergencia de salud y de la emergencia económica, tenemos que buscarlas y visibilizarlas, no dejar a nadie atrás, estas dos emergencias chocan hoy con la emergencia social y la emergencia de seguridad que ya padecíamos.
La discusión pública sobre la emergencia generalizada que vivimos se ha hecho superficial, tirios y troyanos empujan las redes sociales y las noticias en medios tradicionales hacia la frivolidad, hacía la frívola disputa política, hacia escenarios donde el gobierno es la víctima porque no lo dejan hacer “su transformación” o escenarios donde PAN y PRI se asumen hipócritas defensores de las personas que sufren pero ¿Quién cuenta las historias de las víctimas?
La crisis de seguridad y violencia nos enseñó a resistir y construir movimientos sociales, a comunicar y explicar el sentido de las protestas, hoy no hay protestas salvo la reciente de las madres de personas desaparecidas hecha este 10 de mayo y las de algunos grupos de médicos y enfermeras pidiendo seguridad para realizar su trabajo.
Hay medios alternativos como ZonaDocs y Pie de Página que hacen esfuerzos por contar quienes son los que sufren al contagiarse con COVID-19 y quiénes son las y los que sufren con el parón económico pero es un esfuerzo que no alcanza a desviar la ruta de la comunicación pública, de lo que se habla y como se habla en el país, de como en lo general se excluye a las víctimas, parece como si tuviéramos que empezar de cero de nuevo, como si hubiera un muro invisible que nos impide descubrir los efectos de la emergencia, un muro que nos reduce a estadísticas.
La población se entera de los fríos números, de las gráficas, pero no de quienes eran las personas, no de cómo el activista Jaime Montejo o el Sr. Antonio Hernández peregrinaron por cinco, siete y nueve hospitales para recibir atención médica en la zona metropolitana de CDMX para al final morir en donde lograron encontrar espacio después de muchas horas, esas historias chocan con la parafernalia prediseñada para controlar lo que la gente sabe y por eso no se vuelven masivas
¿Quiénes eran las decenas de trabajadoras y trabajadores de maquiladoras muertos por COVID-19 en Cd. Juárez y Tijuana? Engañados por sus empresas enfocadas en mantener la producción y las autoridades municipales, estatales y federales del trabajo que no intervinieron.
En el país sólo se sabe que en Monclova hubo un brote y contagiados y muertes, pero ¿Quiénes eran los médicos y doctoras y enfermeras que dieron su vida para enfrentar el brote? ¿Quiénes los contagiados en la población civil monclovense y como se dio el contagio? ¿Quiénes son los trabajadorxs de Pemex contagiados por decenas y por qué se contagiaron, de donde son? ¿Por qué Tabasco y Sinaloa son lugares de alto contagio? ¿Por qué no se ha dado cobertura a los asilos donde han surgido brotes como en Tabasco (uno responsabilidad del DIF), en Morelos (uno privado) o tres en Nuevo León (dos privados y uno clandestino)?
En la narrativa COVID generalizada se han impuesto los números y las gráficas sobre la historia de las personas.
Al detenerse la economía las afectaciones fueron inmediatas en quienes tienen trabajos por su cuenta o por comercio informal pero hay comunidades muy afectadas de las que no se conoce la historia: las empleadas domésticas en los centros urbanos como Monterrey, las y los trabajadores sexuales desalojados de hoteles y cuartos por no poder pagar la renta, personas de la comunidad LGBTTTIQ rechazadas por sus entornos familiares, comunidades indígenas dedicadas a las artesanías y un largo etcétera. No estamos contando las historias que pueden generar soluciones comunitarias tal y como si lo hicimos de a poco con la Guerra contra el Narco.
Invisibles entre las invisibles son las historias de las mujeres y niñxs violentados en este periodo de confinamiento o las víctimas de trata de personas que están siendo obligadas a realizar videos sexuales para que sus explotadores sigan ganando dinero, este último caso sólo se ha comunicado de manera muy débil en diarios de Europa y sobre la violencia familiar, igual, sólo se queda en los números, no se escriben las historias.
No estamos en ceros, no, pero el heroico esfuerzo de portales como Zona Docs o Pie de Página, el reporteo de Oscar Balderas o Peniley Ramírez no alcanza a vencer el muro de gráficas y números con el que las autoridades de todos los niveles se sienten a gusto, hay esfuerzos de diarios locales por el que hemos podido estar informados del tema de trabajadores de las maquiladoras pero ese tema, que debería ser un escándalo en un país decente, no alcanza a influenciar o a obligar al cambio a los responsables gubernamentales, incluso, diarios como El Norte en Nuevo León intentaron ofrecer un perfil de quienes han fallecido por COVID-19 en el estado pero al dar click en el enlace te lleva a más números y números, a más gráficas y gráficas, no hay historias.
Una académica me mencionaba que parece como si fuera 2010 y la Guerra contra el Narco, parecería que no existen las víctimas, ni las injusticias, ni las barbaries, parecería que estamos tardando mucho en reaccionar en comunicar a la población la realidad de la calle.