En medio de una pandemia mundial, las compras por el día de la madre no disminuyeron; en la ciudad, estas compras fueron más importantes que el confinamiento.
Con las medidas más estrictas, las personas mayores y los niños tuvieron que permanecer fuera de las instalaciones de los centros comerciales. Ahí se quedaron todos siempre con su debida distancia, usando cubre bocas y desinfectante para manos.
Mientras la pandemia perdura, no queda más que esperar a que las cosas mejoren, a que la vida vuelva a ser la de antes, a que las cruces de la sana distancia desaparezcan del piso.
Mientras la distancia desaparece, permanezcamos unidos desde casa.
Por Anashely Elizondo
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