Rocío Hernández Romero busca a su hermano en Coahuila, ha recorrido varias veces el desierto de Patrocinio junto con Grupo Vida, comenzó sin saber nada de rastreo. Ahora comprende su sensibilidad al momento de hallar restos.
Por Daniela Rea
En mi casa tengo a mi hermano desaparecido. Éramos dos hermanos. Si yo tenía un problema él me ayudaba. Él siempre me decía: “estás bien loca”, era su forma de decirme que no me cansaba, que no me rendía.
Ahora que él no está, sé que él me dice que no me rinda, que lo ayude y que no abandone a su familia. Más que nada le preocupa ver mucho a sus hijos.
Mi mamá fue una de las iniciadoras en el Grupo Vida, pero un día ella llegó llorando a la casa porque dice: “yo no voy a poder aguantar” y ya le dije yo que yo me aventaba las búsquedas. Y si; así empecé junto con todos a las búsquedas.
Empezamos nosotros de cero, no sabíamos remotamente nada de una búsqueda. Sí teníamos las ganas, siempre hemos tenido las ganas. No identificábamos tan fácil los restos, hoy los identificamos a metros de distancia, también la forma de trabajar y la recuperación es muchísimo más apegada a protocolos.
No sabía yo nada de protocolos de búsqueda y he aprehendido… No digo que todo, pero sí he aprehendido.
Yo me consideraba como que ya no podía aprender. Me casé y como que te enfocas tanto a un hogar para ser la buena esposa o buena mamá, que te olvidas un poco que tú puedes seguir estudiando. No te voy a decir que sigo estudiando una carrera, no, pero estudio libros que son de antropología, cadenas de custodia, cosas de esas porque se volvió ya mis cosas cotidianas y a veces me sorprendo que digo: “¡ah chis! o sea que sí pude haber estudiado algo y sí pude haber llegado a algo bueno”, porque sí, sí he aprehendido mucho.
He aprendido mucho en el campo para las búsquedas y también a tener un poco de paciencia, que es lo que nos faltaba a nosotras al principio.
Creíamos que en el momento en que sacaban o localizaban algunos restos, a lo mejor en un mes, ya iban a poder ser identificados y eso es erróneo. También necesitamos paciencia emocional porque a veces es la que te hace estallar.
El tiempo se hace eterno y también como que ir mirando que hay cambios. Por una parte te da alegría, pero por otra no siento que avancemos nosotros tanto. Todo el tiempo que ha pasado y no avanzamos.
Las primeras búsquedas a la mejor no fueron tan difíciles porque sí estoy impuesta a andar en el monte, en el cansancio. Vengo de familia de cerros, de todo eso. Me gusta mucho subir a un cerro, disfruto ese olor a yerbas, me remonta a mi niñez, no sé. Mis compañeros los sufren mucho y yo digo “ah, pues qué padre”.
A mi me gusta el cerro, encuentro chuzos, esas flechas de los antiguos, porque desde niña mis familiares me enseñaron, cuando eran vacaciones, a identificarlos. A comparación de los demás del grupo, ellos no identifican tan fácil un chuzo.
Entonces son características que me han ayudado en el grupo, los demás a veces se cansan mucho para un cerro y yo llego a un cerro y se me hace tan divino.
Hay compañeras que tienen que aprender a andar en cerros, cuando se espinan hay que buscar chicles para sacarles las espinas, también tienes que saber de víboras, de clima o que no te vayas a nortear porque tienes que caminar a veces seis kilómetros y los seis kilómetros los tienes que regresar y no contamos con GPS o un guía.
Saber qué clase de vegetación, “pues saben que ésta yerba puede hacer esto, esta yerba puede hacer lo otro”. La calor nos desgasta muchísimo, tomamos tres o cuatro litros de agua en lo que trabajamos porque estamos sude y sude, sude y sude, unas cuatro o cinco horas y hay que prevenir deshidratación.
Sí, las primeras búsquedas no fueron tan difíciles. Lo difícil fue en el momento cuando se localiza un cuerpo de una chica, ya en descomposición, el dolor de una mamá al decir “puede ser mi hija” y al haberse soltado en llanto. Es donde te empieza a mover muchas cosas ya cuando ves dolor en alguien.
Cuando empezamos a encontrarlos en fragmentos, es como un golpe donde dices: ¿qué clase de personas son, por qué han llegado a hacer tanta maldad?
Ha sido difícil. A veces tienes que lidiar con sentimientos buenos y malos; porque también te pasan los malos. Porque también dices tú: “todo esto le pudieron haber hecho a mi hermano”. De repente dices tú: “quisiera tener, quisiera que me señalaran a el que haya hecho algo a mi hermano y yo le haría lo mismo”.
Cuando nosotros llegamos a Patrocinio era una zona desértica, los árboles más grandes eran unos mezquites de unos cincuenta centímetros, no había dónde se resguardara uno y era muy poca vegetación.
Como en las películas del viejo oeste, como al aire que se ve que pasa con esas yerbas que van, con esa soledad, ese frío que se siente o se ve en esa película, así es más o menos Patrocinio.
Llega uno y no se escucha nada, a veces el aire, como que no te sientes a gusto. Es como un rechazo en tu pecho, es un lugar que te inquieta, pero pues es lógico, ¿verdad?, todo lo que pasó, muchas personas murieron… De repente me entra sentimiento…
Patrocinio ha cambiado mucho de las últimas veces que hemos ido. Ya empieza a haber árboles más crecidos, vegetación que en el momento estaba destruida.
Yo creo que esto pasó porque cuando estaba la delincuencia, los químicos que trabajaban, eso mismo hizo que el subsuelo resintiera un poco todo. Nos han contado gente que vive cerca que miraban cosas.
Entonces llega el Grupo Vida a sacar todo eso, para ellos es como más de tranquilidad, porque saben que ya no va a regresar gente mala al lugar. Entonces ya empiezan a ir a esos lugares que ya no iban, a estar presente en los lugares.
También con el tiempo, el subsuelo va sanando y nosotros al sacar, por decir, todo lo que no pertenece a ahí, eso es lo que tiene que volver a salir, brota lo que una vez fue. Vuelve a florecer.
La gente ha de decir que nosotras estamos locas, pero nos ha pasado varias veces, decimos: “es que nos hablan”, “ellos nos hablan”… A veces caminamos en el desierto sin saber por qué, una vez sentí como calor y frío, una sensación un poco rara y luego me llamó mucho la atención voltear a un lado y de repente veo si hay cambios de coloración en la tierra, veo distinto. Y era positivo.
De ahí, en las noches soñaba mucho ese momento, pero no lo sentía de miedo, lo sentía como de calma. Entonces ya un día le digo yo platicando, entre de mí: “¿me quieres dar las gracias por haberte encontrado o me quieres decir que vas a estar conmigo apoyándome para seguir con esas ganas o las fuerzas? Gracias a Dios tú ya vas a regresar con tu familia, si se da el caso de que mi hermano está muerto dile que haga lo que tenga que hacer y me indique dónde lo tengo que ir a sacar”. Desde ese día no lo volví a soñar.
Mi hermano, me imagino que sí sigue vivo. Está con sentimientos encontrados. Hay ocasiones en que se sacan los restos y digo: “puede ser mi hermano” y me lo imagino, me ve sacándolo y está feliz. Pero a la vez triste. Porque sabe que esto le va a doler mucho a mi mamá.
Esperemos a ver que un día me guíe, si no a mí, pues que sea otro que también mantenga las ganas o las fuerzas. Porque digo: “a lo mejor yo aquí puedo sacar a alguien más y esas mismas señoras son las que van a sacar a mi hermano”, entonces es como ayudarnos unos a otras.
Siento que voy haciendo las cosas bien. Tengo que tener las ganas y las fuerzas para seguir adelante porque yo siento, si son espíritus esos seres, yo los siento cerca, para mí son fuerzas, son ganas de seguir adelante, de no rajarme.
No, a mí no me da miedo, pero no te puedo decir que me da alegría. Porque es lógico, hay momentos que quieres estallar tú y decir todo a la fregada, ya no quiero saber nada. Pero también en ese rato, dices: “también estoy loca o estoy mal, tengo que seguir porque no nada más está mi hermano, hay muchísimos, muchísimos más”.
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Link original: https://piedepagina.mx/al-sacar-lo-que-no-le-pertenece-el-subsuelo-va-sanando/