A través de un análisis de las conversaciones digitales que usuarios y usuarios de Twitter realizaron utilizando el hashtag: #IngridEscamilla, SignaLab ITESO presentó el informe “Ingrid Escamilla: apagar el horror”, en el cual es posible ver los efectos de la inteligencia colectiva que desactivó las gramáticas del horror que inicialmente gobernaron las conversaciones sobre su feminicidio para dar paso a las gramáticas de esperanza que buscaron situar todo significado y sentido sobre ella a través de la vida y no de la muerte que jamás debió sucederle.
Por Darwin Franco/@darwinfranco
Ilustración de portada y gráficas del texto: SignaLab ITESO.
Entre el 9 y 12 de febrero, SignaLab ITESO realizó un análisis a las múltiples conversaciones que se generaron en redes socio-digitales, principalmente Twitter, sobre el empleo y sentido que tuvo el hashtag: #IngridEscamilla, de acuerdo a sus primeras indagatorias encontraron que su crecimiento fue orgánico, pero que éste creció debido a dos hechos fundamentales: 1) la cínica filtración de las fotos de Ingrid a la prensa y la publicación carente de ética que muchos medios realizaron de éstas, y 2) el comentario poco afortunado que tuvo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando se le preguntó sobre este feminicidio y la violencia feminicida que crece en el país en su conferencia de prensa del pasado 10 de febrero.
Durante sus análisis decidieron ampliar su rango de búsquedas para observar la relación de las y los usuarios con diferentes hashtags que, señalan: “Operan como articuladores políticos en el plano de lo orgánico (conversaciones espontáneas) y como dispositivos de irrupción-disrupción en un debate o controversia en el plano no orgánico“.
En su análisis encontraron que hubo una fuerte articulación en torno a tres ideas básicas: “la justicia, el feminicidio y el recurrente #NiUnaMenos que ha estado vinculado a las luchas de las mujeres en los últimos años”.
Tras este primer análisis identificaron que el acercamiento inicial de muchos usuarios fue conducido por el morbo y la normalización de la violencia:
“La propagación viral, por contagio cultural del horror, de lo gore, acallaba cualquier sentido de lo humano (…) y es que la violencia feminicida avanza y su tratamiento tanto mediático como por parte de las autoridades perpetúa la revictimización y con ella, la normalización de la violencia, que termina por producir indiferencia o atención desmedida sobre los detalles terribles en cada caso”, señalaron las y los integrantes de SignaLab en su Informe.
Estas reacciones, precisan, reflejan “el colapso de sentido donde la naturalización de la violencia en nuestra vida cotidiana es tal que pocas veces se repara o reflexiona en aquellos que compartimos” en las redes socio-digitales. De ahí que, la visibilización de estas conversaciones para quienes integran SignaLab tenga sentido, ya que buscan con ello:
“Narrar y visibilizar la violencia de manera crítica es una tarea política y cultural para atajar la barbarie, romper los relatos de normalización de la brutalidad y el exterminio”.
1) La cobertura mediática mayormente espectacularizante.
2) La reproducción de la violencia en diálogos en redes a través de la burla o la condena a la víctima.
3) Las búsquedas de información en internet relativas al hecho que sólo capturan la brutalidad sin contexto estructural.
Para ellos, a través del análisis semántico que realizaron y expresaron mediante nubes de palabras, fue claro que durante los días analizados:
“había dos narrativas en choque: la indignación, la rabia y la tristeza que articulaban y formaban comunidades en Twitter y, de otro lado, la burla, la criminalización de la víctima y especialmente el morbo y la obsesión por “consumir” la imagen más terrible de la destrucción de #Ingrid”.
Alrededor de las 17 horas del 12 de febrero, aunque la propuesta había empezado mucho antes, el relato colectivo alrededor del feminicidio de Ingrid estalló en luminosidad. Cifrado en un primer momento en las gramáticas del horror, fue intervenido de manera colectiva por miles de usuarias y usuarios de Twitter.
La estrategia tecnopolítica (el uso político y estratégico de las redes por parte de la sociedad) redireccionó de manera muy rápida la narrativa que se imponía en torno a la revictimización de #Ingrid, a través de la circulación de imágenes de su cuerpo ultrajado.
Esto implicó, siguiendo la interpretación de SignaLab, que el relato se revirtiera al dislocar la violencia y el horror para:
“colocar y viralizar -en pocas horas-, miles de imágenes de paisajes naturales, atardeceres, fauna viva, entre otras, con tuits que apelaban al #IngridEscamilla. Esta es la visualización que genera la resistencia colectiva frente a la colonización del horror.
Esto significó que la incidencia no sólo fuera en términos de la producción de sentido que en ese momento se disputaba alrededor del uso de #IngridEscamilla sino también, como se puntualiza en el Informe, implicó:
“una intervención en los algoritmos de plataformas como Twitter y Google, ya que el relato que prevalece en las búsquedas a largo plazo sobre cualquier tema en estos sitios es el correspondiente al conjunto de palabras e imágenes que mayor número de veces hayan circulado asociadas a dicho tema. En este caso, si bien en un primer momento, hasta el mediodía del 12 de febrero, era esperable que las búsquedas de Ingrid estuvieran y quedaran atadas a la exacerbación de la violencia, desde las 5 p.m. en adelante, el empuje de un relato distinto no sólo empezó a producir una memoria colectiva afectiva y crítica, de reivindicación de Ingrid, sino que puso en circulación un volumen masivo de datos con la intención de que estos prevalezcan en el espacio virtual como gramática de la esperanza alrededor de esta tragedia”.
Al final, como también se destaca en el Informe de SignaLab que puede consultarse aquí, las redes son y serán eso que nosotros construyamos con, a través y dentro de ellas: un espacio para seguir prologando las narrativas del horror o nuevos crisoles de esperanza para construir vida donde otros insisten en seguir colocando palabras y hechos de muerte, pues Ingrid y ahora lamentablemente Fátima, no deben ser reducidas a simples cuerpos violentados; al contrario, tenemos que recordarlas siempre a través de sus vidas y biografías.