Para las y los docentes que laboran en las zonas rurales e indígenas del país, las dificultades en torno a la educación de sus estudiantes ya apremiaban antes de la contingencia sanitaria por el COVID-19. Hacer con poco, pero motivados en el deseo que sus alumnos y alumnas demuestran por aprender cosas nuevas, reviste la esperanza con la que cada uno y una ejercen esta profesión a pesar de las adversidades.
En el marco del Día de la maestra y el maestro, compartimos las historias de dos profesores rurales: Pepe, quien desde hace diez años se desempeña como docente en las zonas indígenas de Chiapas y se enfrenta continuamente con regiones donde los conflictos internos se combinan con la precariedad de la vida de sus estudiantes; y Citlallic, maestra rural en la Huasteca Potosina quien ha hecho todo lo que está en sus manos porque sus alumnos y alumnas no dejen de aprender en medio de la contingencia.
Las clases presenciales, han sido remplazadas por impresiones y fotocopias de libros y guías que permanecen en las papelerías para que las madres de los estudiantes o los mismos estudiantes, acudan por ellas para ponerse al corriente; poco puede decirse del traslado de éstas al espacio virtual, lo más cercano son los mensajes de WhatsApp.
Por Dalia Souza / @DaliaSouzal y Sofía Ávila/@anasofiaavila10
UN PROYECTO ALTERNATIVO: LA HISTORIA DE PEPE
“Todo es gratificante cuando se trabaja con niños”, dice Pepe, desde la primera letra y los primeros conocimientos adquiridos, hasta el momento en que todo esto evoluciona y se convierte en aprendizajes aplicados a la vida.
Desde hace 10 años, Pepe se dedica a ser docente; su padre lo fue antes que él y asegura que, siguiendo su ejemplo y sabiéndose portador de la experiencia misma de lo que implica el trabajo escolar y su potencial en el contexto social, decidió tomar el mismo rumbo.
Egresó de la Universidad Autónoma de Chiapas y a lo largo de esta década ha impartido clases en distintas regiones del estado: en la zona norte, en la zona centro, en la zona fronteriza o en “La Selva” como le llaman también, con niñas y niños de Guatemala que cruzan el Río Suchiate hacia México para ir a la escuela. Ahora mismo está trabajando en la región de Los Altos de Chiapas con comunidades tzotziles, donde más de 6 mil personas han sido desplazadas de manera forzada desde el año 2016, tras la inmersión de grupos civiles armados de corte paramilitar y vinculados al poder político municipal y estatal.
Si bien, las circunstancias son adversas en estas regiones, Pepe asegura que lo que más le gusta es el trabajo en la comunidad, ya que, cuando le ha tocado impartir clases en escuelas de la zona urbana, pareciera que las propias condiciones sólo permiten conexiones superficiales. En cambio, en las comunidades rurales, más alejadas de las cabeceras municipales o de la propia capital del estado, las dinámicas cambian y es posible interactuar de manera más directa con los alumnos, sus familias y su entorno:
“Este trabajo te permite conocer diversas partes del estado y no nada más superficialmente, sino, interactuar con la comunidad y con los pequeños en el aula. El trato con los niños, todo lo que significa estar con ellos, esas ganas que tienen de aprender pese a las dificultades con las que se encuentran y también del trabajo con los padres de familia y si se puede, con la comunidad también, es muy gratificante”.
Sin embargo, es complejo, precisa Pepe, toda la comunidad estudiantil y escolar, maestras y maestros, alumnas, alumnos y padres de familia, la tienen complicada:
“Sobre todo, lo que se ve son las dificultades económicas que carecen los alumnos, estos niños no tienen ni para cosas muy básicas, ni para un cuaderno, ni para un lápiz. El uniforme a veces hay lugares donde los directivos les quieren pedir uniforme, porque estamos viendo que a veces no sólo es un niño o una niña (en la familia) es quien llega a recibir la instrucción, sino que tiene hermanitos y hermanitas, y donde cosas muy básicas que podrían llegar a ser naturales, aquí es difícil, carecen de ello”.
Fotos de los alumnas y alumnos de Pepe durante una práctica en el huerto de la escuela (Fotos cortesía de Pepe).
El contexto social, a veces conflictivo y violento, termina también por afectar hacia dentro de los entornos familiares y, por ende, el desempeño y la vida de sus estudiantes.
El ausentismo y la deserción escolar son, además, otros de los grandes retos con los que se enfrenta Pepe y sus colegas, según refiere, ahora más que nunca, pues los apoyos que cada familia recibía por tener a sus hijos e hijas en la escuela se han terminado y muy pocos por voluntad, han decidido continuar con sus estudios:
“Se da mucho el ausentismo, la deserción escolar. Antes había unos programas como apoyo, el Gobierno aportaba para estas situaciones, sin embargo, eso a veces propiciaba que los alumnos sólo llegaran por ese apoyo económico. Entre más hijos tenía una familia, más apoyos recibía esa familia, no iban tanto por su formación; pero ahora que no se recibe ese apoyo se ve ese cambio porque se acostumbraron a ese tipo de dinámicas”.
Generar incidencia y arraigos en estos espacios es, quizá, el mayor reto; no obstante, Pepe dice que por más difíciles que estén las circunstancias de vida para todos sus estudiantes, siempre llegan a las aulas con “muchas ganas, con mucha ilusión de aprender, de conocer cosas nuevas, de convivir”, es esto lo que le motiva a seguir, a compartir y aprender a su lado.
Cuando el COVID-19 llegó a México y se instauró la medida oficial de suspensión de clases presenciales en todo el país, Pepe y sus colegas tomaron la decisión de darle a los estudiantes material impreso y/o copias de una guía didáctica que se utiliza para impartirles clase, esto ante la incertidumbre de saber cuándo terminaría la contingencia.
Sin embargo, con el paso de las semanas, las actividades se han ido agotando y repasar los temas para algunos ya no es suficiente; por ello, han optado por enviar más actividades y material a una de las papelerías de la comunidad para que las y los alumnos acudan a imprimirlo. Pocos, muy pocos, señala Pepe, tienen la posibilidad de resolver sus dudas a través de las redes sociales, si acaso un 30% tiene a su alcance un celular y el WhatsApp para entrar en contacto con su profesor:
“En un principio previendo como no se sabía el tiempo que iba a durar, se les dio material impreso las copias de una guía que ellos de por sí llevan, se decidió que retomaran lo que ya se había visto y una vez que terminan nos comunican por WhatsApp las dudas que tienen. Aunque sólo un 30% o un 40% de ellos tienen acceso al WhatsApp, sólo aquellos que viven cerca de la capital. Aquí en el contexto rural es más complicado, pero cuando ya nos dicen que terminaron, se les envían otras actividades que se dejan en la papelería de la comunidad, ya lo imprimen y lo están resolviendo ahora”.
Aun así, es difícil. Dado el contexto en el que habitan y respondiendo muchas veces al papel que juegan dentro de sus hogares, no todos los alumnos han tenido la “oportunidad” de “cumplir” con sus “deberes escolares”, puesto que, tras la suspensión de clases presenciales éstos han tenido que volver al campo a la siembra de maíz y al corte del café. Situaciones que advierte Pepe, ya se daban de por sí, antes de la pandemia y la medida oficial:
“No son todos, porque hay un número de alumnos, que incluso cuando hay clases se van al corte del café o se van a la siembra del maíz, según la temporada. Entonces ahorita que no hay clases lo más seguro es que estén ayudando a sus familias”.
A sabiendas de estas razones y reconociendo que resulta imposible imponer a “rajatabla” los contenidos a sus alumnos y alumnas, Pepe ha hecho uso de su libertad de catedra como docente y ha implementado un programa pedagógico alternativo junto con algunos colegas de la disidencia magisterial.
Alumnas y alumnos de Pepe durante un acto cultural (Fotos cortesía de Pepe).
Haciendo eco de resistencia del saber y abrazando la consigna: “En la calle la protesta y en las aulas propuesta”, Pepe explica que este proyecto comunitario busca adecuar los contenidos a las necesidades de la comunidad donde habitan las y los estudiantes. Desde el 2015 se encuentra vigente y gradualmente más y más docentes se han sumado.
El maestro Pepe cree que éste, es el inicio de todo y la esencia verdadera de la educación en comunidad; es la escuela, advierte, quien tiene que adecuarse a las necesidades de sus estudiantes, son los profesores quienes tienen que entrar en contacto con los padres de familia y son los planes curriculares los que deben adaptarse a los conocimientos, tradiciones y saberes las personas:
“Dentro de esa resistencia magisterial, hay varias rutas: esta la política, la jurídica, la organizativa y la pedagógica. Aquí hay una consiga: “En la calle la protesta y en el aula la propuesta”, una de esas es el proyecto comunitario para la escuela, consiste en ir adecuando todos esos contenidos a las necesidades de la comunidad. Es algo que está iniciando. Inicio en 2015 pero es gradual, hay algunos docentes que se han ido sumando. Porque finalmente es la escuela y el docente quien se tiene que adecuar a las necesidades de los estudiantes. Precisamente se trata de tener mucho contacto con los padres de familia, con la comunidad y retomar las redes, tradiciones y que los alumnos hagan consciencia de que todo eso es muy valioso, de que su lengua, tradiciones, los conocimientos del campo, como de la comunidad son muy importantes. La idea es que tengan esa idea del encuentro de su comunidad”.
Va más allá de una evaluación cuantitativa, afirma.
Con el paso de los años, el maestro Pepe, no deja de sorprenderse de lo mucho que sus alumnas y alumnos le han enseñado; desde quienes le demuestran que pese a la adversidad de sus contextos siempre tendrán ánimos para aprender, hasta los que, en medio de situaciones de vida más complejas le han regresado la esperanza de que todo “puede mejorar”:
“Te llevas bonitos detalles cada día que platicas con ellos, que tratas de hacerles conciencia, en lo académico, en lo afectivo, tratar de que ellos tengan todos los recursos y una buena formación académica y personal. A veces puedes llegar a una zona conflictiva, sin embargo, el trabajo día a día te demuestra lo contrario y confirmas que esta labor sí vale la pena, que nosotros como humanistas tenemos desde siempre tenemos la esperanza de que esto puede mejorar, podemos llegar a ser mejores personas y este trabajo nos da mucha esperanza a pesar de todas estas dificultades”.
Porque como él dice: “Nunca pierdes la esperanza, día a día, motivados con las niñas y los niños”.
Cuadernillos de la esperanza: la apuesta para no perder clases
En este contexto de pandemia del COVID-19, estudiar desde casa con plataformas virtuales, video llamadas, electricidad e internet es un lujo que no todos tienen; en la Escuela Primaria Independencia de la Huasteca Potosina, los profesores se han visto obligados a ingeniárselas y trabajar con lo que tienen al alcance, pues se encuentran en una comunidad rural en la sierra donde muchos de los niños que están cursando un grado de primaria no tienen electricidad, así que pensar en plataformas digitales es simplemente imposible.
La profesora Citlallic Guevara Sánchez originaria de Huichihuayan, San Luis Potosí, lleva 11 años trabajando en la primaria Independencia y, en estos momentos, su labor como docente es aún más complicada de lo que ya era. Con anterioridad ya se enfrentaba al reto de la lengua de los niños, pues sus alumnos pertenecen al pueblo indígena Teenek, y muchas veces se vuelve complicada la comunicación con ellos.
“Yo no hablo su lengua, pero muchas cosas las entiendo porque mis papás también eran maestros rurales y desde chiquilla aprendí algunas cosas; ahorita los niños también me enseñan algunas palabras como los números y otras cosas esenciales.”
Al inicio del ciclo escolar, los profesores se dieron a la tarea de ir a la casa de cada alumno para ver las condiciones en las que vivían y buscar la forma de adaptarse a la situación de cada uno de ellos, pues comprenden que muchos no tienen luz, un dispositivo móvil y, mucho menos, internet; así como tampoco tienen los recursos económicos para comprar materiales escolares, por lo que las actividades las elaboran con lo que tienen a su alcance.
Por ejemplo, los maestros les piden a los niños que sus maquetas las hagan con lodo para que no gasten en plastilina, y si quieren usar colores, les sugieren que utilicen los de las flores.
La profesora Citlallic nos relata con lo que se encontró en su visita a los hogares de los niños:
“Te encuentras con tanta cosa que te rompe el alma, tengo un niño que no tiene luz, pero siempre es de los más cumplidos y no me falla con la tarea, es algo que te enseña a valorarlos, también muchos de ellos vienen desde lejos, tengo un niño que camina bastantísimo y está bien difícil para que llegue, pero ahí está siempre puntual en el salón.”
Cuando la pandemia llegó, los profesores ya sabían a lo que se enfrentaban; entonces, buscaron la forma de seguir dando clases. Sabían que para continuar no podían apoyarse en las tecnologías, ni en las plataformas digitales que sugirió la Secretarían de Educación Pública (SEP). Con esfuerzo se encargaron de redactar cuadernillos de trabajo para que los niños pudieran seguir aprendiendo.
La escuela tampco cuenta con los recursos económicos suficientes, así que estos materiales salieron del bolsillo de cada uno de los docentes. La profesora Citlallic nos comenta que al no gastar en pasajes y comida puede utilizar ese dinero para costear el gasto de los cuadernillos.
“Yo no lo veo como un gasto porque nomás voy a la escuela cada 15 días y pues ya, lo de mis pasajes y mi lonche, pero es parte de mi trabajo. Y yo no tengo otra manera de llegar a mis niños, y si esto me va ayudar a estar cerca de ellos, pues lo hago con mucho gusto.”
Los cuadernillos contienen actividades para 15 días y están personalizados con nombre y dirección. Los profesores se encargan de hacérselos llegar para que puedan seguir aprendiendo.
Niñas y niños de la Escuela Primaria Independencia (Foto: Cortesía de Citlallic).
A pesar de las condiciones en las que se encuentra la comunidad no recibieron apoyo por parte del gobierno, sólo se les sugirió que en lugar de las plataformas digitales a las que no tienen acceso se apoyaran en las clases que se trasmiten a través de un canal de televisión, las cuales atienden a grados de kínder y primaria; sin embargo, la profesora Citlallic y el resto de sus compañeros se negaron a utilizar este recurso, pues muchos de los niños no tienen televisor en casa, y dejarlos a su suerte es algo que no podrían permitir.
“Se nos dejó la libertad de nosotros buscar la estrategia porque ellos únicamente nos podían brindar el apoyo de la televisión, y muchos de mis niños no tienen televisión, y no les puedo hacer llegar la información, y yo quiero que para todos mis niños sea parejo.”
Las actividades de los cuadernillos son sencillas y, en su mayoría, de repaso para que los niños puedan resolver las actividades ellos solos, porque como dice la profesora Citlallic:
“A quién le van a preguntar, a sus abuelitos, a sus tíos, a sus papás o a quién, muchas veces son ellos, los niños, quienes terminan enseñándoles a sus papás lo que ven en la escuela.”
Cuando surgen dudas, los niños buscan la manera de llamar a la maestra a su celular, pero para hacerlo deben buscar señal en la sierra y si no la logran contactar, no hay forma de que ella les regrese la llamada.
Los pocos niños con los que ha tenido contacto dicen estar bien y también le cuentan que le han echado muchas ganas; esto para la profesora Citlallic, es su motivación.
“Ahorita que estaba revisando los cuadernillos se me salieron las lágrimas, porque me encontré una notita precisamente de mi niño que le digo, el que vive bien lejos, y me gradecía por el cuadernillo que les mandé. Yo siento que ellos también valoran lo que uno hace por ellos.”
La profesora Citlallic tiene una laptop que ahora utiliza únicamente en su casa, pues ésta se descompuso y no la puede estar abriendo y cerrando, entonces, la utiliza como si fuera de escritorio. Mencionó que le gustaría que en su escuela hubiera una computadora y una impresora para imprimirles materiales a los niños para que, así, aprovechen más la escuela. También le gustaría que en la escuela algún día también tengan un cañón.
En cuanto a las condiciones de salubridad, ella sabe que muchos de los niños no tienen agua en sus casas para lavarse las manos, pero asume que se acercan a un pozo o al arrollo para hacerlo. De cubrebocas ni se habla, y quienes traen es porque ellos mismos los hacen.
Por su parte del gobierno municipal sólo se ha encargado de dar a conocer información a través de perifoneo en camionetas, tampoco se sabe si ya hay contagiados en la comunidad; ante esto, Citlallic concluye:
“Aprendamos a valorar cada momento y situación. Aprendamos a sacarle algo positivo a las cosas, no centrarnos en los problemas, yo sé que vamos a salir adelante de esto, no hay que dejar que se nos cierre el mundo”.
Citlallic en su labor como docente (Foto: Cortesía de Citlallic).