Más que una bóveda, para Sergio Ruiz Castillo, el espacio en el que había quedado atrapado entre escombros era un sepulcro. Sin embargo, la posición en la que quedó inmovilizado después de que el departamento de su madre se derrumbó el 19 de septiembre del 2017, permitió que los rescatistas lo sacaran de ahí con vida.
A dos años del 19S, te contamos la historia de los bomberos de Guadalajara que le salvaron la vida a un hombre en el sismo de aquel martes de septiembre, desde la perspectiva del sobreviviente.
Por Itzel Ximena Torres / @ximena_tra
Foto portada: @mexhector
Hace dos años, un sismo de 7.1 grados sacudió la zona centro de México, dejando como resultado 369 personas fallecidas y 44 inmuebles colapsados o con derrumbes.
Entre ellos, el edificio de nueve pisos de la esquina Ámsterdam y Laredo en la colonia Hipódromo Condesa de la Ciudad de México. Ahí, en el piso tres, departamento 302 vivían Sergio Ruiz Castillo y su madre.
El martes 19 de septiembre del 2017, Sergio había regresado a la ciudad de un viaje de trabajo. Como fotógrafo frecuentemente tenía que salir de la capital y ese día volvió a su casa exclusivamente para descansar. Con él estaban su mamá y su tío:
“Cuando el temblor empezó yo estaba dormido. Fue mi madre quien me empezó a gritar para que despertara y pudiéramos evacuar, era lo que siempre hacíamos. Pero en ese momento ya no se pudo”.
El edificio de departamentos en el que creció Sergio ya había soportado muchos sismos antes, entre ellos el de 1985. Esta vez todo cambió en 45 segundos.
“Mi madre con sus 63 años ya no tenía mucha velocidad para evacuar rápidamente. Yo lo único que pude hacer fue esperar con ella, era la persona más valiosa que tenía, no había manera que me fuera de ahí”, recuerda Sergio mientras toma fuerza con largas inhalaciones de aire.
De repente se encontró en un espacio completamente oscuro y claustrofóbico en el que 27 horas parecieron mucho menos tiempo. Estaba asustado de que el aire se terminara y aunque sólo podía mover la cabeza ligeramente, quienes lo encontraron le explicaron que la bóveda en la que se encontraba era un espacio casi perfectamente alineado para que sobreviviera.
La madre y el tío de Sergio murieron casi al instante del colapso, sin mucho sufrimiento. Él también hubiera perdido la vida de no ser por los elementos del ejército, los civiles voluntarios y los miembros del equipo de Búsqueda y Rescate en Estructuras Colapsadas (USAR por sus siglas en inglés) de Protección Civil y Bomberos de Guadalajara.
Sergio no sabía que eran aproximadamente las cinco de la mañana del 20 de septiembre cuando el equipo USAR llegó a salvarlo, pero cuando escuchó a los perros de rescate rondando por los escombros en busca de personas, gritó lo más fuerte que pudo. No sabe si para su buena o mala suerte un tubo se clavó en su espalda y transmitió el sonido de su voz hasta los rescatistas.
Así continuó la comunicación y los rescatistas comenzaron con sus cálculos en un lugar que ya era imaginario. De la calle Ámsterdam hasta el elevador, del elevador hasta la sala, hasta la recámara principal y hasta Sergio.
Cuando abrieron el primer boquete para dejar entrar la luz y el aire sintió que volvió a nacer. Ahí entró Ramiro:
“Él no tendría porqué haber estado ahí, pero fue quien me mantuvo con vida”.
Ramiro es un ingeniero en biotecnología mexicano que vive en Nueva York. El 19 de septiembre estaba en la Ciudad de México por un viaje de trabajo cuya prueba final consistió en salvar a una persona de entre los escombros.
“No permitió que yo me durmiera, eso hubiera sido mi muerte. Platicamos de la comida me gustaba y de los lugares del mundo que había visitado. Me prometió que algún día me llevaría a Nueva York a tomar fotos, y así fue”, dice Sergio.
Mientras, los rescatistas rompían y quitaban muros de los cinco pisos que quedaron sobre su cuerpo.
Cuando por fin pudieron sacarlo, lo llevaron al hospital. Ahí los doctores se dieron cuenta de la falla multiorgánica que sufría y decidieron que la única opción era amputar su pierna derecha y someterlo al estado de coma. Durante una semana y media estuvo conectado a tantas máquinas como pudo, esperando a que sus riñones, pulmones y todos sus demás órganos se recuperaran de estar al borde de la muerte.
Sergio ejerciendo su profesión: la fotografía.
Volver a nacer
Sergio sabe que estar a segundos de morir y de repente poder ver la luz de nuevo es volver a nacer. Es tener una segunda oportunidad que además de deberse a su resistencia, llegó gracias al enorme trabajo de los rescatistas y de todo aquel que pasó una pala, movió una piedra y levantó el brazo con el puño en alto durante su rescate.
“Mi sentimiento hacia ellos es de completo agradecimiento y de amor por haberme dado vida. Son personas que dan todo y luego otro poco más. Sí hay héroes y los hay con nombre, sí existen súper humanos que se preparan física y mentalmente para poder ayudar”.
Durante los meses de su recuperación vinieron muchos cambios como volver a aprender a caminar y plantearse nuevas metas. Hoy Sergio tiene una prótesis para correr y busca competir en los 100 metros planos de los siguientes juegos parapanamericanos.
Es una nueva vida en la que no olvida a su madre, a su tío y a las otras 367 personas que fallecieron en el sismo. Recuerda la cifra con impotencia, pues algunos arquitectos e ingenieros civiles que estuvieron presentes como voluntarios durante su rescate notaron a simple vista que las condiciones arquitectónicas del edificio en el que vivía no eran las adecuadas para ser habitable.
En un estudio realizado antes del sismo del 2017 por Eduardo Reinoso, experto en ingeniería sísmica de la Universidad Nacional Autónoma de México, se halló que de 150 edificios construidos después de la última gran reforma en el Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal (2004), muchos ni siquiera tenían el papeleo suficiente para revisar su cumplimiento de las normas de habitabilidad.
El 71 por ciento de los edificios que sí pudieron ser revisados no cumplían por completo con las normas técnicas oficiales, mientras que el 36 por ciento ni siquiera cumplió con un estándar menor. El problema no es la ley, sino como se acata (New York Times, 25 de septiembre 2017).
Además, de los más de 39 mil millones de pesos que se autorizaron para el Fondo de Desastres Naturales después del sismo, a Sergio no se le otorgó ninguna ayuda para sus gastos hospitalarios, de medicamentos o rehabilitación.
Por su parte la Comisión de Reconstrucción de la Ciudad de México tampoco ha hecho absolutamente nada para recuperar su patrimonio. De acuerdo con la página web de esta comisión, de los 121 mil 253 inmuebles que debían ser rehabilitados o reconstruidos después del sismo, solo en 210 se han terminado las obras.
El pasado 10 de septiembre, la jefa de Gobierno de de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum reconoció que aún hay 20 mil familias damnificadas en la capital del país, por el sismo de hace dos años.
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Si quieren conocer más de la vida de Sergio, aquí dejamos el link a su perfil en Instagram:
https://www.instagram.com/explorandolimites/?igshid=ykuybovtdjbk