Junio llega con la promesa de fiesta como resistencia social. Desde inicios de cada año, las asociaciones y colectivos independientes se perfilan -con apoyo de gobiernos, partidos políticos y empresas (¿mercantilización de la “protesta”? o el costo de las alianzas)- para salir a las calles en las grandes ciudades de nuestro país, como Guadalajara, Ciudad de México, Monterrey, entre otras, para celebrar el mes del orgullo LGBTTTIQA (reciente es su espíritu de inclusión, anteriormente solo orgullo gay). Con la obtención da cada vez más derechos (a medias en el Estado de Jalisco), la comunidad diverso-sexo-genérica ha salido de sus históricos ghettos, esos espacios necesarios de integridad y sobrevivencia (del VIH), aunque también de exclusión, que en décadas anteriores se gestaron con la promesa de vida y respeto, hoy lucen resquebrajados a la luz de los derechos logrados: matrimonio igualitario, seguridad social e identidad de género (este último, el más aplazado en nuestro Estado).
De una serie de entrevistas con colectivos y colectivas LGBTTTIQA de Guadalajara (realizadas para mi tesis de maestría con énfasis en movimientos sociales y homopartenidad-lesbomaternidad) coincidieron en que estos (derechos) no son a plenitud, ni mucho menos resultado de la “buena voluntad” de los Congresos, son consecuencia de años de lucha social disidente de grupos excluidos como mujeres lesbianas, personas transexuales/transgéneros/travestis y hombres homosexuales (quienes han acaparado los espacios de lucha por oportunidades coyunturales y de estructura), y que en México llevan más de cuarenta años de protesta. Estos movimientos (LGBTTTIQA), gestados a finales de los setentas y alimentados por los reclamos devenidos del 68, la liberación sexual y especialmente de las feministas (que parecen distanciarse de estas últimas en favor del beneficio por la estructura patriarcal para algunos grupos), han sido necesarios para obtener mayores derechos cercanos a los que cualquier persona en México tiene: la ciudadanía.
Sin embargo, para el Congreso del Estado de Jalisco esto se reduce al medianamente avenido matrimonio igualitario, rezagado a notas de pie y facultativo solo para dicha unión legal pero no para asuntos de paternidad y maternidad; pues como señaló la anterior subdirectora de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado, mientras la ley indique que solo las parejas de hombres y mujeres pueden, para este organismo adoptar de forma plena (con la adopción simple hay mayores oportunidades pero su definición limita la figura a un lazo jurídico a medias), así se seguirá haciendo, a pesar que se incurren en actos de discriminación (este tema lo desarrollo en mi tesis de maestría). Pero ¿a quiénes interesa que estos temas se dejen en un limbo jurídico? Para Antonio López Pacheco, en su artículo sobre las respuestas conservadoras a los derechos humanos, se trata de una contramovilización articulada por agentes religiosos, políticos y grupos denominados conservadores, que se han valido del término “ideología de género”para desacreditar todos estos alcances, no solo para la comunidad sexo-afectivo-diversa, sino que incluyen a los derechos de las mujeres.
Con la llamada “ideología de género”, concepto surgido en el seno de la Iglesia Católica: el Vaticano según menciona Cristina Vega, han buscado agredir los conocimientos que han cuestionado al hermetismo del modelo sociohistórico y económico (patriarcado) que definió a los sujetos como únicamente hombres y mujeres heterosexuales. Así, los Estudio de Género, feministas y sobre diversidad sexual han sido “satanizados” en favor de una “santa cruzada” para preservar construcciones socioculturales sobre esa división sexual. Agrediendo a movimientos como el de las mujeres por el derecho a decidir sobre sus cuerpos (la Ola Verde) en Argentina; en México y Colombia por la discusión vigente con el matrimonio y crianza; incluso, este término se ha implicado en procesos políticos como en Brasil con el ultraderechista Bolsonaro, quien con apoyo de iglesias evangélicas, se valió de estos discursos (en conjunto con el racista y aprovechando la coyuntura de vacío político) para llegar a la presidencia de ese país; o en semanas recientes con la cancelación del orgullo en la Habana por presión de grupos evangélicos (un caso peculiar para un gobierno declarado ateo); en Birmingham, Reino Unido, con la cancelación de clases con temas de diversidad sexual por protestas de madres y padres musulmanes, quienes ya utilizan el término ideología, y en Francia como parte de los discursos de la política conservadora Le Pen en el reciente ascenso de su partido.
En México, tanto el Frente Nacional por la Familia y el Consejo Nacional de la familia en conjunto con iglesias y políticos, han hecho uso de este término para desacreditar los logros alcanzados por los movimientos de mujeres y LGBTTTIQA, del que hemos escuchado en un tipo pánico moral. A finales de mayo, un grupo de padres y madres (con apoyo de Carlos Lean, diputado expulsado de MORENA) de la capital de Nuevo León, interpusieron una demanda contra el Tecnológico de Monterrey por permitir actividades de lectura infantil con Drags Queens, alegando perversión de menores por adoctrinamiento ideológico.
En Yucatán impidieron que se legislara a favor del matrimonio igualitario, y en San Luis Potosí, a partir de su legalización el mes pasado, se llamó a través de redes sociales a golpear homosexuales como forma de amedrentamiento a ese logro jurídico. En Hidalgo y La Paz, Baja California Sur, llaman a manifestaciones y jornadas de oración para impedir los dos grandes temas de la “agenda ideológica de género”: el aborto y el matrimonio igualitario. Todo este tipo de contramovilizaciones atraviesan actualmente el país y América Latina, buscando frenar (a toda costa) el avance de estos derechos que consideran imposiciones ideológicas y que ven como una forma de “conspiración internacional”.
Esta persecución por el género llega a México (por segunda ocasión y gestión del Consejo Nacional de la Familia) en este mes del orgullo, con dos de los más notorios personajes ultracatólicos en el tema: el abogado Nicolas Marqués y el politólogo Agustín Laje. Quienes se han convertido en referentes teóricos de la llamada ideología y defensores de todo lo que se diga tradicional como lo indican en su ya “clásica” obra: el libro negro de la nueva izquierda, ideología de género o subversión cultural. Texto que lleva la discusión de derechos al siglo XIX como si se tratara aún del debate entre conservadores y liberales con críticas anómalas al postmarxismo e identificando a sus enemigos en el feminismo radical y la “homosexulización de la población”; ambos elementos articulan su debate (más paranoico que teórico) sobre la ideología, que mantiene -a modo de la RAE- como un conjunto de creencias e ideas, solo que ellos agregan un fantasma de control y dominación sobre todo aquello que cuestione la “natural orientación de los hombres y mujeres” en defensa de la heterosexualidad y sus (d)efectos.
Sobra decir que es un texto que se vale de argumentos psicológicos y antropológicos en desuso y con hondas contradicciones teóricas, que aglomera, por ejemplo, a las izquierdas latinoamericanas en único sentido: el comunista (al son de la guerra fría), y desconoce las experiencias sociopolíticas actuales que vemos en diversos puntos de Latinoamérica (como la zapatista, el caso Cherán o los proyectos políticos de resistencia indígena en Bolivia, Guatemala, Perú, Brasil y Chile). De esta forma, el énfasis en la llamada ideología se encuentra en volver malévolo todo lo que no se ajusta a su mirada tradicional (y sobre todo religiosa), adquiriendo ese sentido paranoico y conspiratorio, que como estrategia política ha logrado gestar cierta contramovilización (peligrosa) ante los derechos.
La agenda de Marqués y Laje en su nueva gira: deconstruyendo el feminismo y la ideología de género, contempla ciudades como Guadalajara, Ciudad de México y Monterrey, y especialmente, aquellas capitales en cuyos Estados está vigente la discusión (o es reciente su aprobación) por el matrimonio igualitario como Baja California y Baja California Sur, Querétaro, Hidalgo, entre otras (en redes sociales se incluía a San Luis Potosí, después fue borrado). En algunos lugares se les permitirá el acceso a instituciones educativas como Colima en el Paraninfo de la Universidad de ese Estado, o incluso las instituciones de la Salle, aunque privadas, no dejan de ser centros educativos. Pensemos sobre la coincidencia de los puntos a visitar con el debate actual por los derechos ¿son estratégicos?, será que: ¿su selección busca desarticular las políticas que favorecen la inclusión social?, ¿silenciar nuevamente a las mujeres y al “amor que se atrevió a decir su nombre”?
Por lo pronto, la visita de estos personajes es una necesaria invitación a repensar el alcance de estos discursos que patologizan y criminalizan las diferencias, que hablan a sus auditorios sobre la “farsa” de la violencia de género, los feminicidios y los crímenes de odio en países que como México vive una de sus épocas más violentas hacia las mujeres y la comunidad LGBTTTIQA. Nos corresponde reflexionar, en este mes del orgullo, el papel que como académicos/as, políticos/as, padres y madres, asociaciones, colectivos e individuos tomamos respecto a estos discursos, desinformar o vaciar a la llamada ideología para informar sobre sus alcances y repercusiones, que (de una u otra manera) nos responsabiliza a todas y todos.