#UnDíaSinNosotras se convirtió en un silencio grande y pesado entre la comunidad estudiantil de dos de las principales universidades de Jalisco, la Universidad de Guadalajara y el ITESO; en sus pasillos, salones y lugares comunes no estaban ellas, pero tampoco estábamos nosotros que nos mirábamos a los ojos buscando encontrar alguna explicación; sin embargo, la respuesta ya la sabíamos: Nuestro machismo, las obligó a parar.
En las calles de Guadalajara, si bien, no todas las mujeres lograron parar, se respiró el mismo ambiente; uno donde su ausencia se hizo presente para recordarnos que esto nos toca resolverlo a nosotros; ellas ya salieron a la calle y multiplicaron 35 mil veces sus voces para decirnos: “Queremos ser libres, no valientes”.
Por Darwin Franco/@DarwinFranco y Eric Sandoval /@Eric20San
Fotos: Mario Marlo/@MarioMarlo1
En el salón éramos alrededor de 25 hombres, entre profesores, trabajadores y alumnos. Estábamos ahí porque ellas habían parado, pero también porque queríamos comprender qué nos estaba pasando y qué podíamos hacer con todo aquello que nos provocaba su ausencia. Sabíamos que nos tocaba a nosotros, desde nosotros, hacer algo para deconstruirnos y cambiar.
Me tocó preguntar sus nombres, carrera y cuál era su sentir sobre el Paro Nacional de Mujeres; las palabras que más utilizaron fueron: vacío, ausencia, pesadez, sorpresa, tensión, incomprensión, necesidad, tristeza, intranquilidad e inquietud.
Al momento de preguntarles qué sentían tras haberse escuchado, una voz hacia el fondo del salón se atrevió a expresar: “Las necesitamos”. Otro estudiante confesó: “Ya me había imaginado lo que podría ser este día, pero hoy todo es diferente”; uno más precisó: “La escuela se siente muy tensa; nosotros estamos aquí, pero no sabemos qué hacer”.
Un estudiante más compartió: “Yo hoy realmente me cuestioné qué haría si ellas, mis amigas, no estuvieran, no es que no lo hubiera pensado ya, pero hoy no están aquí “; finalmente alguien más dijo: “hay una tranquilidad rara, una ambiente tenso… la escuela se siente realmente vacía”.
El taller que nos convocó se titulaba: “El machismo también se ve en las notas”, su objetivo era reflexionar en el uso del lenguaje y sus implicaciones al momento de informar y/o comunicar sobre la violencia de género que padecen de manera cotidiana las mujeres. Hablamos de cómo nosotros, los hombres, desde nuestro machismo generamos una serie de condicionantes que inciden en la objetivación, criminalización y re-vícitimización de las mujeres.
Revisamos titulares y formas de expresión que perpetúan tanto el lenguaje sexista como las estructuras de dominación patriarcal en los medios de comunicación y en las prácticas periodísticas cotidianas; a la par, también comprendimos que esto que sucede porque esos espacios reflejan la cultura machista en la que nos han dicho que debemos “ser cabrones e inteligentes”; en contraposición a las mujeres a las que nos enseñan a ver como: “débiles, sensibles e incapaces”.
“Parece fácil el tema de corregir los titulares, pero al ya hacerlo nosotros nos dimos cuenta de que tampoco tenemos las palabras para decir lo que pasó sin usar palabras o expresiones machistas”, expresó uno de los profesores participantes durante la práctica de modificar un par de titulares que ya habían sido altamente cuestionados por el perfil en Facebook: La Corregidora, página dedicada a corregir titulares de medios a los que consideran machistas porque no redactan sus noticias con una debida perspectiva de género y mucho menos lo hacen pensando en el respeto y la dignidad de las mujeres que fueron víctimas de un feminicidio.
Ejemplo de corrección de titulares realizado por La Corregidora.
Al momento de que los asistente pudieron ver la corrección que hace esta página feminista, identificaron que ninguno usó palabras como: víctima o feminicidio, pero sí algunas otras expresiones que colocaron el acento en la responsabilidad que tuvieron las mujeres en los hechos que les arrebataron la vida.
Algunos participantes confesaron que no fue fácil reescribir esos titulares, pero lo que sí identificaron es que éstos no pueden redactarse buscando culpabilizar a la víctima o minimizando lo que le había ocurrido: “Ahí lo que se está diciendo es que por ir a ese partido la asesinaron”, puntualizó uno de los estudiantes; “ese otro titular usa la expresión chava calcinada como si fuese una más y eso lo que hace es normalizar la violencia contra las mujeres“, precisó otro de los asistentes.
Se fijaron que en las correcciones no usaron la palabra feminicidio, les pregunté. Muchos cayeron en mente de esto y se cuestionaron el por qué siguieron hablando sólo de asesinato u homicidio. Un delito como el feminicidio, en ese momento, no formó parte del vocabulario de todos los presentes. “Incluirla en forma y sentido, sería el primer paso para reconocer que la culpa nunca ha sido de ellas, sino del victimario”, les precisó cuestionándome también el tiempo que me llevó a mi decir las cosas por su nombre.
“Nombrar las cosas como son debe ser el camino para deconstruir nuestro machismo”, les insistí al tiempo que les recordé que ellos al hablar sobre la ausencia de las mujeres en el ITESO, confesaron: “sentirse extraños” y que ahora lo que toca es activar nuestros extrañamientos para preguntarnos: “¿Por qué no decir feminicidio?, ¿Qué hecho yo, directa o indirectamente, para que las mujeres hoy no estoy aquí? y ¿Por qué me genera tanta extrañeza que no estén ellas?”.
Las mujeres no están, pero lo importante: “no es sólo comprender cómo nos sentimos, sino entender por qué hay tanto silencio y tensión entre nosotros”, expresó uno de los asistentes.
El ITESO cuenta con 9 mil 950 alumnos; de éstos, aproximadamente, el 52 por ciento son mujeres. En el paro activo realizado por la Colectiva Feminista Lavanda, el pasado 5 de marzo, con rabia y dignidad nos señalaron por ser responsables de un ambiente de inseguridad, acoso y hostigamiento; así como de mantener un pacto de silencio entre nosotros a sabiendas de que sabemos quiénes son los agresores y cómo es que éstos lo hacen.
El silencio amplio en el ITESO no fue fortuito y a muchos nos pesó. El machismo pesa, pero lo seguirá haciendo más si decidimos mantenernos callados frente a éste.
Por Darwin Franco
El 8 de marzo, Guadalajara se pintó de verde y morado. Un día después, el 9 de marzo, nadie le encuentra color. El Paro Nacional nos ha dejado un sabor de boca que no queremos volver a tener. En nuestra vida no hubo mujeres, no hubo color.
Cortinas abajo, negocios cerrados. Ojalá sólo sea el paro y no nos falte nunca la señora de la dulcería, pensé. Su hija no jugaba afuera del negocio como cada día. Hoy sólo la tierra de un periférico en construcción había en el lugar.
Hoy los hombres no ceden el asiento a las mujeres en el camión, hoy no hay usuarias en el transporte público. Hoy miramos por la ventana del camión buscándolas hasta que nos cansamos.
Llegar a la universidad ha sido lo más duro, hoy los hombres caminamos cabizbajos por los pasillos, levantamos la mirada, nos vemos a los ojos y nos preguntamos de qué forma hemos sido parte del problema. Las clases se orientaron a la violencia de género, los hombres hablamos de nuestras actitudes, acciones machismos.
“Está bien culero esto, wey”, dijeron al sentir el silencio y vacío de una universidad sin mujeres. Sin sentido.
Hoy nos dimos cuenta. Hoy nos faltaron todas.
Por Eric Sandoval
Una universidad vacía
La matrícula de la Universidad de Guadalajara es de 123 mil alumnos; de éstos, el 53 por ciento son mujeres (65 mil 804); por ello, este día de Paro Nacional su ausencia fue evidente, pues a éstas se le sumaron trabajadoras y académicas de la máxima casa de estudios.
En los salones, pasillos o áreas comunes no se les vió durante todo el día; pero lo que sí dejó constancia fueron todos los carteles y las denuncias que las alumnas dejaron en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), el pasado 7 de marzo.
Los pocos alumnos que sí asistieron a clase, al igual que en lITESO, se mostraron desconcertados porque sus compañeras no estaban, pero también porque la escuela ofreció pocas alternativas para todos aquellos que buscaban saber qué hacer como hombres en torno al Paro Nacional. A algunos platicaron sobre su machismo y cómo éste era el responsable de que nadie estuviera, pero poco se habló de los cárteles o sobre las pintas colocadas en Rectoría de la UdeG, las cuales las autoridades universitarias dijeron que no borrarían hasta anotar todas las demandas que con nombre y apellido dejaron las asistentes a la Marcha #8M.
En lo que va de 2020, la Defensoría de los Derechos Universitarios ha recibido 59 quejas por acoso u hostigamiento; de éstos 40 sucedieron dentro de los planteles. En el histórico de denuncias, el 60 por ciento de éstas no ha obtenido respuesta o resolución, lo cual deja impunes a los agresores.
En México, en los últimos con años, se han cometido 3 mil 751 feminicidios y 18 mil 835 mujeres están actualmente desaparecidas. Ese es el verdadero peso de nuestro machismo, así que toca sentirnos responsables y no solamente raros.