Texto es ilustración por Lucila Sandoval Herrera /@VdeViva
Desde hace muchos feminicidios pienso que todas deberíamos estar quemando las ciudades, que no entiendo cómo es que no estamos todas volviéndonos locas de rabia y dolor. Con cada nueva protesta y con cada nueva chica desaparecida me he preguntado ¿dónde están todas? ¿Dónde están todas las hermanas, mamas, amigas, compañeras a quienes les han arrebatado a alguien? Y aunque no culpo a quienes no se han organizado, con cada nueva denuncia de violación, sí pienso: ¿Dónde están todas las que han sufrido violencia en carne propia? Si sabemos que somos todas, ¿Dónde están, y cómo nos acercamos?
Estoy empezando a sospechar que en unas horas las veré en las calles. Las convocatorias se han desbordado de una manera que no podían prever colectivas y organizadoras. Han surgido marchas lejos del capital y de las capitales de los estados, compañeras de las periferias se organizan. Y las marchas de siempre esperan al menos el doble de asistentes. A estas alturas no conozco a nadie en mi círculo cercano que no vaya a participar de alguna manera en las protestas.
Esto mismo es lo que ha pasado con la convocatoria del 9 de marzo #UnDíaSinNosotras:
Hace unas semanas en mi timeline de Twitter me encontré con una imagen que llamaba a organizar #UnDíaSinNosotras, una propuesta de Paro Nacional en el que las mujeres nos ausentáramos del trabajo, escuelas, y el consumo. Como no aparecía ninguna colectiva conocida, no hice mucho caso de la convocatoria y asumí que quizás fuese una propuesta en otro estado.
Pero de un día a otro el banner que había visto se volvió viral: todas mis conocidas lo compartieron con entusiasmo y con críticas, la “oposición” panista y otros grupos de derecha lo estaban replicando intensamente; luego salió la “4T” a pronunciarse en contra de la convocatoria. Al interior de círculos feministas las dudas y cuestionamientos se mezclaron con las ganas de que realmente hubiese un paro nacional.
Días después Brujas de Mar, una colectiva de Veracruz, apareció en mi timeline intentando desmentir por milésima vez (como ellas mismas dijeron) que la convocatoria #UnDíaSinNosotras fuese promovida por algún partido político, y explicando que ellas habían lanzado la propuesta junto con otras colectivas y familiares de víctimas de feminicidio.
Entre mis amigas y conocidas he leído todo tipo de posturas: desde explicar porqué no se puede hablar de un “paro” cuando las instituciones y empresas nos están permitiendo explícitamente faltar, hasta las implicaciones políticas de “desaparecernos” en un contexto en el que las mujeres estamos de facto desapareciendo, y también la queja a la propuesta de “quedarse en casa” ya que como mujeres hemos sido expulsadas de la vida pública históricamente (Además de que nuestras labores no cesan en el hogar).
Sin embargo, ahora sospecho que nuestras opiniones poco importan ante la coyuntura que se está desarrollando. Nosotras tendremos el lenguaje para definir lo que es un paro y lo que no, podemos discutir sobre las implicaciones del simulacro de la desaparición y la posición de la mujer en la vida privada, pero no tenemos control de una conversación que se ha instalado en la agenda nacional.
La realidad es que el paro “va” porque las instituciones educativas, empresas privadas, negocios pequeños e incluso negocios informales se han visto forzados a posicionarse al respecto. La convocatoria al paro ha desbordado los grupos feministas, el cerco de la sociedad civil organizada y aquellos espacios de discusión donde debatimos su validez. La conversación está ahora en medios de comunicación tradicionales, en espacios de trabajo y en grupos de Facebook a los que jamás nos hemos adentrado.
Parar o no parar ya no es la cuestión. El paro y sobre todo la forma en la que se ha desarrollado son síntomas de un momento en el que la violencia contra la mujer está expuesta, descarnada, en todos los frentes. Cuando es imposible eludir los titulares, y cuando la saña de cada asesinato subraya las cifras que sólo van en aumento, es natural que exista una respuesta de la población que va más allá de las agendas propuestas por los movimientos feministas. Los discursos de las colectivas no llegan a todos lados y la forma en la que medios y empresas están retomando la conversación impacta la manera en la que distintos sectores de la población se acercarán al tema.
Dicho de otra forma: La convocatoria y la conversación nos han desbordado y en cierta manera esto es justo lo que queríamos, que la exigencia de justicia y seguridad para las mujeres llegará al “mainstream”. Hay convocatorias a paro desde espacios tan distintos como el ITESO o el Candy’s; sin embargo, en ninguno de los casos es claro quienes convocan ¿Las maestras y trabajadoras, o la institución? ¿Las trabajadoras sexuales, o los dueños del lugar? Por otro lado, hay casos de paros genuinamente autogestivos como las señoras de la fonda que avisaron que el lunes no abren, o las chavas que en grupos de wishlists y compras de ropa online han convocado también a parar. No todos los paros reflejan el mismo nivel de organización y discusión, pero sí reflejan una toma de posición ante la crisis de violencia. Sin embargo, también hay empresas e instituciones que llaman a paro cuando dentro de sus propias filas se protege a violentadores y será la labor de quienes conforman estos espacios forzarles a ser congruentes.
Estos días he escuchado mucho miedo a que nuestras demandas se diluyan, también entusiasmo por las formas que la organización está tomando. A quienes hemos visto a los partidos y a las organizaciones estudiantiles cooptadas (como la FEU) retomar movimientos en voga para meter sus propias agendas políticas, nos preocupan estos momentos en los que “todos se suman”. Sabemos que para acabar con la violencia hacia las mujeres no hace falta empoderarnos, o tener aliados en las empresas, sino destruir la base del patriarcado. El sistema en que vivimos es el que nos está matando y cualquier intento de reformarlo tan sólo exportará las violencias a espacios marginados y a compañeras invisibilizadas. No vamos a convertirnos en un desfile, sino en una revuelta, pacífica o no.
Con todo, yo estoy del lado del entusiasmo, siempre es una fiesta ver más compañeras en la calle y confió plenamente en que nuestra lucha por la vida se manifiesta por encima de intereses partidistas y del capital. En el contexto en el que vivimos como mujeres en México la violencia es cotidiana ya es momento de que la organización también lo sea, y nosotras somos la revolución.