El centenario luctuoso de la Caudillo del Sur conjuntó las rebeldías indígenas a 100 años del asesinato de Zapata y evidenció que los ideales del caudillo del sur están vivos.
Texto e imágenes: Daliri Oropeza
CHINAMECA, MORELOS.- En la conmemoración a 100 años del asesinato de Emiliano Zapata hay tres templetes: uno municipal, uno vacío, otro rebelde. El vacío es el que usaría el presidente si hubiese llegado al lugar del asesinato del jefe del Ejército Libertador del Sur. En el templete oficial hay funcionarios del municipio de Ayala. En el rebelde están los pueblos, redes y organizaciones que se tejen en el Congreso Nacional Indígena (CNI). Los tres al mismo tiempo.
“Éste, como los anteriores gobiernos, quiere secuestrar la figura de Emiliano Zapata. Piensan que con su muerte, muere también la defensa de la tierra”.
María de Jesús Patricio, la primera indígena nahua que intentó obtener una candidatura presidencial, lee un comunicado histórico en el templete rebelde: el pronunciamiento de el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a 100 años del homicidio de este héroe popular que inspira a su organización.
“… los pueblos originarios seguiremos en la rebeldía y la resistencia”.
La vocera de los Pueblos en resistencia habla frente a la Hacienda de Chinameca, el lugar donde hace un siglo el coronel Jesús Guajardo dio la orden de asesinar al jefe de la Revolución del Sur. A sus espaldas se encuentran mujeres integrantes del CNI. Abajo de ella lucen los machetes de los ejidatarios de Atenco, organizaciones sociales de Oaxaca, Puebla, Guerrero, Estado de México, Coahuila, Yucatán, Veracruz y la propia capital del país. También las familias de Ayotzinapa están presentes.
El zapatismo de Chiapas denuncia en voz de Marichuy la continuidad del asedio y agresiones contra las comunidades que lo conforman: “En nuestras montañas y valles ha aumentado la presencia militar, policíaca, paramilitar, y de espías, orejas e informantes. Han reaparecido los sobrevuelos de aviones y helicópteros militares, así como de vehículos artillados”.
Atrás del escenario de los movimientos sociales, justo frente al casco de la Hacienda de Chinameca, está el otro templete, vacío. Su lona dice: “Ceremonia cívica conmemorativa del centenario luctuoso del General Emiliano Zapata Salazar. Bienvenido, Señor Presidente. Chinameca, Ayala. 10 de abril de 2019”. Es el estrado que debía ocupar el presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero el mandatarino llegó. El acto oficial está en Cuernavaca.
“Que no venga a Chinameca es una derrota política para el presidente, y un triunfo para el movimiento social”, dice Jaime Domínguez, defensor de Jantetelco contra al Proyecto Integral Morelos (PIM) y ganador del Premio Nacional de Derechos Humanos Sergio Méndez Arceo 2016.
La figura de Zapata entró en una fuerte disputa desde enero en Ayala y se agudizó en Cuautla un mes después: López Obrador declaró el 2019 como año de Emiliano Zapata en un acto presidencial en Ayala, integrantes de la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos (APPM) decidieron exigir al político que cumpliera su promesa de campaña: la cancelación de una termoeléctrica, un acueducto y un gasoducto que juntos forman el PIM, impuesto con represión y cárcel para opositores durante la administración de Enrique Peña Nieto.
López Obrador entonces les pidió tiempo para hacer una propuesta. A cambio empujó una polémica consulta, anunciada en Cuautla. La ruptura entre gobierno y defensores del territorio se hizo más palpable. La disputa por el símbolo que es Emiliano Zapata se convirtió también en un desacuerdo por lo que defendía: tierra y agua.
Fue ahí donde Samir Flores comparó, en entrevista para Pie de Página, el acto de Obrador con el incumplimiento del compromiso agrario que Madero tenía con Zapata en 1911.
Esa fue la última entrevista de Samir Flores.
Su asesinato fue un punto de no retorno. La APPM sentenció: “si no cancelan la termoeléctrica en Morelos, no habrá homenaje a Zapata legítimo por parte del gobierno”. La organización esponsabilizó a la propia administración lopezobradorista del crimen. Desde entonces, advirtieron que no permitirían la presencia del presidente en Chinameca.
Samir Flores se convirtió en la región en un símbolo que algunos pobladores equiparan con Zapata.
En el centenario luctuoso de Zapata, el rostro de Samir aparece en el mismo lugar que el del Caudillo del Sur. Los ‘¡viva!’ son para ambos. El comunicado del EZLN en voz de Marichuy también está dirigido a la familia del activista y los pueblos de la región del viejo zapatismo morelense.
“Queremos decirles, señalarles, lo grande de su resistencia. No sólo por el símbolo de levantarla cuando los de arriba celebran una traición: la que asesinó a un individuo de nombre Emiliano Zapata Salazar; y que fracasó en detener una causa, la que hoy pervive en muchas siglas en todo el territorio de esto que todavía llamamos México: el zapatismo”.
En la Declaración de Chinameca que hace el CNI en voz de Alicia, concejala rarámuri, los pueblos declaran: “Esa misma guerra que lo mató hace 100 años y que nos arrebató a Samir es la que nos hace convocarnos ante el hermano compañero general Emiliano Zapata, vivo y caminando en la conciencia de los pueblos de Morelos, de este país y mundo que retiembla”.
La defensa de la tierra: la vida
En el mitin, bajo un potente sol que eleva la temperatura a más de 30 grados, contrasta el desfile folclórico que pasa frente al templete oficial del municipio de Ayala, a un costado del templete rebelde: niñas y jóvenes avanzan como escolta, escuchan las consignas en defensa de la Tierra, proclamas por justicia, gritos en contra de la termoeléctrica que exclaman las organizaciones sociales en rebeldía que les observan desfilar.
Al frente del desfile está la policía local, integrantes de la Asamblea morelense toman lugar antes de ellos y desfilan de improviso gritando proclamas por Samir. La concurrencia espeta a la policía local: “¡el gobierno lo mató!”.
Tras los policías, desfilan escoltas de escuelas primarias y secundarias de la región, niñas disfrazadas Adelitas, niños disfrazados de campesinos. Con machete en mano, campesinos de Atenco exclaman: “¡estudiar y aprender, para el pueblo defender!”.
Quienes desfilan observan con extrañeza los ideales expresados en los rostros, mantas y consignas de quienes les rodean: “¡Zapata vive!”. Pareciera que hay una comprensión de las niñas y niños que sostienen las banderas de las escuelas con el rostro del caudillo al escuchar a quienes exclaman: “¡la lucha sigue!”.
Entre consignas, carros alegóricos que muestran el estereotipo de la mujer campesina o el Zapata mártir, música a veces tradicional y a veces pop, el rostro del general suriano va y viene. Es un Zapata vivo y en distintos rostros.
El presidente municipal de Ayala escapa del acto oficial.
“Al compañero general Emiliano Zapata lo saludamos alzando la voz en contra de los megaproyectos que invaden la tierra de las comunidades que abajo nos construimos cada día, mientras el gobierno neoliberal está decidido a convertir nuestro mundo en un cementerio”, dice con firmeza la concejala rarámuri que comienza después del desfile.
Asamblea entre personas mestizas e indígenas
Un día antes, más de 800 personas de más de 20 estados de la República y cinco países se dieron cita en Amilcingo, la comunidad de Samir Flores.
Es la primera vez que el CNI decide abrir su asamblea a las redes de resistencia y rebeldía (en su mayoría de personas mestizas) creadas cuando fue la campaña para recolectar firmas y registrar a Marichuy como candidata. “Ésta es la fiesta de la palabra, y hay que escucharnos para ella”, advierten.
Ahí se repartieron en mesas de trabajo en donde la discusión principal se centró en la crítica a las consultas obradoristas encaminadas a legitimar proyectos en territorios indígenas como el Tren Maya y el Transístmico.
En las mesas insistieron en la lucha contra la violencia contra las mujeres y en la necesidad de una red anticapitalista y antipatriarcal para todo México. Por la radio comunitaria de Amiltzinko, desfilan distintos movimientos. Doña Fili, activista de los Pedregales de Coyoacán en la Ciudad de México, anticipa el ánimo del siguiente día: “No nos van a quitar a Zapata. No nos van a quitar a Samir”.
Amelia, mujer rarámuri, dudaba de intervenir en la mesa de trabajo que le asignaron. Está sentada en el suelo, escribe en su libreta lo que quiere decir. Escucha a las personas hablar, en su mayoría mestizos o personas urbanizadas. La intimidan. Sigue escribiendo. Se levanta. vuelve a leer lo que escribió. Se lo muestra a una mujer mestiza que está a su lado. Está preocupada por su tierra, la tierra de su comunidad que le fue arrebatada. Con timidez, alza la mano con su pluma. La mujer mestiza pide atención a la mesa para que consideren su participación. Pasa al frente a leer. Huicórachi es su comunidad en la sierra de Chihuahua. Pide ayuda y consejos para que le devuelvan sus tierras. Al terminar su participación, se pone su paliacate verde en la cabeza.
En la mayoría de las mesas predominó la voz urbana y mestiza. La asamblea contrasta con las realizadas sólo entre el CNI. La plenaria se alargó buscando un nombre y forma de esta unión entre diversidades de luchas, identidades y géneros, hasta que un delegado puso orden:
“Si quieren realizar una nueva forma de organización, el CNI no podría participar. Aunque fue una participación incómoda, las personas mestizas o urbanizadas deben recordar que el CNI ya tiene su camino andado, y mucho de lo que propusieron son acciones que ya hacemos desde hace muchos años, más bien deberían de acoplarse, menciona un delegado indígena”.
En el entorno de emergencia en el que se encuentran los pueblos indígenas frente a los megaproyectos resulta fortalecedora esta nueva apertura para todas las organizaciones y personas participantes. De ahí, asistieron juntas al día siguiente para conmemorar al “compañero general Emiliano Zapata”.
Zapata, más que vivo
En la memoria de las personas en el Oriente de Morelos está el Zapata de los rostros campesinos curtidos, también el rostro de quienes hicieron guardias en 1979 para evitar el traslado de los restos del general libertario al Monumento a la Revolución en la Ciudad de México y dijeron “Zapata se queda”, y también el rostro de los jaramillistas que se alzaron en armas en los 30.
Esta memoria les hace advertir al presidente que no entrará a Chinameca. Así, López Obrador se queda casi solo en Cuernavaca. Jorge Zapata ya no lo acompaña. Un día antes hicieron un concieto familiar para conmemorar a su abuelo. Junto con Benjamín Zapata se encuentra en una cabalgata en Izúcar de Matamoros.
La revista Proceso informa que el presidente llenó el acto de Cuernavaca con acarreados. Históricamente, en Cuernavaca se refugiaron hacendados y sectores pudientes que operaban contra Zapata. Durante la consulta por la termoeléctrica, en Cuernavaca ganó el sí. Ahí es donde Obrador se refugia, y donde pronuncia un discurso que intenta resolver el conflicto entre Madero y Zapata.
“A Madero, que le tenía mucha simpatía en ese entonces a Zapata, se le ocurrió decirle -yo entiendo que no con el propósito de corromperlo, sino como algo ingenuo, natural, se le ocurrió decirle: ‘General, el gobierno le va a reconocer los servicios que usted ha prestado a la Revolución, le va a entregar un rancho, una finca’. La respuesta de Zapata fue fulminante, la respuesta fue: ‘Yo no fui a la Revolución para hacerme hacendado’”.
En el evento de Cuernavaca está Lisseth Castro Zapata, bisnieta del general, quien da un discurso uniforme donde pide que sea reivindicado desde la educación.
Sobre la termoeléctrica y Samir Flores, el presidente no dice una palabra.
En contraste, desde el templete en Chinamenca, el EZLN dice en voz de Marichuy: “Quienes se sintieron aliviados por su asesinato y luego realizaron una supuesta ‘consulta’ para burlarse así de la tragedia, pensaron que ahí terminaba todo; que la resistencia en contra de un megaproyecto, criminal como todos los megaproyectos, se apagaría junto con las lágrimas que arrancó la ausencia del hermano y compañero”.
Los zapatistas de Chiapas recuerdan: “Se equivocaron, como se equivocaron Carranza y Guajardo cuando creyeron que Zapata acababa en Chinameca”.
Teresa Castellanos, activista de Huexca, ganadora del premio Sergio Méndez Arceo en este año, le reclama al presidente durante con el micrófono en la mano durante el mitin: “queríamos dialogar y nos vino a hacer la guerra”.
“Nos ofende, tenemos memoria.”
El CNI reitera: “A 100 años del asesinato del compañero general Emiliano Zapata nos declaramos en alerta ante la urgencia con la que las empresas y los mercenarios en los que se respaldan y que están tanto en el gobierno como en los cárteles de la delincuencia organizada, de una forma salvaje y letal están apropiándose de nuestros territorios”.
Por Zapata, hay también conmemoraciones y protestas en Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
Pablo González Casanova, presente desde la asamblea del día martes 9 de abril, destaca la organización de los pueblos indígenas: “Los pueblos indígenas en México tienen la forma de organización más avanzada en el siglo XXI, desde el punto de vista ideológico, porque no plantean una sola filosofía como si fuera religión, sino respeta la de los demás, no solo la de trabajadores o sindicatos, sino de los pueblos que están siendo despojados. No solo ve la explotación, sino el despojo al que son sometidos millones de seres humanos”. Para el sociólogo, “cuando hablamos que Zapata vive, hablamos de lo que pasa en Morelos y en el mundo. Y es provocado por el capitalismo en Morelos, pero también en toda la Tierra”.
Jaime Dominguez, el activista de Jaltenco, ve difícil que el presidente continúe con el proyecto. Él y Teresa Castellanos tuvieron abuelos asesinados en la Revolución después de la llamada traición maderista. Ambos son ahora protagonistas de la lucha que viene.
Su postura parece reforzar lo que el comunicado del EZLN anuncia:
“… pero la lucha zapatista pervivirá”.
(Con información de Al-Dabi Olvera)