Texto y fotos: Marcos Vizcarra*
Las botas de Yosimar están acomodadas en el closet, donde las dejó el 26 de enero de 2017. Aquí el tiempo quedó suspendido a esa fecha: también está su ropa doblada, el uniforme de policía, el perfume y las cremas humectantes. Los muebles siguen acomodados de la misma manera y en el buró están las fotos con su futura esposa, con sus hermanos y su madre. Está todo, menos él.
No, no estamos locas, como dicen por ahí
No, no estamos locas, como dicen por ahí
Buscamos a nuestros hijos, señores
Y nadie nos puede parar
Buscamos a nuestros hijos, señores
Y nadie nos puede parar
Canta María Isabel Cruz Bernal, madre de Yosimar García Cruz, policía municipal de Culiacán que fue desaparecido por un grupo de hombres armados la tarde de ese 26 de enero de 2017.
Entona la letra con la misma cadencia de La Llorona, una canción popular de Oaxaca, junto a otras 15 mujeres que integran el colectivo “Sabuesos Guerreras”, conformado por más de 350 familias que desde 2017 buscan a personas desaparecidas en Sinaloa. Cantaban mientras se dirigían a las Cribas de San Pedro a rastrear fosas.
María Isabel y sus compañeras decidieron romper la cuarentena por Covid-19 que impusieron autoridades sanitarias tras altos niveles de contagios y la letalidad que implica el contraerla. Por ésta ya han enfermado más de 4 millones de personas en el mundo 285 mil han fallecido. En México son 36 mil contagiados y 3 mil 537 personas que han muerto.
Desafiando las reglas que prohíben salir de casa, sus propios miedos, y las advertencias de sus familiares, decidieron salir y buscar a sus hijos desaparecidos, la mayoría hombres, en fosas.
“Como madres de un desaparecido tenemos la necesidad de mitigar un poco nuestro dolor. El no salir a búsqueda es como no hacer nada para encontrarlos”, señala María Isabel, la líder del colectivo.
El grupo reanudó las búsquedas desde el 22 de abril, cuando en Sinaloa ya sumaban 573 contagiados y 61 defunciones, y ya se habían publicado medidas de prevención por la pandemia, como la de evitar salir si no era esencial.
“Las búsquedas de desaparecidos deben ser esenciales, son nuestros hijos y no sabemos cómo están porque los desaparecieron”, señala esta mañana en las Cribas de San Pedro.
Viste con su traje blanco de bioseguridad, que compró con ahorros tras vender comida y libros donados.
Es la ropa que usa para desenterrar cuerpos de fosas clandestinas, como le han enseñado antropólogos forenses, que desde hace más de dos años acompañan al colectivo.
“Si nosotros no los buscamos, las autoridades menos… y menos con esta contingencia, las autoridades están desaparecidas”, dice y sabe de lo que habla. En Sinaloa hay más 4 mil 825 personas desaparecidas, de acuerdo a los registros oficiales de la Fiscalía General del Estado.
Migrar para buscar
María Isabel vivió en Oaxaca, donde nació, pero decidió mudarse a Culiacán para localizar a su hijo desaparecido.
Una semana antes de la desaparición de Yosimar, otros dos policías municipales habían sido desaparecidos. Se trataba de José Antonio Saavedra Ortega e Israel Ruiz Félix.
La Fiscalía General de la República ha establecido que los tres fueron desaparecidos como represalia por haber auxiliado a militares que habían sido emboscados la madrugada del 30 de septiembre de 2016, en la carretera que conecta con Badiraguato, por un grupo de personas armadas con rifles y bazucas. Los atacaron para rescatar a un hombre llamado Julio Óscar Ortiz, relacionado con la organización “Cártel de Sinaloa”.
Solo un grupo de policías comandado por Israel Ruiz Félix atendió al llamado de auxilio. Tres meses y medio después esos policías fueron asesinados o desaparecidos.
El policía Ruiz Félix es el único que ha sido localizado. Su cuerpo estaba calcinado y enterrado en una fosa en las Cribas de San Pedro. Lo encontró en febrero ese grupo de mujeres con familiares desaparecidos, con María Isabel a la cabeza, que tras ese hallazgo se convirtió en “Sabuesos Guerreras”.
El colectivo volvió a rastrear otras veces en ese terreno y encontró otros cinco mil fragmentos de hueso que a la fecha no han sido identificados por las autoridades.
María Isabel insiste en seguir peinando y escarbando en ese lugar, porque tiene la certeza de que ahí yacen más personas que fueron alejadas de sus familias.
“Es un lugar significativo, lo visito dos veces al año para ver qué hay, qué se encuentra”, menciona mientras se acomoda el cubrebocas y saca una varilla de la camioneta para comenzar.
Volver a San Pedro
¿Cómo decirle a una madre que se quede en casa mientras su hijo está desaparecido? ¿O que la Covid-19 es una enfermedad contagiosa por la que han muerto jóvenes, adultos, personas con enfermedades crónicas y deportistas? Imposible.
El pasado 22 de abril volvieron a salir. Decidieron romper la cuarentena con la convicción de encontrar a los suyos. Eran siete integrantes de Sabuesos Guerreras, todas en edades de riesgo, superando los 50 años, y tres con diabetes, una enfermedad crónica que incrementa el riesgo de fallecimiento por Covid-19.
“Si no salimos ahora, nunca lo vamos a hacer, porque quién nos asegura que los van a buscar”, dijo María Isabel esa mañana.
Fueron vestidas con trajes plásticos de color blanco, que en punto del sol al mediodía pueden hacer desvanecer a cualquiera por la deshidratación que provocan. Debajo de estos, portaban sus blusas rotuladas con la leyenda “¿Dónde están?”.
Antes de irse alistaron sus palas, picos y varillas, las limpiaron con agua y cloro como desinfectante para ir a las Cribas de San Pedro, un pueblo en Navolato, en la zona agrícola y costera del centro de Sinaloa.
Esta vez llevaban guantes, cubrebocas, goggles de seguridad y alcohol en gel, pues leyeron en las noticias que debían limpiar sus instrumentos para protegerse de los contagios.
Conocían también de las medidas del Consejo Estatal de Salud: que “ningún vehículo está autorizado para transportar a más de una persona”, y que “se instalaron 20 retenes de policías con termómetros digitales para evitar el paso e imponer sanciones”. Pero no tenían más que una camioneta y ahí viajaron las 6 mujeres y el hombre del colectivo.
El Consejo Estatal de Salud, conformado por autoridades de salud, educación, economía y seguridad pública, decidió aplicar el protocolo llamado de “sana distancia”, imponiendo restricciones de forma paulatina en Sinaloa para evitar contagios masivos.
Este protocolo incluye el cierre temporal de comercios, trabajar desde casa. Mantener un número reducido de clientes en bancos y supermercados y el uso obligatorio de cubrebocas. Las autoridades rociaron agua con cloro en las calles para desinfectarlas y colocaron retenes con policías para revisar que en cada vehículo viaje solo una persona.
Pero esa mañana las “Sabuesos Guerreras” estaban decididas a llegar a las Cribas de San Pedro, en un lugar enmontado en medio de una parcela y el río Culiacán, donde su intuición les dice que además de los miles de huesos calcinados y el cuerpo del policía Israel, deben seguir buscando.
“Quisimos empezar por ahí en esta contingencia, para que nos dé más suerte, y vamos a seguir yendo. Es un lugar enigmático”, mencionó María Isabel antes de arrancar la camioneta.
Ninguna autoridad las detuvo.
“Fue por pura suerte”, se asombraban y se mostraban divertidas.
Ir a San Pedro, dice María Isabel, mujer de 51 años, es regresar a la raíz para recomponer la memoria de Yosimar. Es reflexionar sus motivos para salir en búsqueda. Es contemplar el lugar a donde pudieron haberlo llevado el día que lo subieron a la fuerza. Es una necesidad de encontrar la verdad.
Rastrearon los parajes que ya conocían. Llegaron al río Culiacán, a un lado de ese campo y volvieron hacia una parcela. Revisaron árbol por árbol y sus cicatrices en la corteza. Contemplaron el pozo al que ya antes habían bajado para asegurarse no fuese depósito de huesos. Clavaron varillas en la tierra para buscar fosas de nuevo, para confirmar que, la última vez, apenas seis meses atrás, no dejaron un solo lugar sin revisar.
“Muevo las hojas, con la esperanza de encontrar algo. Algo que me diga que ahí está”, cuenta María Isabel con tono de impotencia mientras toma fotografías del campo y de sus compañeras.
La búsqueda en las Cribas duró apenas una hora y luego fueron a otro lado del río, a un campo con árboles talados, basura apilada, ropa y cables de luz inservibles regados por todos lados.
Era un lugar desconocido para ellas y comenzaron a explorarlo. Recorrieron apenas 200 metros y encontraron marcas de cal en el suelo bajo un árbol. Escarbaron con palas y picos hasta que encontraron residuos de carbón. María Isabel sabe que pudiera haber restos humanos.
Pasadas las 12:00 horas, la temperatura superaba los 35 grados, pero se tenía una sensación de casi 40. Las Sabuesos sudaban dentro de esos trajes de plástico y una de ellas sufría un golpe de presión baja por el calor que la obligó a sentarse.
“No vamos a llegar a nada aquí, no ahorita. Tenemos que volver y varias veces porque parece que aquí puede haber algo”, dijo María Isabel mientras dejaba de escarbar.
Volvieron a su camioneta, anotaron las coordenadas en los mapas que podían ver desde sus celulares y juraron regresar. Aunque eso rompa con las medidas de las autoridades o los planteamientos de otros colectivos u organizaciones.
El Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México, por ejemplo, decidió hacer una pausa de la búsqueda física durante la contingencia y explorar otras formas de buscar.
“Quedarnos en casa no significa quedarnos con los brazos cruzados, sino la oportunidad de pensar en formas para buscar”, indicó el Movimiento que aglutina a más de 60 colectivos de familiares buscando a las más de 61 mil personas desaparecidas en México, incluidas las Sabuesos Guerreras, que urgió al gobierno a establecer un plan de acción con tareas para seguir buscando durante el confinamiento.
Las Sabuesos Guerreras prefirieron romper con la pausa, pues la Comisión de Búsqueda de Sinaloa ni la Fiscalía Especializada en Desapariciones han presentado planes o acciones de búsqueda durante la contingencia. Ha pasado más de un mes desde que se decretaron las medidas para evitar contagios y el tiempo transcurrido, lo saben ellas, es de vida o muerte.
Las desapariciones continúan. Sólo durante abril, al menos 90 personas fueron desaparecidas en Sinaloa. Lo admitió el mismo Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública.
“¿Tú crees que nos vamos a quedar en la casa a esperarlos?”, pregunta la líder del colectivo Sabuesos Guerreras a este reportero.
Después del rastreo en San Pedro el 22 de abril, el colectivo ha salido otras dos ocasiones para buscar a personas desaparecidas. Ha pegado carteles sobre postes de luz y teléfono con fotografías y nombres de sus familiares; ha buscado en redes sociales en compañía del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México; ha hecho plantones en edificios públicos para exigir los planes de búsqueda de personas desaparecidas.
“No es pedir un favor, es obligación del Estado buscarlos y encontrarlos, y no simular la búsqueda”, gritó María Isabel Cruz Bernal en un plantón en Palacio de Gobierno, en protesta para exigir planes de búsqueda durante la contingencia sanitaria por Covid-19, “escúcheme bien, señor Gobernador, seremos la piedra en el zapato”.
*Marcos Vizcarra es reportero sinaloense especializado en cobertura de derechos humanos. Integrante del proyecto A dónde van los desaparecidos. Escribe en Revista Espejo y en el diario Reforma.