La virtualización de la educación en tiempos del Covid-19

Por Israel Tonatiuh Lay Arellano y José Luis Mariscal Orozco /

Profesores investigadores del Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara.

A mediados del mes de marzo, después de que la situación del Covid-19 se convirtió en una pandemia, el gobierno federal, los locales y diversas instituciones comenzaron a tomar más en serio el problema. La cancelación de eventos masivos y la persuasión para que no hubiera reuniones multitudinarias comenzó a circular en todos los medios. La Secretaría de Educación Pública (SEP) decidió suspender las clases a partir del 20 de marzo, aunque aclaró que no era un adelanto de vacaciones, sino que profesores y alumnos utilizarían medios alternativos para continuar trabajando hasta el 3 de abril, día en que la mayoría de las escuelas comenzarían el periodo oficial de asueto.

Los Estados del país acataron la indicación gubernamental, aunque algunos, como Jalisco, decidió que las clases presenciales serían suspendidas desde el martes 17 de marzo. En esta entidad se sumó a la propuesta del Gobernador, la Universidad de Guadalajara (UDG) y las universidades privadas del Estado. La indicación del Rector de la máxima casa de estudios de Jalisco también indicó que las clases serían virtualizadas para no tener ningún atraso en el calendario escolar.

A nivel nacional, la SEP y las secretarías de educación locales pusieron a disposición de los docentes de educación básica (primaria y secundaria) diversas plataformas y herramientas digitales para que a su vez los profesores pudieran tener el medio de “continuar” con las lecciones correspondientes a estos días.

Lo anterior representa al menos tres retos en esta materia:

Entender lo que es y cómo funciona un sistema de educación virtual; la adecuación de un programa o lección presencial a una virtual; y el uso y apropiación de las tecnologías con fines didácticos.

A la fecha, entre las comunidades escolares se tiene la creencia de que la educación virtual se reduce a “tomar clases” en línea. Que se corre el riesgo de que el estudiante no atienda de manera puntual “la clase” o bien no tener la seguridad, ante la ausencia de una presencia vigilante, si el educando aprendió lo que debía aprender. Pero lo mismo les pasa a los docentes desde la mirada del administrador

¿Cómo saber si el maestro de verdad “está dando clases”? ¿Cómo asegurar que no es otra persona la que lo hace?

Aún así y ante la decisión de las autoridades de que las actividades deben continuar de manera virtual para no retrasar o suspender actividades, se hizo un llamado a los maestros de todos los niveles era para “digitalizar” sus clases, partiendo de la creencia de que un programa presencial de estudios se puede volver virtual sólo “subiéndolo a Internet”. Ante esto, en las listas de correo y redes sociales, las opiniones y preocupaciones de los maestros podían observarse en dos posiciones: entre los que veían esta coyuntura como una gran oportunidad para utilizar las TICs; versus los que se resistían al uso de las mismas, argumentando la poca eficacia y alcances de la educación virtual.

Así como la Universidad de Guadalajara, otras Instituciones de Educación Superior como la UNAM y el IPN realizaron esfuerzos (en un tiempo muy reducido) para que sus docentes pudieran aprovechar la experiencia de sus dependencias responsables de la educación virtual y orientar a los docentes presenciales en adaptar, preparar y organizar las actividades de aprendizaje en ambientes virtuales educativos.

No obstante, este ejercicio obligado, ha permitido poner sobre la mesa la diversidad y complejidad de la educación virtual, que va desde la virtualización (adaptación y digitalización) de actividades de aprendizaje, pasando por los cursos en línea masivos, llamados también MOOCs, hasta la puesta en marcha de programas de estudio cuyas competencias concatenadas logran objetivos académicos de habilidades y conocimientos que exigen al estudiante disciplina y autogestión.

Así pues, con el propósito de aportar elementos para que los docentes que se han visto obligados a “virtualizar su curso o parte de él de manera emergente, compartimos las siguientes consideraciones sobre la educación virtual:

1) Es conveniente diseñar las actividades de manera “asincrónica” que no requiera tener a los estudiantes sentados en un horario concreto ya que no todos los estudiantes tienen un equipo de computo propio o incluso conexión de banda ancha; pero también para no saturar las redes y los servicios de comunicación virtual.

2) Optar por un Aprendizaje Basado en Problemas, esto es, ¿Cuál es la finalidad de ponerlos a leer y hacer fichas? La clave es poner un reto que deben solucionar (del tipo teórico, práctico, metodológico, ético, o el que se requiera) y explicar a los estudiantes cómo hacerlo (procedimiento) y con qué hacerlo (los recursos informativos como herramientas para solucionar ese reto).

3) Desechar la creencia de que las actividades de un curso virtual se logran realizar la tarde de un domingo, la modalidad te permite la flexibilización en cuanto a un horario fijo de estudio, pero no exime de éste. Es aplicable tanto para estudiantes como para docentes.

4) La adaptación a la virtualidad que logre hacer de las actividades de su curso, son solo una forma “emergente” de atender el problema, no es un trabajo terminado. Un curso virtual formal tiene un proceso de producción más complejo que requiere la participación de uno o varios expertos disciplinares, guía y seguimiento de un conocedor de diseño instruccional, de especialistas que elaboren materiales educativos (textos, gráficos, audiovisuales, multimedia, etc.) y técnicos que pongan lo pongan a disposición en plataformas virtuales (y su administración).

5) En la revisión, selección y puesta en disposición de los materiales de estudio, deben considerarse no solo la pertinencia académica del material, sino también lo derechos de uso y su accesibilidad.

6) Los jóvenes dominan casi de inmediato cualquier app o plataforma de digital, por lo que no encontrarán problemas de uso por parte de ellos, más bien la resistencia se encuentra en lo profesores que deben desarrollar no solo habilidades en el manejo de la tecnología, sino también comprender la lógica de la cibercultura actual.

La premura con que se tuvo que responder a esta emergencia sanitaria, puede confundir a más de alguno y llevarlo a pensar que la educación virtual no aporta en comparación a la educación presencial, y que no se requiere ninguna expertiz para poder llevar a cabo cursos en modalidad mixta o cien por ciento virtual, y cómo no pensarlo, si pareció que todo se satisfizo en tan sólo unos días, aunque no haya un análisis ni evaluación del logro de los objetivos de la virtualización de las lecciones o clases de estos días, lo cual de seguro será una investigación que arroje resultados interesantes.

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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