Columna Maroma
Por Jhoanna Manríquez, psicóloga e integrante de Maroma: Observatorio de Niñez y Juventud
Ilustración: @grfxrf
El último día que trabajé regularmente en el colegio fue el día 12 de marzo de 2020. Al día siguiente había consejo técnico y, posteriormente, un receso de clases el día 16.
Las noticias anunciaban que la situación de la pandemia estaba cada vez peor y ya se especulaba sobre la suspensión de clases para evitar contagios. Al principio el temor se apoderó de nosotros, pero comenzamos a tomar las medidas pertinentes y de alguna manera el temor se transformó en acciones de prevención. Hasta ahí todo bien.
Todo comenzó a ponerse raro cuando por parte de la escuela comenzaron a mandar actividades para que los niños no se atrasaran en el ciclo escolar. Los profesores hacen estas actividades por mandato de la SEP; sin embargo no se está tomando en cuenta ni a los alumnos, ni a las madres trabajadoras, ni la particularidad de la situación.
Por un lado, los niños se enfrentan a evento mundialmente mediático. El acceso a la información es muy fácil, el problema es que regularmente ésta información está llena de amarillismo, fake news que poco ayudan al manejo de la situación. Hay miedo por una parte de la población y por otro hay incredulidad y ninguno ayuda al afrontamiento de la pandemia.
Los niños han sido afectados de diferentes maneras, a pocos se les habla sobre lo que está ocurriendo lo que puede generar angustia y miedo. Existe un material que puede ser muy útil para ayudar a conocer desde la fantasía y lo simbólico el virus y calmar un poco la incertidumbre que pueda generar en los niños, la autora es Manuela Molina. En él el virus se presenta como un viajero, cómo es que se puede evitar que afecte a las personas y cómo es que hay adultos que protegerán a los chicos para que no enfermen. Adjunto la liga en caso de necesitar éste material: https://www.mindheart.co/descargables
Entre toda esta incertidumbre hay que lidiar con los deberes escolares, el encierro y el excesivo tiempo de ocio en el caso de los niños. En el caso de las madres, hay que hacerse responsable del trabajo, porque muchas aún tienen que seguir yendo a trabajar, tomar el transporte público, interactuar con compañeros de trabajo y algunas incluso con clientes.
También tienen que hacerse cargo de que el niño cumpla sus deberes escolares, que aprenda que tiene que lavarse las manos continuamente, limpiar la casa aún más de lo que lo hacía y en muchos casos proteger a los adultos mayores ya que es una responsabilidad que generalmente se asume por mujeres o simplemente se les atribuye. Otras personas más afortunadas pueden hacer home office y seguir recibiendo su sueldo íntegro.
Pero independientemente del lado que se esté el aislamiento o la falta de éste está influenciando fuertemente las formas en las que las personas se relacionan dentro del hogar. Las dinámicas en cuanto a horarios y actividades son afectadas porque si los padres no pueden quedarse a cargo de los niños van con algún familiar y ese familiar regularmente es un abuelo o abuela que son la población más vulnerable y al llegar el adulto proveedor incrementa su riesgo de contagio aunque no salga de casa.
Es casi imposible realizar los deberes con los abuelos por distintas razones, la escolaridad, el desconocimiento del uso de las tecnologías, la falta de internet o computadora, entre otras, por lo que los niños tendrán que esperar a que alguien los asesore, sus padres, cansados del trabajo y con poca paciencia.
¿Qué tipo de atención está recibiendo el niño? No sé si la SEP, o la secretaría del trabajo los ha considerado en algún momento, no desde la preocupación de cumplir una planeación académica o sobre un posible contagio, sino desde cómo estos cambios pueden afectarlos psicológicamente tanto a padres como a hijos.
El encierro en los niños puede desencadenar diferentes emociones que son difíciles de manejar incluso por adultos. La incertidumbre, ansiedad, aburrimiento, frustración, agobio son emociones que hemos presentado ya las personas que llevamos ya varios días resguardándonos en casa. He visto a mi hijo llorar por no poder escribir un cuento, cuando una de sus cualidades es ser muy creativo. El problema es que TENÍA que hacerlo para la escuela. Como padres, docentes o asesores escolares también hemos tenido emociones que se salen de nuestro control, el riesgo de contagio, el futuro de la economía entre otras, son situaciones que nos están preocupando también y que nos hacen sentir vulnerables y, a veces, hasta incompetentes ante el nuevo orden que van tomando nuestras vidas.
Lo que podemos hacer para que la situación sea más llevadera es muy sencillo, debemos hacer comunidad. Hay una frase que se le atribuye a Paulo Freire que dice: “Nadie se salva solo, nadie salva a nadie, todos nos salvamos en comunidad”.
Apoyar en el cuidado, escuchar a alguien que siente angustia, compartir el internet, jugar con tu hijo, escucharlo, ofrecer algún servicio gratuito, son acciones que nos entrenarán para las nuevas formas en las que nos relacionamos, incluso, para nuevas formas de economía ahora que se espera una fuerte crisis económica. Hagamos redes de apoyo con nuestros familiares y amigos, acerquémonos desde la empatía, generemos vínculos o fortalezcamos los que tenemos en casa.
Hagamos comunidad.
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