Los fotoperiodistas son, la mayoría de las veces, quienes más se arriesgan para registrar y capturar con su cámara el nivel de violencia que se vive en México.
Los conocemos por sus fotografías, pero es poco lo que sabemos de ellas y ellos, de su experiencia, de su estar ahí y de su arriesgar, a veces, la vida en la búsqueda de la imagen que permita crear una memoria y un registro visual de este nuestro doloroso presente.
Testigos Presenciales nos permite saber quiénes son ellos y de qué manera afrontan su trabajo periodístico; es una oportunidad para apreciar su trabajo fotográfico a través del sentido y justificación que le dan al mismo.
En esta primera entrega, el trabajo del fotoperiodista poblano: Pedro Pardo.
Un proyecto periodístico de Nuestra Aparente Rendición y ZonaDocs.
Idea original: Hector Guerrero/@mexhector y Darwin Franco/@darwinfranco
PEDRO PARDO
“Mis fotografías me hieren”
Fotoperiodista. Puebla.
Fotógrafo de la Agencia AFP.
Fotografías cortesía: Pedro Pardo
Por Darwin Franco Migues/@darwinfranco
El abrazo de una madre a su hijo debiera ser siempre un gesto conmovedor, pero la realidad muchas veces nos ofrece retratos que desafían nuestros actos y pensamientos. Así pasa con las fotografías de Pedro Pardo, así sucede con la anterior imagen que trastoca nuestros sentidos y nos muestra una escena en la que, pese a la muerte, la vida se sujeta y sostiene a través de un abrazo.
Pedro Pardo es fotoperiodista, nació en Puebla pero un imán social lo atrajo a Guerrero, donde durante varios años su lente retrató la violencia que padecen los guerrerenses. Ahí aprendió a sortear la violencia, aquí se descubrió vulnerable cuando “la guerra se le metió en las narices” y él optó por la responsabilidad de tomar su cámara para registrarla, se supo en riesgo y se arriesgó. Hoy, junto con otros colegas, traslada sus experiencias y errores en protocolos de seguridad y en talleres de auto-protección para que ningún otro fotoperiodista tenga que aprender sobre la marcha.
Aficionado al teatro satírico de Molière, Pedro Pardo ha intentado construir una estética visual y periodística para que sus fotografías inciten a la reflexión de los actos que retratan. Por ello, buscó sacudir la naturalización de la violencia porque al igual que el dramaturgo francés, él está convencido de que: “Nada corrige al ser humano más que el retrato de sus actos”; por ello, aunque le hiere lo que fotografía, muy bien sabe que debe registrar la violencia que vive Guerrero y en México y esto debe hacerlo fuera del morbo que aleja toda reflexión.
Pedro Pardo hoy trabaja como corresponsal de la Agencia AFP y en sus inicios lo hizo desde Guerrero, estado donde le ha tocó dimensionar la violencia que se vive en México:
“Creo que ha sido lo mismo vivir la violencia en Guerrero como periodista o como persona porque aquí la violencia fue tan próxima, la teníamos tan de frente, pues fue una experiencia que vivimos en primera persona, así te lo contaba la gente: `mataron a mi hermano, a mi vecino, secuestraron a mi papá, nos asaltaron, nos tocó ver una balacera…´. En Guerrero aún se sigue viviendo esta violencia, aunque no como en 2011 y 2012, esos fueron años muy difíciles”.
En esos años, Guerrero se convirtió en el segundo estado más violento del país y tras esa espiral de sin razón, Pedro recuerda la transformación de la vida cotidiana y de ese sentido festivo que acompañaba al puerto de Acapulco:
“Fueron años muy difíciles porque no queríamos salir a la calle aquí en Acapulco, esto a pesar de que tenemos una tradición de una ciudad viva. Ya no queríamos saliry mucho menos trasladarnos por las noches porque no había garantía de que llegarías a casa”.
Estos terrible hechos se le sumaron, años después, la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”, a quienes policías municipales de Cocula e Iguala, atacaron y entregaron al crimen organizado, el 26 y 27 de septiembre de 2014. Hoy su búsqueda continúa.
El fotoperiodista, el riesgo y la responsabilidad
La responsabilidad puede muchas veces más que el miedo y, así, fue cómo los fotoperiodistas, recuerda, salieron a retratar la violencia que los tomó desprevenidos en Guerrero. Pedro Pardo, repasa sus andanzas en un escenario en el cual nunca se había imaginado.
¿Qué significó y significa ser fotoperiodista en Acapulco, en Guerrero, en un escenario de violencia?
Personalmente nunca fui persuadido o nunca fui motivado por la cobertura de nota roja. La nota roja se fue convirtiendo en un tema de altas dimensiones como es el narcotráfico, el cual en Guerrero comenzó a arrojar muertos a las calles en grandes cantidades, con huellas de tortura y de dolor humano. Todo esto que nos fue pasando superó por mucho a la nota roja, como fotoperiodista o reportero no podíamos obviar la violencia que se estaba registrando.
Al respecto, cada quien asumió su estatus o rol social, yo pienso que el reportero o el fotógrafo tiene mucha responsabilidad y, por ello, tiene que decir desde dónde está viendo las cosas y desde dónde las está pensando. En el momento que llegó la violencia había que aceptar esto, había que hacerlo, había que salir a las dos o tres de la mañana y trasladarse a escenarios que prácticamente no te ofrecían seguridad. Tuvimos que ir a escenas donde no sabías quién era quién, con lo único que iba uno armado era con la cámara y con la responsabilidad de informar.
Entonces, te acercabas a las escenas y muchas de ellas no sólo estaban cargadas de violencia sino también de errores de nuestra parte, pues no estábamos preparados para este tipo de coberturas. No sabíamos bien cómo llevarlas a cabo y cometíamos muchas imprudencias, afortunadamente no llegaron a tener consecuencias
¿A qué tipo de imprudencias o errores te refieres?
Nosotros íbamos a las escenas sin saber prácticamente nada, es como si te mandaran a realizar una cobertura de futbol y tú no supieras las reglas básicas del juego, es un ejemplo burdo pero así nos pasó cuando de pronto nos descubrimos cubriendo la violencia o el narcotráfico. No sabíamos, en ese momento, cómo actuar.
Llegábamos y no sabíamos quién estaba, llegábamos y no estaba la policía, no sabíamos en qué momentos debíamos de salir corriendo. Teníamos comportamientos de riesgo porque llegábamos y exigíamos nuestro derecho a informar, pero ignorábamos a quién estábamos enfrentando, con quién estábamos peleando ese derecho. Esas eran el tipo de ingenuidades que cometíamos. No teníamos ni estábamos ejerciendo protocolos de seguridad, con el tiempo lo hemos estado construyendo, pero al inicio no había nada.
Pedro Pardo se siente parte de “la generación del empirismo” de la camada de fotoperiodistas que sin buscarlo se vieron inmersos en la cobertura de la violencia:
“Nosotros somos la generación que tuvimos que aprender a cubrir la violencia sobre la marcha. Hoy las nuevas generaciones ya tienen más instrumentos y nosotros mismos hemos ido hablando y socializando las experiencias y errores. Hoy tenemos protocolos y eso lo hace distinto, aunque cubrir la violencia siempre implica un riesgo”.
Registrar y fotografiar la violencia
Cuando se piensa en nota roja es imposible no asociar la violencia al morbo, es difícil pensar en otra estética fuera de la sangre y la expectación de informar un hecho violento que no se conecta con las violencias estructurales y simbólicas que le anteceden. Eso lo sabe Pedro Pardo y, por ello, intenta ubicar la mirada desde otro ángulo.
¿Cómo informar sobre la violencia, cómo retratar estos crueles actos humanos?
Informar violencia es otro tema, es una disposición que debemos tomar con más seriedad en todos los ámbitos sociales. Yo soy de los fotógrafos que me ha tocado estar en escenas dantescas por el nivel de violencia que ahí existía, pero también soy de los fotógrafos que piensa que debe haber una auto-regulación de este tipo de fotografías, no me refiero a censurar sino a una auto-regulación que permita decir o fotografías las cosas de una manera más sobria.
Veo muchos medios irresponsables en los que su estrategia comercial es el sensacionalismo, esa sensación de provocar cosas de manera sencilla, y no creo que esto sea justo, pues hay afectaciones a la psicología de quienes pueden mirar esas fotografías. Imagina llegar a las tres de la tarde a la casa con ese tipo de publicaciones bajo el brazo y dejarlo ahí en la mesa, imagina que un niño pequeño tenga acceso a ese tipo de cosas. Por ello, es importante auto-regularnos y esto no significa que dejemos a un lado este tipo de cobertura, no. Debemos documentarlas pero debemos usar los escenarios correctos para informar sobre esto.
Y por escenarios no sólo se refiere a los medios donde la fotografía se puede publicar o difundir, sino a las perspectivas que están explícitas e implícitas en una fotografía, pues en ellas yace la intención informativa de cada fotógrafo.
¿Cómo busca, Pedro Pardo, registrar la violencia?
Para registrar la violencia debemos iniciar con la búsqueda de todos los elementos visuales que tenemos como fotógrafos, es la búsqueda por sintetizar para no ser tan directos con una escena que ya de por sí es muy violenta, muchas veces sí podemos pero otras veces es imposible por la misma naturaleza de los hechos. En esos casos no es posible sintetizar el hecho sin que éste sea o resulte agresivo.
Y la agresión no sólo es el resultado final que se mira en la fotografía sino en todo lo que hay detrás de ella, todo lo que hace que estas escenas “dantescas”, como las llama Pedro Pardo, existan. Por ello, no hay fotografía sin dolor ni dolor sin sufrimiento.
A mí mis fotografías me hieren mucho, me hieren al verlas porque soy humano, porque estoy cargado de sentimientos y emociones; por ello, yo trato de no construir un discurso visual fuerte en mis fotos. Muchos compañeros son muy directos y yo los respeto, pero creo que es innecesario ese tipo de imágenes.
¿Cómo darle la vuelta a esas sensaciones a través de la fotografía? ¿Por qué hacer el registro de lo que muchos no quieren mirar?
He tratado de meditar mucho este asunto y creo que psicológicamente debemos llegar bien preparados a una escena violenta. Yo he pensado en la comparación de esto que hacemos con la labor del cirujano que llega al quirófano y va a realizar una operación, él sabe que se hará algo que es violento pero está ahí y sabe qué tiene que hacer, igual debe pasar con los fotógrafo, pues ir a las escenas es nuestra chamba y es nuestra responsabilidad el documentarlas. Debemos estar preparado para ello.
Yo pienso, además, que la misma cámara me aísla de los hechos, me da una distancia. Yo llego pensando en otras cosas, en la imagen tal vez, y eso me hace estar ahí de manera distinta. Después al irme o al ver las fotos caigo en cuenta de dónde estuve y de qué fue lo que pasó.
¿Recuerdas algún momento en que te haya costado mucho trabajo tomar una fotografía o uno donde no decidiste no tomar la foto?
Han existido muchos momentos en donde me he resistido a tomar la fotografía y no la he tomadoporque lo consideré innecesario, pero luego me dio por pensar si las fotos que no tomé hubieran servido para algo; por ejemplo, para la identificación de una persona desaparecida o para una prueba judicial. Muchas veces pienso que hice mal en no hacer esas fotografías. Hay muchas escenas que, sin embargo, voy dejando de lado o trato de hacerlo de una manera más sobria para guardar ese registro.
La guerra de los cárteles de la droga
En 2012, Pedro Pardo fue galardonado con el tercer lugar en la categoría “Historias Contemporáneas” del premio World Press Photo con el trabajo: Drugs cartel´s war. Con una serie de ocho fotografías, el también corresponsal de la Agencia France Press, mostró un crudo retrato de los estragos que la guerra del narcotráfico ha dejado en Acapulco.
¿Cómo fue que edificaste la obra “La guerra de los carteles de la droga” y cuál fue tu objetivo?
Yo soy un fotógrafo que se inspira en las luchas sociales, a mí me interesa mucho la sociedad y la construcción de la civilización. Me gusta mucho estar metido en las causas y eso fue lo que me inspiró a llegar a este estado de Guerrero que tiene muchas historias que hablan de ello. Aquí ha pasado mucha de nuestra historia como país, aquí ha pasado mucho de la guerra sucia, aquí se ha gestado el asunto de la guerrilla y todo esto fue un imán para mí.
El tema del narcotráfico y el de esa serie se nos fue colando, se nos fue metiendo en las narices. Yo me hubiese sentido muy incómodo si hubiera dejado pasar todo esto. Yo creo que como fotógrafos construimos el registro de la historia, si miramos la historia del país hay un registro de la violencia, eso quise hacer con el trabajo.
Yo me he inspirado en la idea del teatro satírico de Moliere, él usaba su teatro para decirle a la gente que estaba ocurriendo, él les decía que la avaricia y la malicia estaban acabando con la sociedad y así lo retrataba en sus obras. Retratar de esta manera al hombre ayudaría al hombre a pensar en su realidad, eso quiero y hago en mis fotografías mostrar lo que estamos haciendo como hombres.
En las fotos hay que mostrar que esa violencia nos lastima, las fotografías deberían sacudirnos para pensar en lo que hacemos mal, pero ellas deben ser capaces de hablar por sí mismas, tiene que tener su propio discurso, deben explicar lo que tengan que explicar. Eso fue el objetivo de La guerra de los cárteles de la droga.
Pero, quizá, esto no fue la única razón, pues Pedro Pardo reconoce que más allá del premio o de los comentarios a su obra hay una responsabilidad histórica fuerte porque lo que se hace hoy desde el periodismo es lo que conforma la historia del mañana.
“El registrar la violencia es nuestra chamba y nuestra responsabilidad. Imagina que en un momento la propia civilización nos pedirá cuentas de lo que aquí pasó y nos dirá por qué no registramos, por qué no hay documentos o fotografías. Registrar lo que pasa permitirá que no haya esos vacíos en la historia por más dolorosa que ésta sea.
A pesar de que mucha de nuestra chamba es efímera, de un día para otro, sé que al cabo de un tiempo ésta tendrá un peso específico porque da cuenta de lo que pasó en Guerrero. Sé que nuestro trabajo formará parte de esos registros históricos de lo que fuimos; por ello, registrar es importante.
Los fotógrafos estamos en la primera línea de fuego y debemos estar ahí para informar. No podemos dejar de estarlo porque si lo hacemos no habría imágenes ni registro de esta dura realidad.
Pero ningún registro está exento de la huella que nos deja la realidad. Ningún registro o tarea periodística, como sabe Pedro Pardo, pasa sin marcarnos.
“Mis fotografías me hieren, me hieren mucho. Todas ellas me generan una indignación por todo lo que nos hacen como sociedad, me provocan una repulsión por la gente que nos violenta, nos destruye, por la gente que decide quitarle así la vida a otra persona. Son cosas que me gustaría que en mi país no pasaran”.
Y, sin embargo, y sin quererlo nos siguen pasando; por ello, “debiéramos estar preparados como periodistas para todo”, sugiere Pedro, a quien las cosas vividas y fotografiadas le han dejado huellas que por nada en el mundo quisiera que otros vieran. Cosas que, como asegura, tarde o temprano saldrán a flote porque esto que hace como fotoperiodista tiene consecuencias emocionales: “Somos víctimas de una guerra muy fuerte”, concluye.
En este 2019, Pedro Pardo fue nuevamente galardonado con el tercer lugar en el World Press Photo con la fotografía: “Los migrantes centroamericanos trepan la frontera entre México y Estados Unidos”, es la una escena captada en México en el cruce fronterizo de El Chaparral, Tijuana, Baja California; esta fotografía forma parte de la extensa cobertura que Pedro realizó para la Agencia AFP sobre la Caravana Migrante que ingresó a territorio mexicano en octubre de 2018.
***
Da click para ver la fotogalería.
Para conocer más sobre de Pedro Pardo:
Los migrantes centroamericanos trepan la frontera entre México y Estados Unidos
https://www.worldpressphoto.org/collection/photo/2019/37722/1/Pedro-Pardo
https://www.instagram.com/ppardo1/?hl=es-la