Mientras transcurre la contingencia sanitaria por COVID-19, Juan y María, un matrimonio de la tercera edad con 45 años de casados, cuenta los días para volver a ver a sus nietos y nietas, una de las razones que les da sentido a sus vidas. La misma rutina una y otra vez, consumidos por la monotonía, nos cuentan un poco de su historia, cómo es que han pasado estos días entre mañanas, tardes y noches, entre actividades que se repiten y algunas visitas al doctor.
Por Aletse Torres Flores/ @aletse1799
Se despiertan, desayunan, organizan los muebles, sacan sus álbumes de recuerdos y lo que sea con tal de entretenerse en las cuatro paredes en las que habitan desde hace más de 50 días.
En plena contingencia han tenido que acudir a los centros médicos porque las citas no son negociables, y si las pierden, se tienen que esperar mínimo tres meses para que les agenden una nueva. María nos cuenta cómo fue ir al doctor y salir de casa a mitad de la emergencia sanitaria:
“No tenía miedo porque fui preparada, me llevó mi esposo y él se quedó en el carro porque no era necesario que se bajara, llegué y me senté. Nadie mantenía su distancia pero yo sí la tuve, me pasaron y no me dijeron nada nuevo pero no podía perder mi cita, es muy difícil volver a conseguirlas”, afirma.
Este es uno de los obstáculos a los que se han enfrentado, además, no salen para nada a la calle desde que el Gobernador del estado, Enrique Alfaro anunció que las personas tendrían que permanecer en casa. Su hija menor se encarga de llevarles la comida que necesiten junto con algunos juegos de mesa, el mayor de sus hijos solamente ha pasado a dejarles lo esencial, como cubrebocas y gel antibacterial. Pero el reto más grande que han atravesado en esta contingencia es no ver sus seres queridos, así lo relata Juan:
“La verdad ha sido muy difícil, imagínate antes me la vivía de Uber en Uber con mis nietos, llevándolos de un lado a otro, a veces me quejaba, no te voy a mentir, pero es duro no verlos, solamente puede ser por videollamada, pero eso jamás es suficiente”.
Y en el cuidado han sido precavidos, lavándose las manos en todo momento, desinfectando los productos que les llevan, lavando su ropa y manteniendo en palabras de María “su sana distancia”. La dinámica a la que les obliga esta contingencia sanitaria y el confinamiento han afectado sus horas de sueño, se duermen hasta las 3 de la madrugada y despiertan cada vez más cansados.
Sin duda, las personas de la tercera al ser uno de los grupos más vulnerables, viven la pandemia del COVID-19 de manera diferente; inevitablemente deben de ser más cuidadosos, aislarse completamente de todos, los abrazos los han cambiado por saludos en pantallas y sus sonrisas, de a poco se han ido apagando. Si bien, saben de la relevancia de mantenerse resguardados para evitar que se enfermen, para este matrimonio, como lo afirman Juan y María, es mucho mayor el costo de mantenerse sanos, que el estar en riesgo.